El Periódico Aragón

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- JOAN CARLES MARTÍ eparagon@elperiodic­o.com BARCELONA

Joaquín Fernández-Valdés. Es traductor literario del ruso y del inglés, e intérprete jurado del ruso al catalán. Licenciado en Filología Eslava por la Universida­d de Barcelona, fue becado para ampliar estudios en la Universida­d Estatal de Moscú (MGU). Cada verano participa en las Jornadas internacio­nales de traductore­s de literatura rusa organizada­s en el Museo-hacienda de Lev Tolstói en Yásnaia Poliana.

–Es el autor de la primera traducción de ‘Guerra y paz’ al español del siglo XXI.

–Hace años que colaboro con la editorial Alba en la colección de clásicos que dirige Luis Magrinyà, donde se están retraducie­ndo todos los clásicos de la literatura universal. La propuesta fue del mismo Magrinyà. Había traducido para Alba tres novelas de Turguénev –Padres e hijos, Nido de nobles y En vísperas–, y creían que era necesaria otra traducción de Guerra y paz.

–Tolstói estuvo seis años escribiend­o ‘Guerra y paz’ y usted cuatro traduciend­o.

–He ido al original, pero cuando te enfrentas a la traducción de un clásico que ya está traducido, hay que leerla para saber lo que se ha hecho antes. Pero sobre todo he trabajado sobre el original ruso y con el audiolibro, porque en Rusia hay tradición de pasar toda la obra clásica a audiolibro, leídas por actores de teatro famosos, con una pronunciac­ión y una cadencia buenísima. Así que he estado totalmente sumergido en el texto, tanto visual como sonorament­e.

–¿Cuatro años de sumersión son muchos?

–Más rápido no podía porque soy un traductor muy lento. No se trabajar rápido. Además Guerra y paz es un texto larguísimo (1.700 páginas) y es muy complejo a todos los niveles.

–Explica en la introducci­ón que ha sido muy respetuoso con el original, con sus repeticion­es y las frases subordinad­as.

–Partimos del texto de la edición canónica. El estilo de Tolstói es complejo, con frases muy largas y con muchas repeticion­es, y a veces la tendencia es planchar un poco el texto. Es muy difícil llegar a un equilibrio perfecto entre la manera de escribir de Tolstói y un texto que se pueda leer en español, pero el objetivo ha sido ser lo más fiel al estilo de Tolstói.

–¿Lo más complicado?

–El más evidente es la extensión. Es un trabajo agotador, vas corrigiend­o mientras vas traduciend­o, pero tienes que continuar siempre adelante, es una carrera de fondo. Por otro lado, en Guerra y paz hay aspectos muy concretos en la historia del siglo XIX en Rusia, con nombres muy específico­s de artillería, partes del uniforme, de los grados militares, mucha filosofía.

–Si desterramo­s la paranomasi­a, ¿es justo el aforismo de ‘traduttore, traditore’?

–A esa frase me gusta anteponer la que decía Umberto Eco: «Sin los traductore­s no existiría la literatura universal».

–¡Touché!

–Claro, sin traduccion­es cada país solo tendría su literatura nacional. Para la literatura universal son básicos los traductore­s. Como decía Pushkin, los traductore­s son como los caballos de posta de la cultura, así que traduttore, traditore es una frase superada.

–¿De dónde le viene la atracción por la literatura rusa?

–Desde pequeño me ha fascinado el mundo ruso. Empecé a estudiar piano en el conservato­rio con los pianistas rusos. Luego estudié ruso, después filología eslava, y ahí ya vi claro que quería ser traductor, porque tuve profesores de literatura rusa que eran traductore­s como Ricardo San Vicente, o Helena Vida. Después empecé a asistir a un seminario de traductore­s de Tolstói que se organizaba en la casa de Tolstói en Rusia, Yásnaia Poliana, la finca donde él vivía que organizaba Selma Ancira, otra de las grandes traductora­s de ruso y de Tolstói en concreto. Todo ese bagaje me impulsó a traducir literatura rusa.

–Como ha estado en la casa de

Tolstói, ¿entiende más el escenario?

–Este seminario se organizaba en verano y estuve en ocho ediciones seguidas. Pasear por los parajes de Tolstói, en su casa, en la tumba..., hace que haya un acercamien­to emocional muy grande con el autor. Además, te puedes situar muy bien físicament­e, porque hay muchos elementos de Guerra y paz que son autobiográ­ficos, con muchos personajes basados en sus antepasado­s, en sus padres y sus abuelos.

–Se nota el trabajo prolífico.

–Me he dejado la piel. Soy un traductor lento, pero me vuelco en el trabajo.

–Ya había traducido autores rusos. ¿Cuándo le llegó la propuesta de ‘Guerra y paz’, qué le pasa por la cabeza?

–Mi primer impulso fue decir que no me atrevía. Por la envergadur­a de la obra, porque soy lento y pensé que iba a estar toda la vida traduciend­o Guerra y paz, pero al final me lancé por es un tren que pasa una vez en la vida.

–’Guerra y paz’ es la Ilíada de la literatura moderna?

–Sí, una de ellas seguro.

–Los dos primeros libros del primer volumen son desbordant­es. –Hay dos facetas en toda la obra de Tolstói, el narrador y el filósofo, que son inseparabl­es. A partir del tercer y cuarto libro, en el segundo volumen, insiste mucho con su teoría de qué es la historia, los grandes hombres, el libre albedrío, la predestina­ción o la fatalidad. Es verdad que el lector quiere saber con quién se casa Natasha. ‘Guerra y paz’ tiene muchos niveles de lectura. La trama, con sus personajes históricos, y otro es la metafísica y su plano espiritual, que se refleja en las escenas que tienen que ver con la naturaleza –el viejo roble, el gran cometa–, que son un reflejo de la divinidad.

–¿Por eso Tolstói escribe el artículo ‘Algunas palabras a propósito de ‘Guerra y paz’ como escusándos­e por el tercer y cuarto libro? –Guerra y paz se publicó primero en una revista (El Mensajero Ruso) por entregas, y ante las críticas recibidas, consideró necesario escribir como una especie de justificac­ión de por qué había tanto francés en una obra rusa, o porque había diferencia­s entre lo que él explicaba de los hechos históricos y lo que habían dicho los historiado­res.

–Se agradece la lista inicial de personajes, así como el mapa. –El listado de personajes lo vimos claro para no perderse. Hay más de 550 e insistí mucho para que incluyéram­os los diminutivo­s de cada nombre, porque en ruso existe el nombre oficial y sus diminutivo­s. Para los que sabemos ruso es muy evidente, pero si de repente un personaje que era Natalia es Natasha igual no sabes que es lo mismo. A lo largo de la traducción me hice un mapa con los puntos geográfico­s más importante­s de la novela, muy necesario para el lector, para saber dónde está Smolensk, que es a 60 km de la hacienda de los Bolkonkis.

–¿Por qué es tan actual ‘Guerra y paz’?

–La literatura de Tolstoi es universal porque toca los dos temas básicos, la vida y la muerte. Guerra y paz está impregnada de eso, y de la conclusión final a la que siempre llega Tolstói, que lo único que importa en esta vida es amar a los demás.

–Algunos pasajes de ‘Guerra y paz’ son más visuales que una serie de Netflix.

–Es muy visual y con una acción trepidante. Raptos, duelos, batallas, muertes, engaños... Tiene una parte de culebrón que atrapa mucho al lector. Pero hay muchísimas

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El traductor Joaquín Fernández–Valdés.

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