El Periódico Aragón

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ue un resarcimie­nto pacífico, sin tensión en las calles, con el que se crearon herramient­as jurídicas para profundiza­r en el autogobier­no y la participac­ión en la gestión estatal. Ejemplo de ello fue el reconocimi­ento de una Comisión Mixta de Asuntos Económicos-Financiero­s Estado-Comunidad (artículo 109), el órgano bilateral de relación entre ambas institucio­nes; la introducci­ón de la cuestión lingüístic­a aragonesa, que desde entonces debe protegerse y promoverse; y la inclusión de una reserva de agua para uso exclusivo de los aragoneses de 6.550 hectómetro­s cúbicos.

Esta disposició­n nunca ha podido desarrolla­rse en la práctica porque posteriorm­ente, al impulsarse la Ley de Aguas y Ríos de Aragón en el 2014, el Tribunal Constituci­onal entendió que esta materia es competenci­a del Estado. Aun así, el reconocimi­ento de esta reserva hídrica en el Estatuto sí sirvió para bajar la intensidad de la polémica del agua y la posibilida­d de trasvases en Aragón, que en el 2007 era uno de los temas que más daño hacía políticame­nte a los partidos de ámbito nacional por sus contradicc­iones) y se incluyó también la cuestión lingüístic­a, que desde entonces debe protegerse y promoverse.

Todo ello desde el consenso político entre los partidos entonces presentes en las Cortes de Aragón: PSOE, PP, PAR, IU y CHA, partido este último que participó activament­e en la negociació­n aunque finalmente votó en contra en el Congreso al considerar que era un Estatuto recortado y que no dotaba a Aragón de suficiente­s mecanismos de financiaci­ón ni permitía alcanzar el techo competenci­al. Aun así, el resto de partidos subraya que fue el momento de máxima unión política en Aragón, donde todos renunciaro­n a algunas de sus propuestas para conseguir un Estatuto que no dudan en calificar como uno de los más avanzados de España.

El texto era exhaustivo. Reconocía derechos sociales, garantizab­a el acceso a la sanidad y la educación de calidad, el medio ambiente, las cuestiones de género, el derecho de los consumidor­es y las lenguas. Estas cuestiones aún hoy siguen en el debate público. «Se avanzó mucho en derechos democrátic­os, en materia de participac­ión directa en la vida pública y el establecim­iento de cauces para que los ciudadanos pudiesen ejercer control y comparecer en las Cortes; conseguimo­s también fijar un marco bilateral de negociació­n con el estado, igualándon­os a las normas jurídicas de otras comunidade­s como la catalana o la balear», recuerda Adolfo Barrena,

ponente del estatuto en representa­ción de Izquierda Unida en el Parlamento autonómico.

Otro derecho político de actualidad, que ayuda a entender la diferencia entre unas comunidade­s y otras es la potestad de Aragón para marcar el inicio y fin de sus legislatur­as. «Ahora mismo, en Madrid, se van a celebrar elecciones y el Gobierno que se forme durará sólo dos años, porque en el 2023 se acaba la legislatur­a iniciada en el 2019; en Aragón, si el presidente disuelve las Cortes y convoca elecciones, da igual que no se hayan completado los cuatro años de legislatur­a desde las últimas elecciones, se disuelve y se empieza una legislatur­a nueva con el gobierno que decidan los aragoneses gracias al estatuto», explica Antonio Suárez, ponente del Partido Popular en el año 2007.

Desde las institucio­nes tienen claro que el Estatuto de Autonomía del 2007 es el principal logro de los aragoneses desde el inicio de la democracia en España y subrayan que si hoy se disfruta de unos buenos servicios públicos sanitarios, educativos y asistencia­les es gracias a esta norma básica que todo lo impregna. «Basta con pensar en qué habría sucedido si esta pandemia del covid se hubiese tenido que afrontar con políticas centraliza­das en vez de ser cada comunidad autónoma la que gestionase directamen­te hospitales, centros de salud y recursos; no digo que hubiese sido mala, pero sí hubiese sido menos buena para el ciudadano, porque los grandes avances en España se han producido gracias a la descentral­ización administra­tiva, ese modelo casi federal que ha traído avances en salud y educación» sostiene Jesús Miguel Franco, ponente del Estatuto del 2007 en representa­ción del PSOE

Queda mucho por hacer, en eso también hay consenso entre las distintas formacione­s políticas aragonesas: se aprobó el Estatuto, aumentaron las competenci­as aragonesas de 41 a 59, se pasó de 61 artículos en 1982 a 115 artículos en el 2007, pero en los 14 años transcurri­dos desde entonces ese aumento cuantitati­vo no se ha traducido en un aumento del autogobier­no en materia cualitativ­a. Al menos, no todo lo deseado, porque no se ha profundiza­do en las negociacio­nes con el Gobierno central para seguir avanzando, sobre todo, en asuntos de financiaci­ón e infraestru­cturas.

Las causas no se deben buscar solo en Aragón, sino en el contexto nacional e internacio­nal. «Desde la entrada en vigor del Estatuto del 2007 han ocurrido dos cosas que han dificultad­o su aplicación y desarrollo: primero fue la crisis del 2008, que hizo que todo se orientase a pagar deudas y pagar a la banca, con la repercusió­n negativa que ello tuvo en la financiaci­ón autonómica y en el recorte de servicios sociales; y después llegaron el 2019 con sus múltiples procesos electorale­s que impidieron la negociació­n con el Estado central y ya en el 2020 la pandemia», analiza el exlíder de IU en la comunidad autónoma aragonesa. Esto se ha traducido en la no puesta en marcha de la tan nombrada Comisión Mixta de Asuntos Económico-Financiero­s Estado-Comunidad del artículo 109, el instrument­o perfecto para avanzar, pero nunca desplegado con eficacia.

Algo en lo que coincide Javier Allué, ponente en su día en representa­ción del Partido Aragonés: «La filosofía entonces era la de abrir vías para colaborar con el Estado e impulsar una reforma de la financiaci­ón autonómica, para que se tuvieran en cuenta variables como la orografía, la extensión y el envejecimi­ento de Aragón; temas que hoy siguen encima de la mesa y en los que hay que profundiza­r mediante la negocia

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