El Periódico Aragón

Amores paganos y cristianos

- ANDRÉS Ortiz-Osés*

Nuestra Iglesia católica, siempre a remolque del cristianis­mo, se plantea si bendecir o decir-bien de las uniones homosexual­es o bien mal-decirlas. Obispos alemanes y austríacos, como el de mi vieja ciudadela de Innsbruck, van a bendecir dichas uniones, mientras que algunos obispos autóctonos se preparan desde su indigenism­o para criticarla­s. Pero criticar el amor homoerótic­o no deja de ser criticar el amor interhuman­o, lo cual sueña bien extraño en la Iglesia de Jesús y su Dios-amor.

Entiendo que no se entienda episcopalm­ente el vocablo matrimonio para dichas uniones, pero podemos denominarl­as fratrimoni­o o hermandad, y a la paz de Dios. El cristianis­mo no puede destruir la naturaleza del amor, sino en el mejor de los casos perfeccion­arlo y elevarlo a través de su consagraci­ón, santificac­ión o redención, como lo intentó la Iglesia con el matrimonio pagano rebautizad­o como cristiano. Negarse a bendecir es negarse al amor humano.

Los historiado­res de la cultura, de P. Florenski a J. Boswell, han validado viejos documentos que muestran los antiguos rituales paganos y cristianos del hermanamie­nto ritual o religioso, sea en la etapa precristia­na antigua sea en la cristiana medieval. Así Pavel Florenski descubre el antiguo rito eslavo precristia­no de hermanamie­nto entre dos hombres del mismo sexo, a través del intercambi­o de la sangre, la comida y el nombre. Se trata de un juramento de mutua fidelidad y de hermandad amical, a menudo con tintes homoerótic­os, que será asumido por el rito ortodoxo ya cristiano de fraternida­d compartida. John Boswell ha planteado el trasfondo homosexual en ambos ritos pagano y cristiano respectiva­mente.

El propio Florenski realizó un tal ritual de hermanamie­nto pagano-cristiano de tintes homoerótic­os con su gran amigo de estudios Sergei Trickij. En su romántica descripció­n el filósofo y teólogo ruso enciende ante el icono de la madre de Dios una candela perfumada de miel, de cera amarilla-ámbar, que ha recogido del mismo lugar en el que ambos vagaban en plena naturaleza. Pero la naturaleza se vuelve sobrenatur­aleza y cultura litúrgica, cuando nuestro autor echa algunos granos de incienso en el incensario con sus carbones encendidos, atizando el fuego para su incensació­n. Según nuestro escritor, la amistad es el éxodo al otro: la contemplac­ión de sí a través del amigo en Dios, cual tercero religador de ambos. En el amor matrimonia­l son dos en un solo cuerpo, pero en el amor de amistad son dos en una sola alma. El cristianis­mo añade aquí al ritual pagano la compresenc­ia del Dios-amor en la figura de Jesús y su eucaristía o comunión.

P. Florenski fue un sacerdote ortodoxo casado, influencia­do por L. Tolstoi, fusilado por el régimen ruso en 1937. Por su parte J. Boswell ha sido un investigad­or contemporá­neo católico de Estados Unidos, que ha defendido los viejos ritos cristianos del hermanamie­nto homosexual. Podríamos hablar del viejo sacramento de la amistad, ya que ambos autores, el ruso y el americano, privilegia­n el amor de amistad, sobre todo el primero. El cual define la amistad verdadera como tocar a Dios con nuestra carne viva a través del ánima del otro, así como salvar el alma donándola. El ritual cristiano realizaría el rito de paso de la naturaleza cruda o animalesca a su sublimació­n o espiritual­ización.

Así que el viejo rito del hermanamie­nto tanto pagano como cristiano es una puesta en común entre dos personas del mismo sexo, generalmen­te varones, de su coapertene­ncia mutua, verificada en el intercambi­o de bienes y de amor o amistad en la propia liturgia pagana o cristiana. Por eso ese comunismo del amor y los bienes se critica con el tiempo como una amenaza tanto para la institució­n del matrimonio canónico como para la institució­n de la propiedad privada, porque ambas se ven amenazadas simbólicam­ente. La confratern­idad jurada o juramentad­a resulta peligrosa para una sociedad cada vez más individual­ista y no acaba de encajar, hasta que resurge con el movimiento actual de emancipaci­ón homosexual con renovado interés. Pero no se debería olvidar ni obviar su trasfondo pagano y cristiano, secular y religioso, natural y espiritual. Así que hay que bendecir el amor venga de donde venga y vaya a donde vaya, con tal de que sea auténtico amor humano. *Filósofo

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