SERGIO ABRAÍN
El 31 de marzo de 1979, Sapere y Canyelles inauguraron la galería Pata Gallo, con una selección de pinturas y montajes. La tienda de arte, artesanía, artefactos y artilugios varios, abierta en diciembre de 1978, en la calle del Temple nº 10, amplió su actividad con la programación artística en la planta sótano a la que se accedía por una estrecha escalera metálica. Aquel primer montaje dejó abierta a los artistas invitados la posibilidad de convertir el espacio en escenario de sus propuestas. Destacaron Romero e incienso de Ocaña, a la que dedicamos un Visor, y las de Sergio Abraín, Arte factus, y Enrique Larroy, Elementos domésticos (P. E.), que centran esta nueva entrega.
Las conversaciones con los amigos mallorquines Sapere y Canyelles fueron decisivas en los proyectos de Poesía Visual y Arte Postal que Pata Gallo desarrolló en la revista Zoo-Tropo y en la acción visual Perro Verde que incluyó la instalación Arte factus de Sergio Abraín. La idea de este trabajo, escribió Abraín, «reside en el intento de crear un entorno o espacio integrador y envolvente, tanto de los elementos que componen el montaje, como de los sujetos espectadores, capaz de ofrecer una dimensión distinta del hecho objetual, que los elementos o materiales ofrecen, proyectando evocaciones múltiples al espectador». Siempre bien informado, Abraín se refería con sus palabras a la creación de un «ambiente» mediante la acumulación de fragmentos, restos y embalajes sobrantes de las exposiciones previamente celebradas junto a una diversidad de materiales y objetos cotidianos que modificaban la posición del espectador, conminándole a adoptar una actitud activa. El deseo de superar los géneros establecidos queda evidente en las fotografías de Arte factus, que también descubren la traducción volumétrica de una serie de dibujos y de elementos de naturaleza escultórica presentes en su pintura. Las enormes columnas de suelo a techo, hechas de armazón metálico y forradas de telas, determinaban la posición de los espectadores «en» un espacio transformado a cuya construcción debían contribuir porque, no en vano, los restos que Abraín recuperaba y mezclaba eran también los suyos. «A ser posible todos aquellos sin una posibilidad de uso aparente: materiales encontrados y comprados. Una estructura en el techo que permita colgar objetos: muebles, cubos de plástico, estufas, barras de pan, pajas de plástico, radiadores, tubos metálicos, tubos plastificados, escaleras, restos de novopan, estructura de madera, palos de río, bolsas de plástico, cañas, cuerdas, paja, espejos, cristales pintados, viruta de madera teñida en diversos colores, láminas de papel de color... (...). Este montaje parece tan complicado y tan sintético como imaginar los restos de todo un naufragio social, objetual y artístico que, después de ser lanzados al mar, nos devuelven la imagen del subconsciente global», concluía el texto de Abraín.
El 8 de febrero de 1980, Enrique Larroy presentó en Pata Gallo la instalación Elementos domésticos (P.E.). Era su regreso a la pintura desde que a finales de 1975 decidiera trabajar exclusivamente en el Colectivo Plástico de Zaragoza, del que también formaron parte Concha Orduna y Sergio Abraín junto con José Luis Cano, Rubén Enciso, Carmen Estella, Eduardo Salavera, José Luis Tomás y Mariano Viejo. El espacio de Pata Gallo quedaba a su disposición y Larroy respondió a la carta blanca que le brindaron Concha Orduna y Sergio Abraín con un proyecto ambicioso al que invitó con una tira de papel que incluía instrucciones de uso: «enrolla esta tira sobre un duro de esparto y tendrás un bonito objeto decorativo de uso doméstico, recuerdo de esta agradable exposición de arte de provincias». El humor y la ironía, siempre presentes. «Para mí, pintar es una forma de vivir, y vivir no puede ser una sucesión de momentos iguales, repetidos, sino todo
Un año fue suficiente para que la galería Pata Gallo de Zaragoza ocupase un lugar de obligada mención en el capítulo de la historia del arte aragonés de fines de los setenta y comienzos de los ochenta. Y es que había muchas ganas de superar los estrictos límites establecidos en las galerías comerciales para dar entrada a una línea de trabajo que cedía al artista la posibilidad de convertir el espacio en lugar de experimentación. Concha Orduna y Sergio Abraín, creadores de Pata Gallo, priorizaron el carácter alternativo de las propuestas sobre el resultado comercial, lo que determinó la brevedad en el tiempo de un proyecto que haría historia.