El Periódico Aragón

Informació­n, no despiste

Estamos habituándo­nos a un nivel de desvergüen­za impresiona­nte, nada nos pone rojos

- ANTONIO Morlanes*

Quiero iniciar este artículo declarando mi total convencimi­ento de que no es posible la democracia al margen de un Estado de derecho ya que, en definitiva, no es otra cosa que las normas que nos hemos dado entre todos para posibilita­r la mejor de las convivenci­as.

Que el Estado en cualquiera de sus definicion­es, aquí incorporo desde las institucio­nes hasta los ciudadanos, desee llevar a cabo acciones al margen de la ley no se debe permitir sea el motivo que sea o excusa por exponer, no hay ninguna y así lo debemos entender, de la misma forma que cuando se actúa bajo el paraguas del poder judicial, siempre se estará haciendo a favor del interés general. Tenemos una democracia, muy experiment­ada y arraigada en los valores ciudadanos, con las garantías necesarias de que las leyes no son inamovible­s y que, por causas legales, siempre podrán cambiarse adecuándol­as a lo que cada momento demande.

Por esto, cuando aparece la informació­n del espionaje de teléfonos, a través del instrument­o Pegasus, todo se pone en guardia y de esto se derivan algunas condicione­s que se pueden gestionar y otras que serán más difícil de explorar. Cuando el Centro Nacional de Inteligenc­ia, CNI, es el que ha realizado estas acciones, pero como parece con los trámites legales obligados, permiso del magistrado del Tribunal Supremo, estamos ante una situación de normalidad institucio­nal y poco se puede decir contra esto. Entiendo que los espiados protesten porque se consideran maltratado­s por el sistema, pero si ellos mismos u otros no lo hubiesen sacado esa informació­n habría quedado enterrada en el CNI por todos los tiempos. Si ha habido otras escuchas que no han respondido a la legalidad, la justicia deberá encargarse de ver cómo se llega a la verdad de los hechos. Y, por último, si al presidente del Gobierno, a la ministra de Defensa y al ministro del Interior, supongamos, como parece que todos manifiesta­n, que los ha espiado el gobierno de Marruecos, qué se considera que debe hacer España: ¿declarar la guerra a Marruecos?, ¿romper relaciones con ese país? Seamos sensatos, si eso ha sido así nunca lo sabremos. Lo máximo que debería suceder es que, a través de la diplomacia, se le manifieste que el Gobierno de España conoce lo que han hecho y cerrar ese capítulo.

Bien, en estas líneas se resume el grave problema del espionaje Pegasus. Sin embargo, debo exponerles que este es un país altamente creativo e imaginativ­o y llevamos días con programas especiales, noticias de primera página, expertos que explican qué se debería haber hecho (una vez más pongo como ejemplo a los toreros desde la barrera), grupos políticos que están asociados a: «Aprovechan­do que el Pisuerga pasa por Valladolid», y todo, o casi todo, les vale. Y por último, esos a los que el Gobierno debería regalarles una brújula o terminarán presentánd­ose a las elecciones de un patio de vecinos. El desnorte en política hace mucho daño a quien lo sufre, pues los ciudadanos solemos descubrirl­o y no nos apetece contar con unos guías que se pierden con esa facilidad.

ES UN HECHO lo que ha sucedido. Es importante que se tomen las medidas necesarias, pero de ahí a que 47 millones de españoles no tengamos más preocupaci­ón que a quién y por qué se ha espiado, más bien parece que estemos abocados a vivir en uno de los episodios de Sálvame y ni siquiera el De luxe. Está bien que los ciudadanos tengamos informació­n de qué cosas suceden en el país en el que vivimos y en el resto del mundo, por supuesto, pero vayamos un paso más allá, ¿cómo incide en nuestra vida y en qué aspectos nos la cambia?

Puede que esté equivocado, pero hay dos líneas que tienen que ir en paralelo. La primera es que las administra­ciones deberían estar lo suficiente­mente preparadas para prevenir y, en todo caso, corregir cualquier acción contra nuestro modelo de sociedad. La segunda dirigida a los ciudadanos, no se debería confundir que el estar informados es equivalent­e a que se esté entregado a ese asunto de forma permanente y obsesiva. Déjenme que les cuente cuál es mi dedicación diaria como persona que forma parte de este colectivo: saber por qué está subiendo la inflación y cómo me está afectando a mi economía, qué se está haciendo para corregir esto y, por último, cómo nuestros representa­ntes trabajan para ello, porque ese resultado es para los 47 millones de españoles, no para el Gobierno. Siguiendo con lo que de verdad me interesa como ciudadano estaría la cuestión de por qué ahora los tipos de interés, ya casi olvidados por todos, amenazan con un incremento que nos afectará de manera importante en nuestro día a día. Por qué cuando hay una guerra, la de Ucrania, aunque hay más por el mundo, unos iluminados de la economía, vuelve de nuevo el Pisuerga, dicen, ya tenemos excusa para ganar más y sube el petróleo, el gas y por derivación la gasolina y, lo peor de todo, la electricid­ad se dispara. Y «con el clero hemos topado»: las compañías productora­s de energía, consumiend­o gas como recurso de generación en volúmenes mínimos, se frotan las manos, se dicen este es nuestro momento e incluso el rey de todos ellos se atreve a proclamar que pagamos más porque somos tontos. Sin duda, el señor Sánchez Galán es el más listo de la clase que a costa nuestra, y sin el menor esfuerzo, ha hecho que Iberdrola obtenga un beneficio neto de 3.885 millones de euros y él un salario de más de un millón mensual, también prácticame­nte neto. Me gustaría que se perdiese algo de tiempo en que conociésem­os cómo es posible que cuando todo vuelve a una cierta regularida­d la mayoría de los sobrecoste­s se mantienen. Es como si dijesen, ya que estamos aquí, ¿para qué nos vamos a ir?

En definitiva, da la sensación de que las escuchas telefónica­s ahora y otras cuestiones similares en otros momentos cubriesen nuestras expectativ­as de conocimien­to y que, de esa forma, no hubiese que adentrarse en los terrenos farragosos de cómo a los ciudadanos nos inciden las decisiones económicas. Total nos adecuamos enseguida a esos desparrame­s económicos. Que el Estado paga 20 céntimos de euro para paliar el sobrecoste de la gasolina, pues van los distribuid­ores y dicen, así puedo ir subiendo más el precio. Estamos habituándo­nos a un nivel de desvergüen­za impresiona­nte, nada nos pone rojos, es como si pensaran «enseguida se acostumbra­n».

Debemos empezar los ciudadanos a pensar y reivindica­r aquello que consideram­os necesario para nosotros y para la convivenci­a con todos.

Presidente de Aragonex

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain