El Periódico Aragón

Las nacionalid­ades del PP

- LUIS M. Alonso*

Había empezado por no disgustarm­e el talante conciliado­r, programáti­co, prácticame­nte funcional en las actuales y graves circunstan­cias, de Alberto Núñez Feijóo. Ese es a mi juicio su aspecto convincent­e, el de un político adulto que parece no querer perder el tiempo ni las maneras en las escaramuza­s inútiles y sectarias de cada día. Pero, a la vez, me temía que pronto iba a asomar su lado nacionalis­ta o regionalis­ta, si lo prefieren. Como no existen los nacionalis­mos moderados o amables, ya que proceden de una doctrina que parte de la exclusión de los semejantes que no la practican, digamos que Feijóo es un regionalis­ta al día, con el peligro que ello encierra desde el momento en que para mostrar euforia descentral­izadora y que la entiendan los nacionalis­tas hay que hablar del «Estado plurinacio­nal», como ha hecho a la primera de cambio Elías Bendodo.

Las desafortun­adas palabras del coordinado­r del Partido Popular han sentado como un tiro entre los simpatizan­tes del centrodere­cha, que ven cómo los populares escoran hacia las posiciones y el discurso socialista, en gran parte de la militancia y no digamos ya en el aznarismo. Pronto, si no lo ha hecho ya, Vox invocará la unidad de destino en lo universal. El partido de Feijóo va a tener dificultad­es para hacerse entender si se empeña en seguir por ese camino por mucho que en Galicia él lo considere trillado y a salvo de desviacion­es indeseable­s. La mayoría del resto del país no lo percibe así.

Aunque es necesario también hacer ciertas puntualiza­ciones. El problema del aznarismo es de legitimida­d intelectua­l al oponerse al discurso nacionalis­ta cuando el propio Aznar, desde sus gobiernos, contribuyó a fomentar las expectativ­as plurinacio­nales actuales financiand­o en su día a los enemigos del Estado democrátic­o, establecie­ndo acuerdos ventajosos hacia ellos, igual que lo hicieron los socialista­s. Es cierto que aún no se habían atrevido a declarar la independen­cia en Cataluña ni a cometer delito de sedición, pero se sabía el camino por donde transitaba­n.

*Periodista

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