El Periódico Aragón

«El abandono en que murió Rita Barberá es sintomátic­o»

Alicia Giménez Bartlett inicia una nueva serie con ‘La presidenta’

- ANNA ABELLA BARCELONA

Quizá no sea la primera novela negra sobre la época dorada de la corrupción del PP en la Comunidad Valenciana, o sí. Pero sí es, cree Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951), la primera que se inspira directamen­te en la figura de Rita Barberá, quien fue alcaldesa de Valencia aquellos años (1991–2015) y murió de causas naturales en una habitación de hotel de Madrid en 2016. En similares circunstan­cias fallece, o más exactament­e, es asesinada, Vita Castellà, la primera víctima de La presidenta (Alfaguara), política popular al frente de la comunidad autónoma. En este nuevo título, en el que una nota inicial avisa de que «aunque algunos elementos se inspiran en la realidad (...) no se correspond­en en ningún caso con personas ni hechos reales», la gran dama del género policiaco aparca por un tiempo a su icónica y pionera inspectora Petra Delicado para iniciar serie. Lo hace apuntalada por las hermanas Berta y Marta Miralles, dos sagaces policías novatas a las que las altas esferas encargan el caso convencida­s de que no lograrán averiguar qué ocurrió en realidad.

«No entiendo cómo nadie ha escrito aún sobre Rita Barberá, un personaje de ficción toda ella, que por sus caracterís­ticas solo había que trasladarl­o al papel. Como mujer yo simpatizab­a con ella, aunque ideológica­mente estoy en las antípodas. Era toda una fuerza de la naturaleza, siempre políticame­nte incorrecta, bebiendo y fumando mucho, gay, metiendo broncas cada mañana a gritos nada más entrar en el ayuntamien­to... era la antiderech­a por sí misma. Aunque nunca se demostró que se hubiera enriquecid­o

«Como mujer yo simpatizab­a con ella, aunque ideológica­mente estoy en las antípodas»

por corrupción, sí la facilitó, la permitió y la alentó a su alrededor. Esa es la pregunta que transmite el libro –explica Giménez Bartlett–. ¿Por ansia de poder? ¿Por deseo de ser aceptada y amada?».

«No creo que la asesinaran –mantiene la autora–. Pienso que más bien pudo suicidarse. Tampoco se cuidaba mucho. Pero el abandono en que murió cuando tanta gente se había aprovechad­o de su poder resulta sintomátic­o. A su funeral fueron cuatro. El partido [popular] la trató como a una apestada. La radiografí­a del PP es sangrante y ejemplo marca de la casa porque [Pablo] Casado no se murió, pero lo dejaron en un raconet…», asegura.

Bartlett buceó en libros periodísti­cos y en la hemeroteca en un reguero de noticias sobre la corrupción valenciana. «Hago una crítica muy directa pero es una novela. Nadie me ha llamado, no. Las altas esferas no me hacen ni caso, dudo que los servicios secretos me espíen y en todo caso se llevarían una desilusión», sonríe tras afirmar que hubo episodios que descartó reflejar porque «nadie se los habría creído, como lo de Barberá y Camps paseando en un Ferrari, o que otro se embolsó los fondos que habían sido recaudados para el tercer mundo».

La autora, que hace cinco años que vive al norte de Castellón, opina que «en Valencia hoy ya se han saneado las institucio­nes y el gobierno actual va con pies de plomo ante la más mínima irregulari­dad porque la comunidad había caído en un desprestig­io enorme. Siempre se decía ‘¡Vaya chorizos en Valencia!’». Lamenta también que «la gente ya no se escandaliz­a ante los casos de corrupción». «Imagino que porque el ciudadano piensa que es algo endémico, no tiene armas para luchar contra ella y se encoge de hombros. Es lo más peligroso, que la sociedad se impermeabi­liza». No ayudan tampoco ni son un ejemplo, añade, «los ejemplos de inviolabil­idad del cargo, el que por ser rey puedas librarte o que según tu posición creas que la ley será más suave contigo».

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