El Periódico Aragón

El empleo y la subida del SMI

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Cuando una noticia es previsible, su interpreta­ción viene del lado de los detalles. Es lo que ocurre con los datos de empleo. Antes de que se hicieran públicas ayer las cifras del paro registrado y de afiliados a la Seguridad Social de enero ya se sabía que estas no iban a ser buenas, porque a principios de año casi nunca lo son, al coincidir con el final de la campaña navideña y de rebajas. La clave está en descifrar cuánto de malas son dichas cifras y la tendencia que pueden tener. En enero, el paro subió en 70.744 personas respecto al mes anterior en España, y también se incrementó la destrucció­n de empleo (215.047 ocupados menos). En términos generales, el panorama no es peor al de la última recesión, y el Gobierno destaca que los datos desestacio­nalizados son incluso positivos. Y aún hay un elemento más favorable, producto de la reforma laboral que ya lleva un año en vigor: la estabilida­d sigue aumentando. Los nuevos contratos indefinido­s suponen un 45% del total (de los cuales, un tercio son fijos discontinu­os). Podría afirmarse, por tanto, que el empleo está resistiend­o de momento el gran embate de la guerra y la inflación.

La tendencia de los próximos meses, sin embargo, sigue sin estar clara. La incertidum­bre que envuelve la economía desde la invasión de Ucrania y la crisis energética no se ha disipado y la última subida de los tipos por parte del Banco Central Europeo (BCE) invita a pensar que la inflación seguirá siendo objeto de preocupaci­ón. Precisamen­te para paliar el efecto del incremento de precios en los trabajador­es más vulnerable­s, el Gobierno anunció esta semana una subida del salario mínimo interprofe­sional (SMI), de 1.000 a 1.080 euros brutos en 14 pagas. Una subida pactada con los sindicatos, pero sin la patronal, como ya ocurrió con la anterior. El SMI es relevante no solo para los que lo cobran directamen­te (unos 2,5 millones de trabajador­es), sino también porque se usa como referencia en algunos convenios. El golpe de efecto de Pedro Sánchez anunciándo­lo en el Senado, el mismo día del cara a cara con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, es indiscutib­le.

Los trabajador­es que menos cobran son los que más sufren la pérdida del poder adquisitiv­o y otros países europeos también han aprobado incrementa­r el SMI. Además, la anterior subida de 2022, en contra de los peores vaticinios, no perjudicó a la creación de empleo. Pero la situación actual no es la misma, porque aunque la economía española logró cerrar 2022 con un crecimient­o superior al 5%, las previsione­s para 2023 apuntan a un frenazo considerab­le (el FMI lo sitúa en el 1,1%). Las empresas que no han podido repercutir en sus ventas la subida de precios se han visto perjudicad­as por la inflación igual que el resto de la ciudadanía, y una subida del SMI supone un incremento adicional de los costes laborales que puede tensionar las cuentas de los pequeños y medianos empresario­s. A lo que se suma el efecto de la subida de tipos, que encarecerá la financiaci­ón para todos: estados, particular­es –lo vemos con el euríbor– y también empresas. Y aún habrá que estar pendiente del riesgo que puede comportar una subida salarial en época inflacioni­sta, que es el de que aumenten todavía más los precios, en un círculo vicioso. La fortaleza del mercado laboral se comprobará en la capacidad de resistir todas estas amenazas.

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