El Periódico Aragón

Extremos, sin oxígeno, estilo alpino puro... una aventura histórica

- SERGIO RUIZ ANTORÁN HUESCA

Dice que hasta le cuesta recordar, porque tiene una edad (64) y porque será un estrago de tanta altura. De esos 62 días de récord en el Aconcagua y de los que vinieron después. Que ya no es un yonki de la adrenalida, del juego de ir más allá, más arriba, más difícil. Que ya no sueña con grandes cumbres. Ni las echa en falta desde que hace unos años, tras detectarle unas arritmias, no sobrepasa los 6.500 metros. Ahora prefiere ser un montañero a secas. El mismo al que su padre Rafael le enseñó ese amor para toda la vida. Como para toda la vida, lo quiera o no, se lo reconozcan o no, algo que no busca, será una leyenda, el primer ser humano que subió un ochomil en invierno y en solitario. Un 6 de febrero de 1988. Hace 35 años. «Soy un supervivie­nte».

Todo empezó por una mala experienci­a en el Everest. Con Luis Bárcenas, sí ese Luis Bárcenas, y el sobrino de Fraga. Otra historia. «Me quedé con mal sabor de boca por no llegar a cima y porque no hubo buen ambiente. Me quería quitar esa espina, me veía fuerte y capaz. Siempre he opinado que la unión del alpinismo en solitario e invernal es bastante lógica, porque no suele haber nadie en este periodo, y yo estaba acostumbra­do a ir a mi aire. El Cho Oyu era el más asequible para esas condicione­s».

¿Asequible? Los polacos habían abierto el juego en 1980 en el Everest y él quiso entrar en la partida subiendo la apuesta. «El alpinismo siempre es un reto personal, una superación con uno mismo al que se suma el juego del más difícil todavía. Si tú has subido por ahí, yo subo por allá y en pelotas. Si los polacos habían conseguido la primera ascensión invernal, yo busqué hacerlo solo».

Amigo Tenzing

Consiguió rápido los permisos, voló el 19 de diciembre al Nepal porque China le denegó su entrada al Tibet. Contactó con su amigo Tenzing. Tras dos semanas de acercamien­to se ubicaron a 5.400, cerca de la vía tibetana. Colocaron dos tiendas, pero el azote huracanado las derribó. Suerte que el sherpa supo hacer una cabaña de rocas. Arquitecto, cocinero, traductor, fotografió toda la ascensión con un telescopio. Y guardián. En ese punto era habitual el paso de caravanas de nómadas con unas vestimenta­s «que hacían retroceder a la prehistori­a»”. De hecho, pasaron. A 35º bajo cero.

Garrido se despidió de su amigo a 5.850. Sin radio, con un saco, una tienda, gas para derretir el hielo, comida justa y el material suficiente de escalada. Estilo puramente alpino, sin campos de altura ni cuerdas. Y nada de oxígeno. «Porque ahora se dice que se va en solitario cuando realmente vas por una ruta que

Mito

Cima hay 600 personas. Solo es cuando nadie te puede ayudar. Como ir sin oxígeno supone no hay cerca una bombona por si acaso». Y sin previsione­s meteorológ­icas. Un nuevo temporal le atrapó dos noches a 6.400 y otra a 7.000. Dema

Decisión siado. No podía seguir mucho más a esa altura. Era subir o bajar.

Y decidió la gloria. Esperó al sol (7.00). Eso suponía que, si completaba los 1.200 metros hasta la cumbre, no tendría tiempo para volver a este punto. Así que metió el saco en la mochila. «Eso me salvó la vida». Avanzó lento, dejó la mochila en unas piedras, antes de trepar el exigente muro decisivo. Lo noche acechaba cuando, de repente, notó una presencia. «Unas sombras me hablaron en árabe». guantes, de dormir en una cama mullida, de comer caliente, esas pequeñas cosas que vas recuperand­o mientras vas bajando y hacen que valores más la vida».

Un regreso a la realidad que derivó en el reconocimi­ento, «más internacio­nal que en España» y nuevos imposibles. Envalenton­ado, volvería al Everest en solitario. No lo logró. Conquistó el Shisha Pangma Central, cruzó todo el Himalaya en una andada de 5.000 kilómetros y se preparó para atacar el K-2 en invierno. «Me gasté medio millón de pesetas en el permiso, pero de repente pensé ‘Fernando, dónde te vas a meter’. Y no fui, perdí el dinero, pero gané el poder estar aquí contando batallitas. Solo hay que pensar que hasta el año pasado no se subió en estas condicione­s y lo hizo un grupo con los mejores sherpas. Fui realista, porque hubiera tenido muchas opciones de haberme quedado allí». Solo el polaco Wielicki (Lothse) ha igualado su hazaña.

Un supervivie­nte. Una leyenda. Lo quiera o no, un mito. Fernando Garrido lo es. Y ante todo, montañero y buena persona.

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FERNANDO GARRIDO Únicamente el polaco Krzysztof Wielicki ha logrado subir un ochomil solo y en invierno como Garrido.
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El oscense holló la cumbre a las 18.00 horas. -
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Acurrucado en el saco que le salvó la vida. -

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