El Periódico Aragón

Su libro va de los momentos más duros a la alegría de Ana Sandra

- INÉS ÁLVAREZ ESPERANZA Y DESESPERAN­ZA

Dicen que todo hombre (dejémoslo en persona) se ha realizado como tal si ha tenido un hijo, plantado un árbol y escrito un libro antes de morir. Pero Ana Obregón ha invertido el orden y ha hecho que su hijo Aless Lequio lo haya logrado una vez muerto. Era, asegura, la misión que tenía y que ha ido cumpliendo paso a paso: que naciera una hija suya, Ana Sandra, mediante la técnica de la gestación subrogada, que es ilegal en España; que plantara una fundación, la Fundación Aless Lequio, que, como un árbol, echaría raíces en forma de proyectos contra el cáncer, la enfermedad que se lo llevó con solo 30 años. Y que publicara un libro, que salió ayer a la venta: El chico de las musarañas (Harper Collins) y que la propia interesada promociona­ba con un vídeo desde Miami diciendo que escribiénd­olo había llorado «lágrimas púrpura». Los beneficios de las ventas del libro irán para la fundación.

Son 313 páginas, de las que 72 las escribió el joven Aless. Empezó a hacerlo tras enfermar, quizá como una manera de distraerse o con el funesto presagio de dejar un legado en el caso de que ahí acabara todo. Y en la obra aparecen perfectame­nte separadas, como si fuera otro libro, con su portada: El chico de las musarañas, por Aless Lequio. En el primero de los capítulos, Valientes cabrones, presenta, con humor socarrón, las musarañas que le dan título, con las que irá conversand­o. «La tarde del viernes ya no iba de cervezas calientes y tapería incipiente, ahora tocaba afrontar asuntos de una naturaleza diferente, Vías de escape y Biomasas maloliente­s, en los mejores cines: el plan perfecto para un 23 de marzo». El «puto 23 de marzo» en que empezó todo.

El Nalgas y más nalgas, el segundo, ironiza sobre la historia de sus padres: «Mi padre, don Ernesto, está dotado de un carisma y de un sentido del humor (...) Mantuvo una relación breve, pero llena de acontecimi­entos, con doña Aitana, poniendo fin a la misma tras conocer a otra mujer menos agraciada transcurri­dos los 12 meses de comenzar la vida en pareja». Y prosigue: «Desde entonces, don Ernesto y doña Aitana, galán italiano y musa española, son mejores amigos y forman un tándem perfecto para lidiar con los asuntos referentes a mi persona». Aunque no evita posicionar­se: «Claro está, todo ello gracias a la constante bondad de doña Aitana, quien perdona más que una máquina de hacer cucuruchos». En El bache cuenta que lo suyo eran más que hemorroide­s. «Tengo cáncer, pero, lo peor de todo, tengo miedo», confiesa el joven.

El resto es un relato en primera persona de Ana Obregón, que comienza recordando lo feliz que fue aquel junio de 1992 en el que se convirtió en madre de Aless y se dio cuenta de que entonces sí que era la mujer más feliz del mundo. Entre recuerdos de momentos felices, enseguida narra aquel día que Aless pidió ir a urgencias, «porque no soportaba los intensos dolores».

Después llegaría el dolor seco y profundo que ella sintió cuando le dijeron que se trataba de un cáncer raro y con un mal pronóstico. Y cómo Alessandro Lequio, el padre, llamó, colérico, a la periodista que lo había hecho público anunciándo­le que la llevaría a los tribunales. Y cómo se entregaron a un tratamient­o en una clínica de Nueva York al grito de Fuck cáncer, que prometía lo que luego no cumplió.

El relato / se nutre del drama que supone vivir encerrados entre las cuatro paredes de una habitación de hospital, pero no faltan los momentos divertidos. Como cuando le tomó la temperatur­a a su hijo y marcaba 103 grados: «Mamá, por favor –le dijo– que son Fahrenheit». Y ella le respondió: «¡Qué liantes son los americanos. ¿No pueden tener un termómetro normal?». Una anécdota muy a lo Ana Obregón. Como lo es aquella en la que cuenta cuando, años atrás, en EEUU, Aless la hizo pasar por su hermana para que una chica no viera que vivía con su madre, pero se descubrió al gritar en la playa: «¡Mamá hay medusas!». Y lo salvó diciendo que en España a las hermanas mayores las llaman mamá». O cuando les caducó el visado y evitaban a la policía por miedo a la deportació­n. A lo largo de la narración describe los muchos momentos en que la desesperan­za anidaba entre ellos, porque las noticias, pese a algunos momentos de esperanza, no eran buenas. Hasta que el final que se negaban a aceptar llegó.

Hay en la obra una confesión final: cuando, tras leer el último post de su hijo, se encaramó al balcón de un séptimo piso para acabar con tanto dolor. Una decisión desesperad­a que pudo parar Alessandro Lequio, su ex, recordándo­le que tenía una misión por cumplir. Un «pacto secreto» entre padres (Alessandro Lequio también le juró que le ayudaría a tener descendenc­ia) e hijo que ya se ha aireado suficiente­mente. Y porque «el suicidio es de cobardes».

Al final está el epílogo tan bien conocido y que generó un debate que ha llegado hasta la política: ese bebé que la ha hecho madre y abuela feliz en su burbuja rosa de Miami, como proclamaba ayer también desde la portada de la revista Hola! en una nueva entrega. Una criatura de la que ayer, preguntado si esperaba verla pronto, un casi convidado de piedra en el plató de Telecinco Alessandro Lecquio, decía: «A ver si lo entendemos. Es que a mí me gustan mis hijos y yo tengo otra familia desde hace 25 años».

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sus carreras para brindarnos a mí y a mis hermanos la oportunida­d de perseguir nuestras propias metas. La desventaja es la posibilida­d de las comparacio­nes, juicios y presiones. Pero estoy orgullosa de mi familia y de donde vengo». También de las causas sociales que le mueven: «Me siento muy involucrad­a con el ecoactivis­mo, porque mi generación ha sido la primera en sufrir realmente los efectos del cambio climático». En este número de Woman se incluyen también entrevista­s con los actores Keira Knigthley, Jennifer Aniston y Javier Rey.

El cantante, de 68 años, tiene una nueva amiga especial: Marlises Gabriela Guillén, una joven empresaria y modelo de 32 años a la que conoció rodando un anuncio.

En la obra hay una confesión final: tras el último ‘post’ de su hijo, se encaramó al balcón de un séptimo piso

 ?? EUROPA PRESS ?? Ana Obregón, durante la presentaci­ón de la Fundación Aless Lequio, el pasado febrero.
EUROPA PRESS Ana Obregón, durante la presentaci­ón de la Fundación Aless Lequio, el pasado febrero.

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