El Periódico Aragón

Viviendas y mentiras

- JOSÉ MARÍA de Loma*

Antes se prometían empleos y ahora se prometen viviendas. La campaña es una inmensa promesa con baño, dos dormitorio­s y un salón. Promesa en forma de pisito con vistas a la campaña electoral. Todo candidato que se precie promete darnos techo aunque sus ideas no nos puedan dar cobijo. Promete viviendas Sánchez y promete viviendas Feijóo, aunque ambos quieren vivir en la misma: en La Moncloa. De momento el que la habita es el líder del PSOE. El del PP ha progresado también: ha cambiado su vivienda en Galicia por otra en Madrid aunque ambos parecen haberle alquilado a sus asesores el pensamient­o y las iniciativa­s. En Madrid, el político gallego tendrá ahora más ruido pero eso le irá enseñando que en el barrio de la política no se tiene mucha paz y hasta los vecinos pueden traicionar­te. Aunque él puede no ignorarlo: expulsó a Pablo Casado de la comunidad de vecinos de Génova. No hay político sin su promesa sobre la vivienda, que huele a cerrada. Feijóo habló del milagro de los panes y los pisos en afortunado juego de palabras, si bien la cuestión es más de penas y pisos. Podemos pide intervenir los alquileres y los precios, pero Podemos siempre quiere intervenir y a veces se le va la fuerza por la boca o el micrófono de tanto intervenir en los medios. Yolanda Díaz se ha comprado un mirador a la izquierda y ahora pretende que los votantes y los partidos a la siniestra del socialismo suban allí y le den su confianza. Algunos tendrían que comprar un adosado para meter a su ego, que no cabría en un pequeño ático. Las VPO son ya más raras que los ovnis y el españolito aspirante a tener morada no solo ha de emplear gran parte de su sueldo, también gran parte de su energía y de sus pensamient­os. Me falta un titular que diga: cada español dedica las tres cuartas partes de su pensamient­o a la vivienda. Vamos a hablar más de vivienda que de vivir, más de alquileres que de sueños. Urge organizar un partidito arrendatar­ios contra arrendados. A lo mejor no se hacen más viviendas sociales porque los que deberían hacerlas tienen una cara de cemento armado. Y claro, no les queda cemento para acometerla­s. Las administra­ciones se echan la pelota unas a otras con tal de no echarse los ladrillos. No falta quien prometiend­o viviendas lleva toda la vida habitando un escaño. Los electores pudientes no dejan entrar en su casa las promesas pero a los que habitan en pisos con paredes de papel se le filtran por el techo y les penetran en la sesera quieran o no. Juegan con nuestro futuro cuando lo que quisiéramo­s es que nos lo hipotecara­n. A ser posible con cuotas mensuales invariable­mente bajas. Esto no hay quien lo arregle. A ver si nos dan un descansill­o.

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*Periodista

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