El Periódico Aragón

Médicos en retirada

- JULIO Llamazares*

Acabo de despedirme de mi médica de cabecera, o de Atención Primaria, como se les dice ahora, que se ha jubilado por la edad.

–ese es su nombre– deja la profesión después de muchos años de dedicación a ella y lo hace con la conciencia del deber cumplido y el agradecimi­ento de sus pacientes, pero con la amargura de ver cómo se ha degradado la sanidad pública en estos últimos tiempos por el maltrato al que está siendo sometida por los poderes públicos, especialme­nte en comunidade­s autónomas donde el ultraliber­alismo campa a sus anchas, como en Madrid. La sanidad pública que ella conoció y la que ahora malvive con recursos económicos y humanos más escasos cada vez nada tienen que ver, por desgracia para todos, sanitarios y pacientes. Pero es lo que la gente quiere, parece, o al menos una parte de ella, a la vista de los resultados electorale­s.

Muchos médicos en la situación de Carmen pondrían una placa en la puerta de su casa y se dedicarían al ejercicio de la profesión por su cuenta aprovechan­do la compatibil­idad que permite el sistema. Pero Carmen, como tantos compañeros suyos, tiene una idea de la medicina que casa mal con ese propósito y se va a dedicar a vivir y a olvidarse poco a poco de los sinsabores que los últimos años de ejercicio de la profesión le han dejado, obligada a convivir con el estrés, la precarieda­d de tiempo para atender como se debería a los pacientes en las consultas y la falta de respeto a un cuerpo, el de los médicos, al que se ha demonizado políticame­nte acusándole­s de hacer política cuando lo único que han hecho es defender la dignidad de su profesión y la viabilidad de un sistema, el de la sanidad pública española, que era la joya de la corona hasta que algunos gobiernos, por motivos ideológico­s (y por intereses económicos espurios), lo han ido degradando poco a poco sin disimular siquiera. No es de extrañar que Carmen, llegada la jubilación, se vaya con cierta amargura y compadezca a los compañeros que se quedan.

Durante mucho tiempo en España todos los políticos, de izquierdas, de derechas o de centro, han presumido de nuestro sistema estatal de salud poniéndolo por encima de los de otros países europeos. Durante la pandemia de covid se habló mucho de ello y se ensalzó a nuestros sanitarios, a los que en seguida convertimo­s en los héroes del momento por su valentía y entrega en la lucha contra la enfermedad. Pero pasó la pandemia, nos olvidamos de nuestros héroes (muchos de los contratado­s de urgencia fueron despedidos) y de ahí se pasó, en el caso de algunas comunidade­s autónoince­ndios mas, a considerar a los médicos los responsabl­es del mal estado de la sanidad pública, tachándolo­s hasta de vagos, cuando en la realidad son los primeros que sufren el deterioro de un sector que se desmantela voluntaria­mente para favorecer a las empresas privadas de sanidad, en manos de los correligio­narios de esos gobiernos que dinamitan la pública con sus políticas. El problema es que sus usuarios les votan en un gran número, con lo que mal se pueden quejar después de que su médico no les dedique más tiempo, pues es del que dispone, o que ni siquiera los haya en muchos ambulatori­os, sustituido­s por enfermeros a falta de titulares, como sucede en Madrid. Por eso, como Carmen, son muchos los sanitarios que solo piensan en jubilarse e irse cuando empezaron con ilusión su trabajo cuando eran jóvenes convencido­s de su necesidad para la salud física y mental de las personas y de la sociedad entera.

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*Escritor y guionista

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Carmen Moliner

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