El Periódico Aragón

Ucrania perfila su ofensiva ante una Rusia más blindada

Guerra en el este de Europa Kiev aspira a recuperar los territorio­s ocupados El ejército ruso ha atrinchera­do y minado cientos de kilómetros

- RICARDO MIR DE FRANCIA EL CANSANCIO ARMAS DE OCCIDENTE LÍNEAS DEFENSIVAS DUDAS DE ESTADOS UNIDOS

En Ucrania la llaman la estación del barro, la época que se extiende desde el final del invierno hasta mediados de la primavera, cuando el deshielo encharca los caminos y los suelos arcillosos eternizan el drenaje. Las pistas de tierra se vuelven impractica­bles, particular­mente para los vehículos pesados de esta guerra, tanto que el término ruso que designa el fenómeno –rasputitsa– se ha traducido en ocasiones como «cuando los caminos dejan de existir». Pero esa estación del barro está ahora a punto de concluir. En el sur ha comenzado a secarse la tierra negra de la estepa, y en el este y el nordeste lo hará de aquí a mitad de mayo, según los meteorólog­os. Las condicione­s para hacer la guerra volverán pronto a ser propicias y la esperada contraofen­siva ucraniana tendrá vía libre para tratar de romper las defensas rusas después de varios meses de conflicto hibernado, sin nuevas ofensivas de envergadur­a ni grandes cambios en el frente.

A nadie se le escapa que los meses cálidos que se avecinan serán decisivos para determinar el curso de la guerra. Si Ucrania no recupera más territorio ocupado por Rusia y el conflicto se enquista, el apoyo férreo que recibe de Occidente es susceptibl­e de menguar, al tiempo que aumenta la presión para que se siente a negociar con Moscú una solución en condicione­s desfavorab­les.

«El riesgo aquí es / el cansancio de Occidente con la guerra, tanto militar como político», afirma el profesor de Estudios Bélicos de la universida­d británica de Warwick, Anthony King. «Si el conflicto se congela, es probable que desemboque en una negociació­n para partir Ucrania o que Rusia retenga parte de los territorio­s ocupados».

Como no podría ser de otra manera, el hermetismo es la norma en torno a la contraofen­siva, cuya demora está sembrando la inquietud en algunos despachos. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, dijo el mes pasado que la operación no comenzará hasta que sus militares reciban más armas de sus aliados, mientras The Washington Post atribuía recienteme­nte el retraso a las condicione­s meteorológ­icas, la escasez de munición y el retraso en las entregas de algunos sistemas de armamento. La frustració­n del liderazgo ucraniano en ese sentido es palmaria. El secretario de su Consejo de Seguridad y Defensa Nacional, Oleksiy Danilov, ha acusado a algunos de los aliados de Ucrania de «prometer una cosa y hacer otra completame­nte distinta».

Desde la /

OTAN sus dirigentes se defienden. «Más del 98% de los vehículos de combate prometidos a Ucrania ya han sido entregados. Eso significa en torno a 1.550 vehículos armados, 230 tanques y otros equipos, lo que incluye una gran cantidad de munición», dijo esta semana su secretario general, Jens Stoltenber­g. Esa lista de la compra incluye sistemas como las primeras baterías antimisile­s Patriot, importante­s para tratar de blindar los cielos del país, pero excluye armas aún por llegar como los tanques estadounid­enses Abrams.

También se espera que estén listas para finales de este mes las 12 nuevas brigadas de combate ucranianas, compuestas cada una de ellas por 4.000 soldados, que Washington y sus aliados han formado desde principios de año, según la reciente filtración de documentos de la inteligenc­ia estadounid­ense. No hay duda, por tanto, de que Ucrania contará con armas más sofisticad­as de las que tuvo el año pasado, cuando logró liberar las regiones al norte de Kiev en abril, la provincia de Járkov en septiembre y las márgenes occidental­es del Dniéper en Jersón en octubre. Pero todo indica a que esta vez será bastante más difícil. Rusia, que sigue ocupando una quinta parte del territorio ucraniano, ha dedicado los últimos meses a fortificar sus defensas como el mundo no había visto en muchas décadas.

De acuerdo / con algunas estimacion­es, derivadas de imágenes tomadas por satélite, sus militares han levantado una línea defensiva de 800 kilómetros en las inmediacio­nes del frente, que tiene unos 950 kilómetros. No muy distinta a la Línea Sigfrido erigida por los nazis en los años 30 o a la Línea Maginot construida por los franceses un poco antes. Las imágenes muestran tres líneas separadas de trincheras, con fosos antitanque, barreras con conos de hormigón, zonas intermedia­s minadas, torretas para las ametrallad­oras y búnkeres para el mando.

«El objetivo de esas defensas no es cerrar herméticam­ente el paso a las tropas ucranianas, sino ralentizar su avance y hacerlas vulnerable­s al contrataqu­e de la artillería y la aviación», dice King, el analista militar. Esa clase de líneas defensivas –sostiene– funcionaro­n bien en el siglo XX, cuando los ejércitos tenían cientos de miles de soldados, pero aquella era ya no existe. «Rusia tiene unos 120.000 soldados de combate en Ucrania y la cuestión pasa por saber si será capaz de poblar esas defensas con suficiente­s militares para que esos obstáculos verdaderam­ente lo sean. No olvidemos que una línea defensiva es tan buena como los soldados que la defienden», añade.

El optimismo / que la OTAN lleva vendiendo desde hace algún tiempo sobre la inminente contraofen­siva ucraniana contrasta con la evaluación para consumo interno de la inteligenc­ia estadounid­ense. De acuerdo con los documentos filtrados del Pentágono, Washington tiene muchas dudas de que los próximos meses puedan provocar un vuelco considerab­le en las zonas controlada­s por cada bando.

Pero en Ucrania las encuestas siguen reflejando una confianza extrema entre la ciudadanía, que cree mayoritari­amente que su país podrá ganar la guerra o, como mínimo, seguir reconquist­ando territorio. «Creo que nuestro liderazgo es muy consciente de lo que nos jugamos en la contraofen­siva», afirma el analista militar ucraniano del Razumkov Center, con sede en Kiev, Oleksiy Melnyk. «Sería mejor seguir obteniendo pequeñas victorias que fracasar porque nuestros objetivos son demasiado ambiciosos. De otro modo, nos exponemos a un conflicto congelado en el que Rusia pueda imponer los hechos sobre el terreno o ganar tiempo para lanzar nuevas ofensivas», añade Melnyk.

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EFE / EPA Un bombero frente a un depósito de petróleo incendiado en Sebastopol, en la Crimea ocupada por Rusia.

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