La veloz carrera de DeSantis pierde fuelle frente a la fortaleza de Trump
El gobernador de Florida se aleja del magnate en la pelea por la nominación Su radicalismo y carácter arisco le resta ascendencia entre los moderados
Puede que sea pasajero, pero es un bache. La meteórica carrera nacional de Ron DeSantis, el gobernador de Florida que durante meses ha aparecido como favorito para tomar el relevo de Donald Trump en el liderazgo del Partido Republicano, lleva unas semanas perdiendo fuelle. Y lo hace antes siquiera de que DeSantis haya formalizado el anuncio oficial de una candidatura para luchar por la nominación como candidato republicano para 2024 que se da por hecha, un paso que según las últimas informaciones podría llegar a mediados de mayo.
Algunos estrategas y estudiosos de la historia, y cualquier observador de la política estadounidense, saben que unas semanas no son tiempo suficiente para dar una carrera por hecha o deshecha. Pero los datos ahora mismo reflejan una caída en los sondeos de DeSantis frente a Trump. También un goteo constante y en ocasiones sonrojante de respaldos republicanos a la candidatura del expresidente para convertirse de nuevo en el nominado conservador para 2024. Y aunque algunos importantes donantes siguen llenando las arcas del gobernador, que ya rebosan con más de 100 millones de dólares, otros también destacados pisan el freno.
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A 28 PUNTOS DE TRUMP El momentum, ese concepto intangible pero fundamental en la política, se ha desvanecido para DeSantis. Si en enero, un par de meses después de su contundente reelección, aparecía a escasos 15 puntos de distancia de Trump en las encuestas, esta semana había caído hasta situarse a más de 28 de desventaja según la media que mantiene Real Clear Politics.
Cuando hace un par de semanas se fue a buscar respaldos a Washington, antes de emprender una gira internacional que le ha llevado a Japón, Corea del Sur, Israel y Reino Unido, salió escaldado. Varios de los congresistas republicanos dieron su apoyo a la candidatura de Trump justo tras la reunión, incluyendo numerosos de Florida. Y el expresidente ya tiene más de 80 entre congresistas y otros cargos estatales. DeSantis, que está lastrado por un estilo huraño y arisco que no le ganó muchos amigos en su época de congresista ni desde que ocupa el gobierno de Tallahassee, solo cinco.
Parte de lo que le está pasando a DeSantis son heridas que muchos consideran autoinfligidas. La guerra en la que se ha embarcado con Disney después de que la corporación denunciara su retrógrada ley no digas gay ha llegado a los tribunales y ha abierto una brecha en el Partido Republicano. No todos están por la labor de llevar a los extremos los enfrentamientos con el mundo empresarial, por más que se denuncie su supuesta deriva woke. Y Kevin McCarthy, speaker de la House, el viernes le llamaba a «sentarse y negociar». (McCarthy también denunciaba su amenaza de construir una prisión junto a Disney World).
No es solo cuestión de la guerra con Disney. La radicalidad de DeSantis preocupa a quienes, además de pasar página respecto a Trump, creen que el camino a la victoria en 2024 frente a Joe Biden pasa por tratar de ganar a votantes moderados e independientes. Y dudosamente pueda conseguirse con iniciativas como las de DeSantis: ha ampliado de la ley que limita la educación sobre género y cuestiones LGBTQ y restringe también la enseñanza sobre raza, ha relajado las leyes de control de armas permitiendo portarlas ocultas en su estado sin permisos o pruebas de haber recibido entrenamiento, ha intensificando restricciones al voto que afectarán sobre todo a ciudadanos negros y ha rebajado los estándares para poder imponer la pena de muerte, eliminando el requisito de unanimidad del jurado. Su postura respecto a la guerra de Ucrania (que llegó a tildar de «disputa territorial» antes de intentar matizar sus palabras bajo presión) también ha creado tensiones e incomodidad en el partido.
DeSantis / además ha firmado una ley que prohíbe en Florida el aborto más allá de las seis semanas de gestación, un tema perdedor en un país donde la defensa de los derechos reproductivos está movilizando votantes a favor de los demócratas. Ha propuesto veto de libros en bibliotecas. Y los dos factores eran los que citaba recientemente en una entrevista con el Financial Times el milmillonario Thomas Petterfy para explicar por qué él «y un puñado de amigos» han decidido por ahora pausar su respaldo económico a DeSantis y están «guardando la pólvora seca».
De momento, no consigue romper la narrativa que sitúa al expresidente como favorito para hacerse con la nominación, aunque en sondeos sobre un posible duelo con Biden, DeSantis tiene mejores perspectivas que Trump. Y algunos plantean que el equipo de aliados del que se ha rodeado para formar el comité de exploración de la candidatura y la posible campaña tiene como puntos débiles la falta de experiencia en luchas por la presidencia y es demasiado convencional para enfrentar a alguien que reta tanto convenciones y normas como Trump.
Incluso así, DeSantis mantiene respaldos también importantes, como el del magnate hotelero Robert Bigelow, que donó 20 millones de dólares a su súper comité de acción política Never Back Down (algo así como «ni un paso atrás»). Y aún «tiene tiempo para corregir el rumbo», según el estratega republicano Doug Heye.
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