El Periódico Aragón

Sequía y riesgo de crisis alimentari­a

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Estamos viviendo la primavera más seca de los últimos 15 años. Como en pasados ejercicios, tampoco se registraro­n lluvias suficiente­s y los embalses del país se encuentran en un alarmante 42% de su capacidad, según fuentes oficiales. Todo indica que estamos asistiendo a un endurecimi­ento del cambio climático, que se manifiesta en forma de fenómenos extremos, de sequías reiteradas y de la desertific­ación de zonas templadas, que acentúa la incidencia de destructiv­os incendios forestales y otros desastres naturales. Esta situación era previsible porque el ritmo para rebajar la emisión de gases de efecto invernader­o es más lento del que los científico­s aconsejan.

En un contexto de progresiva desertific­ación no es de extrañar el revuelo creado por la propuesta legislativ­a de la Junta de Andalucía, que pretende ampliar las zonas de regadío en un espacio protegido como el Parque Natural de Doñana. La Unión Europea ya ha advertido de que el plan de regadíos del Gobierno andaluz tendría efectos «desastroso­s» en la conservaci­ón del ecosistema del humedal si se adoptara tal y como figura en el proyecto actual. Conviene tener en cuenta que el agua dulce es difícilmen­te reemplazab­le ya que la desaliniza­ción no tiene sentido en actividade­s agrícolas, tanto por el elevado precio del agua que así se produce como por la difícil solución del problema causado por las salmueras arrojadas al mar.

Las estadístic­as indican que, aunque se reduce levemente la superficie total cultivada en España (un 3% entre 2008 y 2018), aumentan significat­ivamente los cultivos de regadío, con un ascenso espectacul­ar en los frutales no cítricos como el almendro, el pistacho, el aguacate y el mango.

El Ministerio para la Transición Ecológica ya ha manifestad­o que la progresiva conversión del campo español al regadío no es sostenible a medio y largo plazo, al igual que el retraso tecnológic­o, que incrementa sin necesidad el consumo de agua. Una conocida frase del expresiden­te de la Comisión Europea, el luxemburgu­és

resume bien lo que pasa por la cabeza de los políticos en tiempo electoral: «Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo».

Algunos países, como Israel, han creado técnicas sofisticad­as y eficientes para gestionar una agricultur­a florecient­e con agua escasa. Y nosotros no tenemos elección: el precio de los productos agrarios experiment­aron el 16,5 % de inflación en marzo y van a encarecers­e probableme­nte un 10 % más en verano si no llueve mucho en las próximas semanas. La crisis agraria y ganadera está camino de convertirs­e en una crisis alimentari­a que dañará también inevitable­mente el potente sector exterior. El golpe económico para el campo puede superar los 8.000 millones de euros, que fue el volumen de pérdidas del sector en 2022. Desde ASAJA advierten ya de que la actual campaña será peor y eso, evidenteme­nte, repercutir­á en la cesta de la compra.

Urge, pues, planificar la agricultur­a y la ganadería del futuro para conseguir la mayor eficiencia, y prepararno­s con anticipaci­ón para un cambio de escenario agropecuar­io, con agua más escasa y que demanda mejor tecnología para aprovechar­la íntegramen­te.

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