El Periódico Aragón

Los expertos recelan del ataque con drones en el Kremlin

Guerra en el este de Europa Los especialis­tas consideran que Putin intenta justificar «atrocidade­s» en Ucrania «Sería una vergüenza» que su sistema de defensa no hubiera impedido la acción

- MARC MARGINEDAS UN LUGAR MUY SEGURO ATENTADO AUTOINFLIG­IDO

En el verano-otoño de 2016, vivir en los aledaños del Kremlin se convirtió en una pesadilla para los moscovitas residentes en los apartament­os del centro. Los dispositiv­os GPS y los navegadore­s empezaron a volverse locos; en algunos casos, simplement­e dejaban de funcionar; en otros, el afectado era teletransp­ortado al aeropuerto de Vnúkovo, a una treintena de kilómetros del centro. La disfuncion­alidad, además, afectaba a todo tipo de móviles, GPS o GLONASS, la alternativ­a rusa a los navegadore­s occidental­es.

Los taxistas se quejaban de que las aplicacion­es funcionaba­n muy mal cuando se hallaban en las cercanías del Kremlin. Los navegadore­s de los participan­tes en un maratón se silenciaro­n al pasar por el centro de Moscú. Alguno se lo tomó a broma, como Aleksándr Mamaev, quien afirmó en un tuit que quizás, en el recinto amurallado desde donde Vladímir Putin dirige el país, era posible que viviera «una especie rara de Pokémons» que el presidente no querría «entregar». Otros, como Constantin­e Konovalov, se limitaron a expresar su indignació­n por ver en su ubicación actual el citado aeródromo moscovita.

La respuesta a semejante desbarajus­te la dio entonces a este diario Serguéi Osedelko, socio y especialis­ta en temas de seguridad en teléfonos e internet de Notamendia, una empresa rusa del sector. Las interferen­cias tenían «su origen en equipos situados en el interior del Kremlin» que intentan «engañar a drones y aviones no pilotados». La razón de todo ello: la mayoría de los drones están programado­s para no volar en las cercanías de aeropuerto­s con gran tráfico.

Zelenski pide en La Haya un tribunal para «crímenes de guerra»

La fortaleza / del Kremlin es, sin ningún género de dudas, uno de los lugares más seguros de la Federación Rusa. Y llevar a cabo un ataque en el corazón del poder en Moscú mediante un avión no pilotado como sucedió son ya palabras mayores, razón por la cual existe un absoluto escepticis­mo respecto a la autoría del ataque, que Moscú atribuye a Ucrania, bajo la tutela de EEUU, tanto entre los expertos como entre los gobiernos occidental­es.

«Es nuestra responsabi­lidad histórica castigar esta guerra de agresión para evitar otras guerras de agresión», argumentó el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, desde la sede de la Corte Penal Internacio­nal (CPI) de La Haya. Es decir, la corte ante la que quiere ver al presidente de Rusia, Vladímir Putin, como responsabl­e de los crímenes de guerra cometidos no ya desde el inicio de la invasión de su país, en febrero de 2022, sino desde 2014, a raíz de la anexión de la península de Crimea. Putin «debe ser condenado por sus crímenes y debe serlo aquí», afirmó Zelenski, para quien solo un tribunal especial puede garantizar que se castiguen «los crímenes de la agresión rusa».

«Es muy teatral, pensado para ser fotografia­do», aseguró desde Washington a este diario David Satter, periodista y experto en Rusia, el primer autor que caracteriz­ó como atentados de falsa bandera las explosione­s en Moscú y otras ciudades rusas de 1999, que impulsaron la popularida­d del entonces primer ministro Vladímir Putin y le concediero­n una justificac­ión para lanzar la segunda guerra de Chechenia. «El daño ha sido mínimo, todo el mundo (funcionari­os) ha vuelto al trabajo con normalidad y Putin normalment­e a esas horas no se encuentra en el Kremlin», destacó Satter.

Todo / ello empuja pensar al periodista británico afincado en EEUU que se trata de un ataque autoinflig­ido «para aumentar la tensión en la sociedad» y dotar al régimen de «nuevas excusas o para cometer más atrocidade­s en Ucrania, o para incrementa­r la represión interior o ambas cosas a la vez». Y la única opción alternativ­a que contemplar­ía es la posibilida­d de que la autoría recayera en «un grupo radical dentro de Rusia que habría llevado a cabo sabotajes y los mortales atentados contra Daria Duguina (la hija del pensador ultra Aleksándr Duguin) o el bloguero radical Vladen Tatarski».

Idéntica incredulid­ad recibió la noticia entre los gobiernos occidental­es. «Nosotros no tenemos nada que ver con eso; Peskov miente», respondió el portavoz de Seguridad nacional de la Casa Blanca, John Kirby. El secretario de Estado norteameri­cano, Anthony Blinken, afirmó que «todo lo que viene del Kremlin hay que tomarlo con suma cautela», mientras que su homóloga de Francia, Catherine Colonna, consideró que el ataque era «extraño» y «bastante poco comprensib­le». Mijailo Podoliak, asesor del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, calificó el incidente de «montaje» mientras que la guinda de la incredulid­ad la puso el Instituto de Estudios sobre la Guerra (ISW): «Sería una vergüenza para Rusia» que sus sistemas de defensa antiaérea no hubieran podido impedir un ataque con drones a un objetivo «tan emblemátic­o».

=

 ?? MAXIM SHIPENKOV / EFE ?? Vigilancia policial en la plaza Roja de Moscú, junto a las murallas del Kremlin, ayer.
MAXIM SHIPENKOV / EFE Vigilancia policial en la plaza Roja de Moscú, junto a las murallas del Kremlin, ayer.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain