Los expertos recelan del ataque con drones en el Kremlin
Guerra en el este de Europa Los especialistas consideran que Putin intenta justificar «atrocidades» en Ucrania «Sería una vergüenza» que su sistema de defensa no hubiera impedido la acción
En el verano-otoño de 2016, vivir en los aledaños del Kremlin se convirtió en una pesadilla para los moscovitas residentes en los apartamentos del centro. Los dispositivos GPS y los navegadores empezaron a volverse locos; en algunos casos, simplemente dejaban de funcionar; en otros, el afectado era teletransportado al aeropuerto de Vnúkovo, a una treintena de kilómetros del centro. La disfuncionalidad, además, afectaba a todo tipo de móviles, GPS o GLONASS, la alternativa rusa a los navegadores occidentales.
Los taxistas se quejaban de que las aplicaciones funcionaban muy mal cuando se hallaban en las cercanías del Kremlin. Los navegadores de los participantes en un maratón se silenciaron al pasar por el centro de Moscú. Alguno se lo tomó a broma, como Aleksándr Mamaev, quien afirmó en un tuit que quizás, en el recinto amurallado desde donde Vladímir Putin dirige el país, era posible que viviera «una especie rara de Pokémons» que el presidente no querría «entregar». Otros, como Constantine Konovalov, se limitaron a expresar su indignación por ver en su ubicación actual el citado aeródromo moscovita.
La respuesta a semejante desbarajuste la dio entonces a este diario Serguéi Osedelko, socio y especialista en temas de seguridad en teléfonos e internet de Notamendia, una empresa rusa del sector. Las interferencias tenían «su origen en equipos situados en el interior del Kremlin» que intentan «engañar a drones y aviones no pilotados». La razón de todo ello: la mayoría de los drones están programados para no volar en las cercanías de aeropuertos con gran tráfico.
Zelenski pide en La Haya un tribunal para «crímenes de guerra»
La fortaleza / del Kremlin es, sin ningún género de dudas, uno de los lugares más seguros de la Federación Rusa. Y llevar a cabo un ataque en el corazón del poder en Moscú mediante un avión no pilotado como sucedió son ya palabras mayores, razón por la cual existe un absoluto escepticismo respecto a la autoría del ataque, que Moscú atribuye a Ucrania, bajo la tutela de EEUU, tanto entre los expertos como entre los gobiernos occidentales.
«Es nuestra responsabilidad histórica castigar esta guerra de agresión para evitar otras guerras de agresión», argumentó el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, desde la sede de la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya. Es decir, la corte ante la que quiere ver al presidente de Rusia, Vladímir Putin, como responsable de los crímenes de guerra cometidos no ya desde el inicio de la invasión de su país, en febrero de 2022, sino desde 2014, a raíz de la anexión de la península de Crimea. Putin «debe ser condenado por sus crímenes y debe serlo aquí», afirmó Zelenski, para quien solo un tribunal especial puede garantizar que se castiguen «los crímenes de la agresión rusa».
«Es muy teatral, pensado para ser fotografiado», aseguró desde Washington a este diario David Satter, periodista y experto en Rusia, el primer autor que caracterizó como atentados de falsa bandera las explosiones en Moscú y otras ciudades rusas de 1999, que impulsaron la popularidad del entonces primer ministro Vladímir Putin y le concedieron una justificación para lanzar la segunda guerra de Chechenia. «El daño ha sido mínimo, todo el mundo (funcionarios) ha vuelto al trabajo con normalidad y Putin normalmente a esas horas no se encuentra en el Kremlin», destacó Satter.
Todo / ello empuja pensar al periodista británico afincado en EEUU que se trata de un ataque autoinfligido «para aumentar la tensión en la sociedad» y dotar al régimen de «nuevas excusas o para cometer más atrocidades en Ucrania, o para incrementar la represión interior o ambas cosas a la vez». Y la única opción alternativa que contemplaría es la posibilidad de que la autoría recayera en «un grupo radical dentro de Rusia que habría llevado a cabo sabotajes y los mortales atentados contra Daria Duguina (la hija del pensador ultra Aleksándr Duguin) o el bloguero radical Vladen Tatarski».
Idéntica incredulidad recibió la noticia entre los gobiernos occidentales. «Nosotros no tenemos nada que ver con eso; Peskov miente», respondió el portavoz de Seguridad nacional de la Casa Blanca, John Kirby. El secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, afirmó que «todo lo que viene del Kremlin hay que tomarlo con suma cautela», mientras que su homóloga de Francia, Catherine Colonna, consideró que el ataque era «extraño» y «bastante poco comprensible». Mijailo Podoliak, asesor del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, calificó el incidente de «montaje» mientras que la guinda de la incredulidad la puso el Instituto de Estudios sobre la Guerra (ISW): «Sería una vergüenza para Rusia» que sus sistemas de defensa antiaérea no hubieran podido impedir un ataque con drones a un objetivo «tan emblemático».
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