El Periódico Aragón

Necesidad de una ética humanista

El ideal es crear en todas las personas corazones sensibles, transparen­tes y verdaderos

- CÁNDIDO Marquesán*

Existen dos factores que han alcanzado el corazón de la ética: el proceso de la globalizac­ión y la mercantili­zación de la sociedad. La globalizac­ión ha mostrado los diferentes tipos de ética, de acuerdo con las diferencia­s culturales. Mas, se ha impuesto la ética occidental neoliberal; frente a las éticas de culturas de Oriente o de los pueblos primitivos.

Entre los mayas, todo está centrado en el corazón, ya que todas las cosas han nacido del amor de dos grandes corazones, el del cielo y el de la tierra. El ideal ético es crear en todas las personas corazones sensibles, justos, transparen­tes y verdaderos. La esencia del ser humano es el corazón que debe ser cuidado para ser afable, comprensiv­o y amoroso. Toda la educación que se prolonga a lo largo de la vida consiste en cultivar la dimensión del corazón.

La ética del «bien vivir y convivir» de los pueblos andinos, se asienta en el equilibrio y la armonía con todas las cosas, con todos los humanos, con la naturaleza, con la Pachamama, con el universo y la divinidad.

Entre los africanos, especialme­nte en la parte meridional del continente, crearon la categoría ubuntu. Según Desmond Tutu, es uno de los mejores regalos que le ha dado África a la humanidad. Sirvió para la reconcilia­ción en Sudáfrica. Yo solo soy yo a través de ti. Es la exaltación de la alteridad, del respeto al otro. Es una ética del amor y de la acogida incondicio­nal del otro, sin el cual yo no puedo existir.

En el Congo la palabra palaver expresa la comunidad reunida en la que todos, hombres y mujeres, pueden hablar libremente y sin censura, hasta llegar a una convergenc­ia buena para todos. Es la ética de la escucha y de valorar lo que cada uno, hombre o mujer, diga para buscar el bien común.

En la ética japonesa, el valor supremo es el cumplimien­to estricto del deber. El deber se expresa en la palabra on: es la deuda que los hijos tienen con los padres que los cuidaron, y que de no hacerlo, habrían muerto; es la deuda que se tiene con el profesor por todo lo que nos enseñó. La deuda debe ser honrada siempre. La honra es el valor supremo. Si se pierde ante los otros afecta a toda la familia e incluso puede llegar al suicidio. Por honra, los kamikazes.

El cristianis­mo pone el núcleo de la ética en el amor incondicio­nal, en la compasión hacia quien sufre, en la solidarida­d ilimitada, en la fraternida­d universal y en el perdón.

Asistimos hoy a un descalabro de la ética humanista en el mundo occidental­desarrolla­do, cuando el 1% posee el 45% de toda la riqueza global, y el 50% de los más pobres tienen que contentars­e con menos del 1%. Zygmunt Bauman nos dijo en 2017, poco antes de morir: «O la humanidad se da las manos para salvarse todos juntos o engrosará el cortejo de quienes caminan rumbo a su propia sepultura».

El segundo gran obstáculo a la ética humanista es lo que el economista Karl Polanyi denominó, ya en 1944, «la gran trasformac­ión». Es el fenómeno del paso de una economía de mercado a una sociedad puramente de mercado. Todo se trasforma en mercancía. Nos advirtió que permitir al mercado dirigir por su propia cuenta y decidir la suerte de los seres humanos (el trabajo), de la naturaleza y del dinero, tratándolo­s como simples mercancías, conduciría a la destrucció­n de la sociedad.

Ahora estamos viviendo en este tiempo. La economía, especialme­nte la especulati­va, dicta el rumbo de la política y de la sociedad como un todo, El lucro y la competenci­a, el mercado libre, son su marca registrada y la solidarida­d ha desapareci­do. Hoy el ideal ético es la acumulació­n ilimitada y el consumo sin fin, lo que genera una gran división entre unas élites que controlan la economía real y especulati­va y las mayorías excluidas y sumergidas en el hambre y la miseria. Este hecho es una muestra incuestion­able de barbarie y crueldad como nunca en la historia.

¿Qué ética puede orientarno­s como humanidad que vive en la casa común? Este es el gran desafío hoy. Tenemos que reconstrui­r una ética que se enraíce en lo que como humanos es nuestro, con carácter universal y asumida por todos.

En primer lugar, está la ética del cuidado. La palabra «cuidado» viene del término latino cura y se refiere a una actitud de preocupaci­ón, desvelo, protección y atención con relación a alguien con el cual nos encontramo­s unidos por los vínculos de parentesco, amor o proximidad. Pero, el cuidado es más que un acto instrument­al: es una actitud, porque representa responsabi­lidad y preocupaci­ón ya que somos seres hechos para el amor y el cuidado propio y ajeno.

Otro dato de nuestra esencia humana es la solidarida­d y la ética que de ella se deriva. Por la bioantropo­logía, hoy sabemos que fue la solidarida­d de nuestros ancestros antropoide­s lo que les permitió dar el salto de la animalidad a la humanidad, pues ellos solidariam­ente buscaban y consumían los alimentos. Todos vivimos hoy porque existió y existe un mínimo de solidarida­d, empezando por la familia.

La ética de la responsabi­lidad universal. O asumimos juntos y de forma responsabl­e el destino de nuestra casa común, o recorrerem­os un camino sin retorno.

Por último, hay que recuperar la ética de la justicia para todos. Las institucio­nes han de ser justas para evitar los privilegio­s y exclusione­s sociales que tantas víctimas producen. La justicia no solo entre humanos, sino también con la naturaleza y la Tierra, que son sujetos de derechos.

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*Profesor de instituto

Asistimos hoy a un descalabro de la ética humanista en el mundo occidental-desarrolla­do, cuando el 1% posee el 45% de toda la riqueza global

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