Narcisistas
Los nuevos narcisistas ya no se miran al espejo de las aguas, como hacia el original Narciso, ni tampoco, siquiera, en las lunas de los escaparates o en los espejos de los ascensores (aunque también), sino, sobre todo, en la pantalla del móvil. Su imagen habrá de estar bien enfocada para, cuando obture el disparador, inmortalizar su mejor sonrisa, pícara mirada o descacharrante mueca con el objetivo de impresionar a los demás, ese grupo desde el cual otros narcisistas, a su vez le reenviarán imágenes divertidas, provocativas y sexys, enmarcados en viajes, aventuras, escuetos bikinis, ceñidas camisetas, o con la máscara facial sobreexcitada ante una hamburguesa triple a punto de ser devorada.
No utilizan dichos narcisos y narcisas de hoy sus portátiles para intercambiar poemas, poemas sinfónicos, sinfonías de ideas o ideales artísticos, sino para darse el gustazo de reflejarse a si mismos en autorretratos que día a día, hora a hora irán contando su monótona historia (que a ellos les parece genial): dónde están, con quién, qué les pasa, si bailan, se besan, si compran o viajan en moto, lo bien y atractivos que se sienten con el pelo cortado a lo defensa central, escarbadas cejas, depilados pechos, bíceps brillantes de aceite a un sol que no brilla tanto como ellos...
En cuanto a la felicidad, nuestros modernos narcisos serán dichosos con su móvil y con algún espectador presencial que anticipe su éxito divulgativo en redes sociales, cientos, miles de seguidores rindiéndose a su estética, liderazgo y carisma, hablando de él, de lo simpático, gracioso y divertido que es, de sus pectorales, del nuevo recurso estético, cirugía o tatuaje que marca su cuerpo con la estética de la modernidad.
Tal vez, injustamente, no les contraten, paguen, remuneren tanto esfuerzo con un contrato a su altura, pero no será por su frivolidad o insuficiencia profesional (no son conscientes) sino porque el mundo alrededor es feo, vulgar, injusto, un infierno de seres sin depilar y mal gusto. El clásico Narciso regresó a la superficie del lago para, viéndose tan bello, prendado de sí, ahogarse al intentar besarse. Sus sucesores seguirán admirándose en la pantalla de su móvil, ahogándose en banalidad.
Todo sea por la imagen.
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Nuestros modernos ‘narcisos’ serán dichosos con su móvil y con algún espectador presencial