Y ahora ¿quién nos salva?
Un buen ejercicio para tomarle el pulso a la realidad social es subirse al bus urbano y sacar las antenas auditivas. Como vivimos en un territorio en el que la gente, aunque cada vez menos, aún interactúa entre sí y más si vives en un barrio, llegas a oír conversaciones de lo más curiosas sobre las preocupaciones del personal.
Esta semana escuché a una pareja de septuagenarias indignadísimas. Al parecer han eliminado de la parrilla televisiva el Sálvame, y claro ¿Qué van a hacer ellas ahora? Tan acompañadas que pasan la tarde instalándose en la vida de los famosos y vividores del papel cuché de este país.
Les podrá parecer una tontería la conversación de estas viajeras de la línea 35, pero a mi me manifestó como mínimo dos evidencias. La primera la gran incultura que arrojaron los años del absolutismo franquista, y la segunda la gran soledad no deseada en la que viven nuestros mayores.
De lo primero ya hablaremos otro día, pero a la soledad no deseada hay que buscarle soluciones inmediatamente.
No se trata de que sea malo estar solo sino que cuando se está por obligación se genera un estado psicológico que reduce las habilidades sociales , la confianza y la seguridad de las personas y lo más grave, acaban teniendo problemas de salud. Por lo tanto, no es solo un asunto personal sino que supone un problema social y sanitario. En España se estima que el 13,4% de las personas sufren soledad no deseada.
Ahora que es el momento de lanzarnos las líneas políticas que nos lleven a las urnas, desde mi rincón apelo a que todos los candidatos se tomen muy en serio este tema y hagan propuestas que apuesten por políticas integrales y transversales que alcancen a toda la población, ya que para todo el mundo no sirven las mismas fórmulas.
El abordaje sociosanitario es clave y el acompañamiento a través de profesionales de la psicología que en estos momentos no tenemos en el sistema público en suficiencia es fundamental, porque en el manual de la vida no aparecía cómo aprender a gestionar el aislamiento. Potenciar actividades de convivencia es básico, pero también de entretenimiento en el propio hogar para que lleguen a todo aquel que desee realizarlas, y por lo tanto se tienen que ir adaptando a las nuevas realidades, incorporando en este momento las nuevas tecnologías. También lo es su accesibilidad porque ni todo el mundo tiene las mismas capacidades físicas, cognitivas, culturales… ni mucho menos económicas.
Porque no puede ser que se elimine el Sálvame de la tele y la preocupación de quienes encuentran en él compañía sea ¿y ahora quién nos salva?
Fórmulas mágicas no las hay, pero la pastillica que se suele enchufar a cualquiera que manifiesta sentir un vacío, esa no cura sino todo lo contrario.
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*Socióloga