El Periódico Aragón

Cuando la inflación perjudica la salud

-

En cualquier supermerca­do se puede observar la subida de precios en la cesta de la compra que afecta a nivel general en todos los bolsillos, pero los efectos de esta inflación no son iguales para todos. Afecta a los más vulnerable­s, y hay un indicador que hace evidente esta desigualda­d: la salud de la población. El poder adquisitiv­o es un factor determinan­te –aunque no el único– en la calidad de la alimentaci­ón y otros hábitos (por ejemplo, hacer deporte), de manera que si el poder adquisitiv­o de las familias decae, como está ocurriendo en estos tiempos de inflación, las familias más vulnerable­s ven más perjudicad­a su salud que otras que pueden mantener su capacidad de compra. Hay presupuest­os familiares para los que el problema ya no es llegar a final de mes sino poner un plato en condicione­s en la mesa. Un estudio de la Fundación Pau Gasol señala, por ejemplo, un caso particular, el porcentaje de obesidad infantil, que alcanza el 16% en los hogares más desfavorec­idos (superior al 11,2% de media). Esta brecha alimentari­a, advierten médicos consultado­s por este diario, va en aumento. Y hay motivos para la preocupaci­ón, porque aunque el índice general del IPC se modera, el precio de los alimentos sigue subiendo cada mes, y la sequía puede acabar agravando la situación. Uno de los primeros signos de pobreza es la desaparici­ón en la cesta de la compra de los alimentos frescos, que son los más sanos pero también los más caros. Tampoco son productos comunes en los bancos de alimentos, que confirman un importante aumento de las personas que recurren a ellos.

Combatir la inflación es un objetivo que se mueve en el ámbito de la macroecono­mía pero que si aterrizamo­s en sus efectos en las economías familiares, afecta directamen­te la salud pública y la equidad social. Es importante remarcar este dato, por ejemplo a la hora de valorar medidas como la subida de tipos del Banco Central Europeo que tiene por objetivo evitar la escalada inflacioni­sta aunque conlleve consecuenc­ias dolorosas como encarecer los préstamos. Tampoco es nada fácil buscar un equilibrio en las políticas públicas que permitan aliviar a los ciudadanos el aumento del coste de la vida sin compromete­r las cuentas del Estado más allá de lo prudente. Del mismo modo que la austeridad a toda costa es contraprod­ucente (ya lo vimos en la crisis del euro), también lo es mantener una deuda pública insostenib­le que acabe pasando factura a largo plazo.

Por todo lo anterior, frente a propuestas más o menos populistas de aplicar bonificaci­ones generales a los precios de los alimentos con unos efectos que serían por lo menos discutible­s (si es generaliza­do, puede acabar resultando inocuo) u ocurrencia­s como la creación de supermerca­dos públicos, es preferible concentrar las políticas y el gasto público en dar respuesta a aquellos colectivos que más están sufriendo la inflación. También hay que seguir trabajando en medidas consensuad­as que evitan la conflictiv­idad social. Estos días hemos tenido un buen ejemplo de ello en el acuerdo salarial entre la patronal y los sindicatos, que contempla una subida moderada para no devaluar más los salarios, pero que da margen a las empresas para seguir generando crecimient­o y empleo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain