Martín Vigil: ¿sueños rotos?
Mariano Aguas Jáuregui
A todos nos queda en nuestro interior esas sensaciones tan agradables de nuestra época juvenil y a mí me cogió entre las décadas de los 60 y 70. Seguramente, las rememoramos con frecuencia e incluso magnificándolas y sobre todo cuando ya te vas haciendo mayor. Literariamente, fue en esa época, cuando José Luis Martín Vigil, un cura jesuita, expulsado de la orden, homosexual, condición que nunca llegó a negar, escritor que abordó temas tan intocables como la sexualidad, las drogas, la novela erótica, que constituyeron una luz, un rayo de esperanza en aquella sociedad que nos tocó vivir en muchas situaciones, coartada. Sus obras descansan en mi librería (suelo guardar todos los libros, es una manía) ya con sus páginas amarillas por el paso del tiempo, silenciosas, pero nunca olvidadas, posiblemente obsoletas, dirán muchos, no lo sé o no lo tengo claro.
Leí, ávido de emoción, La vida sale al encuentro ¡cómo no! Sexta galería, La muerte está en el camino, Una chabola en Bilbao ¡cómo me gustó! Los curas comunistas, Cierto olor a podrido, Tierra brava, Primer amor, primer dolor y otras tantas…
Vigil se quedó siempre en mi recuerdo, pero hace poco se cierne sobre él una sombra, un nubarrón negro ya que se le acusa de doce casos de pederastia. Una pena que no esté él para oírlo. Siempre le quedará la presunción de inocencia y a mí la incertidumbre, la duda y algo se oscurece en mi interior y tampoco me gustaría que se convirtiese en otro de esos curas malditos. Duele y duele que sea un ídolo con los pies de barro, un ídolo que fue capaz de escribir La vida sale al encuentro, que estoy convencido que todas las páginas de todos los ejemplares están todavía humedecidas por las lágrimas de los lectores. Un libro, que a mi parecer, en aquella época fue como dar un paso adelante, progresista de la literatura juvenil en su momento, que manejaba perfectamente los sentimientos y situaciones de aquellos personajes y que seguramente la censura franquista le impedía a Vigil desmelenarse
Si los casos de pederastia fuesen ciertos, no se lo perdonaría, sin embargo la inclinación homosexual, sí. Podría decirles, ¿alguien critica o rechaza o niega a