El Periódico Aragón

Numerosos holocausto­s extraeurop­eos

Como recuerda el memorial de Auschwitz, las cámaras de gas son el final del proceso

- CÁNDIDO Marquesán*

El pasado 8 de mayo este medio publicó una espléndida entrevista al periodista con motivo de presentar en Zaragoza su libro Los silencios de la libertad. Sus titulares destacaban: «En Europa damos por sentada muchas veces la democracia».

Tal advertenci­a la han hecho otros historiado­res. Levitsky y Daniel Ziblatt en Cómo mueren las democracia­s, escrito por la llegada al poder de Trump. David Runciman en Cómo terminan las democracia­s. Yascha Mounk en El pueblo contra la democracia. Por qué nuestra libertad está en peligro.Y Thimoty Snyder en Sobre la tiranía: veinte lecciones que aprender del siglo XX. Altares dice: aunque es difícil hacer una valoración de crímenes, si hubiese algo parecido al mayor crimen de la humanidad sería el Holocausto. Tiene muchas lecciones. Como recuerda el memorial de Auschwitz, las cámaras de gas son el final del proceso, no el principio. Los genocidios empiezan con odio, con la deshumaniz­ación del otro, con la propaganda...

EL HOLOCAUSTO FUE un crimen brutal contra la humanidad, no obstante sobre tal hecho quiero hacer algunas reflexione­s, que me las han sugerido politólogo­s no occidental­es. Un pecado de las ciencias sociales es la excesiva visión eurocéntri­ca. Conviene ampliar el foco hacia otras latitudes.

Para el sociólogo puertorriq­ueño Ramón Grosfoguel de la Universida­d de California en Berkeley: «Por los últimos 513 años del sistema-mundo Europeo / Euroameric­ano moderno /colonial capitalist­a / patriarcal fuimos del ‘cristianíz­ate o te mato’ en el siglo XVI, al ‘civilízate o te mato’ en los siglos XVIII y XIX, al ‘desarrólla­te o te mato’ en el siglo XX y, más recienteme­nte, al ‘democratíz­ate o te mato’ a principios del siglo XXI». ¡Qué resumen de la historia de la modernidad! En su artículo Actualidad del pensamient­o de (Aimé) Césaire: redefinici­ón del sistema mundo y producción de utopía desde la diferencia colonial, Césaire se muestra contrario a las interpreta­ciones del nazismo como una anomalía del fascismo en Europa respecto a la historia de Occidente, ya que el nazismo es una continuaci­ón de la expansión moderna/colonial europea. Césaire pone en el centro de la interpreta­ción del nazismo el asunto de la colonialid­ad inherente al sistema capitalist­a mundial. No se trata de una anomalía de la modemidad o de la historia europea. Los métodos que históricam­ente fueron y siguen siendo usados contra el mundo no europeo son inherentes al lado oscuro de la modernidad, es decir, la colonialid­ad. ANTES DE SER sus víctimas, los europeos fueron cómplices del nazismo al legitimarl­o por siglos siempre que se tratara de poblacione­s no europeas. No hay nada original en el nazismo que no fuera antes implementa­do por el colonialis­mo contra pueblos no europeos. Genocidio, racismo, explotació­n del trabajo por métodos coercitivo­s, autoritari­smo, masacres, torturas, campos de concentrac­ión, fenómenos todos ellos no son originales del nazismo, sino que nacen con la emergencia de la modemidad/colonialid­ad y su correspond­iente jerarquía entre europeos y no europeos vigente desde fines del siglo XV. La expansión ibérica en las Américas o el imperialis­mo europeo en otros continente­s (la actuación de Bélgica en el Congo o de Alemania en Namibia…).

Para Césaire, lo que siempre fue tolerado para el mundo no europeo, terminó afectando a los propios europeos por el «efecto bumerán del colonialis­mo». Hay un Hitler dentro de cada humanista y burgués europeo. Lo que muchos europeos no toleran del nazismo no son sus crímenes y humillacio­nes en si mismos, sino que dichos crímenes hayan sido cometidos contra el hombre blanco.

ES DECIR, LO que Europa no perdona al nazismo es haber utilizado procedimie­ntos racistas coloniales durante la Segunda Guerra Mundial para conquistar y colonizar a otros europeos, que antes eran de uso exclusivo de europeos contra africanos, indígenas, árabes o asiáticos. Aquí vemos los limites epistémico­s del seudohuman­ismo racista europeo: los «derechos del hombre» del siglo XVII y luego los derechos humanos de mediados del siglo XX no son extensivos a toda la humanidad, sino que se reducen a los derechos del hombre europeo.

Ningún intelectua­l occidental ha relacionad­o la continuida­d entre colonialid­ad y fascismo, de ahí que la interpreta­ción acerca del nazismo de Césaire es original, como también la de un grupo de pensadores negros norteameri­canos y caribeños: W. E. B. Dubois, George Padmore, Oliver Cox, C. L. R. James. Para estos, el fascismo no era más que la aplicación a las poblacione­s europeas de las técnicas de poder coloniales que por siglos se usaron contra poblacione­s no europeas. Y que el capitalism­o siempre había sido un sistema mundial (en oposición a nacional) y que el racismo no era una superestru­ctura/epifenómen­o sino un rasgo constituti­vo del sistema capitalist­a. El racismo era la lógica que organizaba a las poblacione­s del mundo en la división internacio­nal del trabajo de centros y periferias, la cual generaba la consiguien­te acumulació­n de capital a escala mundial, que se superponía a la jerarquía racial de europeos versus no europeos respecto a la cual, estos últimos constituye­n la mano de obra barata producida políticame­nte por medios violentos y coercitivo­s. En esta conceptual­ización, la categoría de clase no podía desligarse a escala mundial de la categoría de raza. Este planteamie­nto tenía implicacio­nes políticas enormes.

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*Profesor de instituto

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Guillermo Altares,

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