El vídeo mató a la estrella de la radio
En El imperio de la luz, película de Mendes, la acción nos sumergía en una melancólica carta de amor a las salas de cine. Esos cines de antaño, con carácter y belleza, en los que te imaginabas enamorándote.
¿Alguien se imagina viviendo una gran historia de amor en cualquiera de los cines que tenemos en los centros comerciales? De acuerdo en que son funcionales, pero también uniformes e intercambiables. Las historias de amor no lo son.
Sánchez anuncia estos días una rebaja en el precio de las entradas para mayores de 65 años, una medida que ha vuelto a sacar a la palestra el descontento del sector del cine. Y es que el problema de la pérdida de espectadores no se soluciona con este tipo de medidas, sino con poner el valor del cine en alza, con fidelizar espectadores desde la niñez y adolescencia, con ofrecer algo más. Y no nos engañemos, poder elegir una película de un amplio catálogo en las plataformas, para verla en casa, en el horario que venga mejor, es una dura competencia.
En algunas ciudades perviven reductos de salas alternativas que complementan una oferta que en las multisalas suele ser repetitiva. Muchos de los cines también ofrecen todo doblado, cuando ahora cada vez son más los espectadores que prefieren la versión original, algo que ha ido cambiando con las series. No están llegan superproducciones y tampoco se hace gran promoción.
Quizás hay un cambio de tendencia y lo de ¿vamos al cine? va a quedar como un plan para días especiales, o para estrenos muy esperados de esos que la gente prefiere ver en pantalla grande. Lo que se llama el cine acontecimiento. ¿Por qué los conciertos o los festivales sin embargo han reventado aforos los últimos meses?
Por la experiencia de comunidad y de no poder ser imitado. El cine es una actividad íntima, solitaria, para románticos. Yo debo serlo, porque soy un poco como Totò en Cinema Paradiso o como Hilary en El imperio de la luz.
Me encanta el ritual de sentarse en una sala enorme a oscuras, y pensar que el resto de personas se están emocionando como yo con lo que estoy viendo. La oscuridad, el silencio, el volumen, y la atención sin distracciones no tienen nada que ver con ver una película en el hogar, por cómodo que sea.
Las salas nos permiten tener sueños colectivos que hacen desaparecer todo lo exterior. Ni la televisión, ni el vídeo, ni el DVD o el streaming han matado ese sueño, ni al espectador, que sigue deseando enamorarse y contarlo al finalizar la película.
= *Bibliotecaria y escritora