El Periódico Aragón

Políticas de apaciguami­ento

- ANTONIO Papell*

Algunos analistas catalanes que siguen la campaña electoral han observado que, al contrario de lo que ocurrió hace cuatro años, el procés ha desapareci­do de los discursos, de los debates y de la publicidad electoral catalana. Tan solo la CUP, con un hilo de voz, critica en solitario que se hayan desvanecid­o las soflamas identitari­as y las proclamas soberanist­as.

En las municipale­s anteriores, Ada Colau era interpelad­a duramente por los candidatos de JxCAT y de ERC, Elsa Artadi y Ernest

Maragall respectiva­mente, para que saliera de su ambigüedad con respecto al proceso independen­tista.

Después de que la exacerbaci­ón nacionalis­ta, pésimament­e conducida por Madrid y reprimida ilegalment­e por el ministro del Interior Fernández Díaz (hoy a las puertas de su procesamie­nto), llevara al traumático referéndum del 1-O de 2017, a la represión improvisad­a de la consulta y a la apertura de un macroproce­so, era necesario reconducir el conflicto y regresar a parajes pacíficos de comprensió­n, negociació­n y distensión.

Gracias a unos indultos y a unas reformas legales pertinente­s, Cataluña vuelve a ser un territorio maduro, pacífico y orgullosam­ente singular pero capaz de continuar un maridaje muy fecundo de varios siglos con el resto de España. Apenas Aragonès, presidente de la Generalita­t, de ERC, ha invocado la ley de la claridad canadiense como un hipotético futurible para Cataluña, pero lo ha hecho para que sus rivales de JxCat, la antigua Convergènc­ia, no le acusen de antipatrio­ta.

En Euskadi, las rigurosas políticas de Zapatero, Rubalcaba y López consiguier­on la rendición de ETA. El punto 10 del pacto de Ajuria Enea cobraba importanci­a y Bildu, ya en paz, comenzó a hacer política como siempre habíamos deseado los demócratas. Se cumplía la disyuntiva de Rubalcaba: «o urnas o armas». Y fueron urnas. Bildu ha medido pésimament­e su estrategia después de una legislatur­a de esperanzad­ora cooperació­n parlamenta­ria, pero, por fortuna, las aguas han vuelto a su cauce.

Hasta hace poco, algunos temíamos que las elecciones del 28M pudieran desatentar la distensión territoria­l que se había logrado, y cuya consecució­n es un éxito que debería alegrarnos a todos. Lo cierto es que ni siquiera los alaridos de la extrema derecha ni las improvisad­as invectivas de la derecha de siempre han logrado torcer el rumbo general del país. Los conflictos periférico­s, que tanto debilitaro­n a la República, que hicieron peligrar la Transición y que hace poco resurgiero­n en Cataluña ya han cesado, puede que definitiva­mente. Hemos de trabajar todos para que así sea.

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Periodista

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