El Periódico Aragón

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Las familias de los compañeros de clase de sexto de Primaria aseguran que «en el recreo siempre veías a las gemelas jugando con otros críos»

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A. DE LA FUENTE A. DOMÍNGUEZ «No sabemos lo que ha podido pasar; eran unas niñas encantador­as». En el colegio de La Ería de Oviedo nadie entendía ayer el fallecimie­nto de Anastasia y Alexandra. Eran buenas estudiante­s, jugaban con todos los niños en el patio y hablaban perfectame­nte castellano. Por eso, a las dos del mediodía, cuando la sirena anunciaba el final de las clases, era imposible encontrar una respuesta: «¿Cómo ha podido ocurrir algo así?».

El relato de los padres era idéntico: llevaban varios cursos escolariza­das en La Ería, y tanto ellas como su familia «eran muy afables, todos encantador­es». Nadie tiene constancia de que en el centro sufriesen acoso. Más bien todo lo contrario. Los alumnos de sexto contaban las horas para irse de viaje de estudios. Estaba previsto que la excursión, de cuatro días, partiese el martes para Madrid. «Habían estado vendiendo papeletas para pagar los gastos», afirmaban.

Anastasia y Alexandra eran idénticas, como dos gotas de agua. Por eso, en casa les ponían lazos de colores distintos en el pelo, para que sus compañeros y profesores pudiesen diferencia­rlas. «Alguna vez les he visto en el recreo y siempre estaban jugando con otros niños, como los demás», aseguraba Fernando Díaz Palacio, padre de uno de los compañeros de clase. «Una dibujaba muy bien. Mi hijo siempre decía que le encantaría dibujar como ella», afirmaba apenado.

En La Ería reinó durante toda la mañana un silencio impropio

Desolación

El colegio La Ería. - para un colegio. En el patio, blindado por agentes de la Policía Nacional, no había niños, ni juegos ni movimiento. La quietud se rompió a las 11.41 horas. Fue entonces cuando llegaron al colegio personal de la Unidad de Atención de la Familia y Mujer (UFAM) de la Policía Nacional, de la Consejería de Salud y de los Servicios Sociales. Tras la salida de los niños, la calma volvió a ser una constante en el colegio hasta que sonó la sirena que anunciaba el fin de la jornada. Muchos de los compañeros de clase de las gemelas, que recibieron asistencia psicológic­a en el aula durante la mañana, fueron al encuentro de sus padres llorando y visiblemen­te afectados por lo ocurrido. «Es muy difícil de explicar y muy duro», lamentaban las familias.

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