El Periódico Aragón

Aragón habla de sequía catastrófi­ca para el campo

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El clima ha cambiado ya y las consecuenc­ias empiezan a mostrarse con virulencia. Un informe de la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial (OMM), organismo científico pertenecie­nte a la ONU, pronostica que las temperatur­as mundiales batirán récords en los próximos cinco años impulsadas por una combinació­n entre el cambio climático y el fenómeno natural de El Niño, que provoca el incremento de las temperatur­as globales y lluvias intensas o sequías en algunas zonas de América Latina, África y el sur de Asia y tiene efectos globales. Hay un 98% de probabilid­ades de que en los próximos cinco años se supere el récord de calor alcanzado en 2016, con El Niño en pleno apogeo.

No se trata de ciencia ficción o de una situación que pueda dase en un horizonte lejano, sino que las consecuenc­ias del cambio climático ya están haciendo mella en Aragón. El mes de abril fue uno de los más secos que se recuerdan. Y a finales de mayo, la mitad de la cuenca del Ebro estará en situación de emergencia por la sequía, una de las más graves, sino la más grave, que atraviesa este sistema hidrológic­o, según la presidenta de la Confederac­ión Hidrográfi­ca del Ebro (CHE), Dolores Pascual.

El valle del Ebro empieza a asumir que va a tener que enfrentars­e a un verano durísimo. El agostamien­to parece irreversib­le, al menos en esta campaña hidráulica que empezó con tan poca agua que a estas alturas ha dejado los embalses de la cuenca en la situación más desoladora que se recuerda, con los pantanos a la mitad de su capacidad, cuando en el árido año pasado se encontraba­n en el 75,6% . El promedio de los últimos cinco años (2018-2022) se sitúa en el 78,1% con 6.218 hm³. La reserva de agua embalsada no supera la reserva promedio de los últimos cinco años y se encuentra también por debajo de la cifra del pasado año y de la del mínimo, que se produjo en el año 2019 con 5.715 hm³ y el 72% de la capacidad total.

La extrema falta de precipitac­iones y las altas temperatur­as, más propias del verano, han dibujado un panorama que se salía de todas las previsione­s y que marca unos precedente­s históricos para el futuro. El campo aragonés está sufriendo como nunca y empieza a movilizars­e.

La guerra de Ucrania y los estragos del cambio climático han desestabil­izado al sector primario de la comunidad, que vuelve a registrar una pérdida de profesiona­les y observa impotente cómo la agricultur­a familiar continúa en declive

Al mismo tiempo, los costes de producción siguen disparados, lo que reduce de manera considerab­le la rentabilid­ad de las explotacio­nes. La DGA habla de una sequía «potencialm­ente catastrófi­ca» para el campo aragonés. Los agricultor­es van a pasar las de Caín con la sequía, ha admitido el consejero de Agricultur­a, Joaquín Olona. Se da ya por perdida la cosecha de cereal de secano y los cultivos de verano. Si no hay agua, la sequía se llevará por delante prácticame­nte el total de la cosecha La prioridad absoluta del Gobierno de Aragón es garantizar ahora el pago de las ayudas de la PAC.

La frecuencia de sequías en España es de una cada cinco años, según se desprende del análisis histórico de estas situacione­s críticas. Se recuerdan, entre otras, las del 89-90, la del 95 en Aragón... Pero con el cambio climático se estima que esa frecuencia será mayor, y pasará del 20% al 25%. Es decir, la asiduidad de las sequías pasaría a ser a uno de cada cuatro años.

Conforme se mantiene la falta de precipicio­nes importante­s, existe el temor a que el fuego vuelva a ser el protagonis­ta del verano como lo fue en 2022. Se calcinaron 20.258 hectáreas por los más de 460 incendios (incluidos conatos) que se extendiero­n por Aragón, sobre todo, entre junio y agosto. Destacaron el que se declaró en Ateca, que asoló más de 10.000 hectáreas calcinadas, que fue provocado por la chispa de la maquinaria de una empresa de reforestac­ión; y el que afectó al Moncayo

Blásquiz

La cuenca del Ebro entrará en situación de emergencia por la ausencia de lluvias

y que acabó con 8.250 hectáreas. Este último también se activó por una chispa, aunque esta vez por una torre eléctrica. Más allá de los dos incendios más destructiv­os, fue el peor año desde 1994 para el territorio aragonés. Entonces, más de 31.000 hectáreas fueron quemadas por las llamas. Otro dato para repensar las políticas sobre el fuego y el verano y para evitar que el caos de este año sea el inicio de una situación aún peor: entre 2011 y 2021 se quemaron unas 42.100 hectáreas, solo en 2022, más de 20.000.

En cuanto a la temperatur­a, 2022 fue el más caluroso desde que hay registros, (1961). Fue un año seco, ya que Aragón fue deficitari­o respecto a las lluvias. Fueron muy secos los meses de enero, febrero, mayo, junio, septiembre y octubre; húmedos o muy húmedos mayo, abril o julio; y normal, agosto y noviembre. Por eso, 2022 fue el quinto más seco de toda la historia. Y 2023 lleva el mismo camino o incluso puede pulverizar todos los récords.

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