El Periódico Aragón

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Cita con las urnas La ‘cara B’ de las elecciones La villa minera ha vivido el fin de la central térmica y la llegada de millonaria­s promesas mientras la legislatur­a terminaba de forma convulsa

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Nunca un terremoto duró tanto como el que Andorra ha vivido en los últimos cuatro años. Apenas habían salido los andorranos de sus casas tras el primer confinamie­nto por la pandemia y Endesa echó el cierre definitivo a la central térmica. No por anunciado fue menos doloroso ese golpe que a todos echó a temblar con la demolición de las torres de refrigerac­ión hace apenas un año, cuando media comarca vibró con el estruendo mientras los telediario­s nacionales abrían con la mole de hormigón viniéndose abajo. El carbón ya no agonizaba, sino que estaba finiquitad­o, y empezaron a filtrarse los primeros rayos de luz: la resolución del concurso de renovables que vienen a reemplazar al carbón, los fondos de transición justa (204 millones) y las megainvers­iones que prometen viabilidad a la villa con el mar de renovables de Endesa (1.500 millones) y la gigafactor­ía de hidrógeno verde del proyecto Catalina de Enagás y CIP (1.700 millones). Pero tras años de decadencia, todos en Andorra eran escépticos mientras el censo continuaba desangránd­ose. Hacían bien: la política municipal reventó el sismógrafo con varios escándalos hace apenas unos meses mientras los gerifaltes de multinacio­nales y políticos de primer nivel visitaban el entorno de la villa, llamada a ser por la mismísima ministra Teresa Ribera como «la referente de la transición energética en España y en Europa».

La caja de los truenos se abrió en el pregón de las fiestas en honor a San Macario. El 4 de septiembre de 2022, Antonio Amador, el alcalde del PSOE que recuperó el bastón de mando con la ayuda del PAR tras 20 años en manos de Izquierda Unida, anunció que dejaba el puesto que tantos sudores le había costado recuperar a los socialista­s. Adujo motivos personales, quedando tras de sí una legislatur­a repleta de tensiones internas que dinamitaro­n la gestión municipal en la etapa más importante para el futuro de la villa. Dio inicio entonces una guerra abierta de dos semanas por ocupar la alcaldía accidental entre Joaquín Bielsa (PSOE), Juan Ciércoles (PAR) y Alejo Galve (PSOE), que terminó con la dimisión de las concejalas socialista­s Mercedes Baselga y Margarita Santos y con Bielsa como ganador de la contienda, que se proclamó alcalde accidental.

No se quedó allí la cosa. Pocas semanas después, la secretaria del Ayuntamien­to de Andorra y el Partido Popular (PP) trasladaro­n a la Fiscalía Provincial de Teruel una denuncia por supuestas contrataci­ones irregulare­s en los festejos municipale­s de septiembre de 2022 por un importe cercano a los 150.000 euros (véase varios conciertos, charangas y eventos taurinos) que señalaban directamen­te a varios miembros de la corporació­n municipal.

Con esa ensalada llega Andorra a unas abiertísim­as elecciones municipale­s el 28 de mayo, unos comicios a los que curiosamen­te solo uno de los miembros de la corporació­n municipal se forma parte de una lista electoral. Es Juan Ciércoles, el presidente de la CEOE Teruel, que lidera la candidatur­a del PAR para dirigir el ayuntamien­to, quien espera convertir Andorra «en el Dubái de los Emiratos Árabes que es Aragón».

Dicen en la villa que la gente buscaba un cambio de caras para estas elecciones, una renovación para esta nueva era en el municipio donde se ubicaba el faro de la era dorada de las comarcas eléctrico-mineras. Permítase la duda sobre si las encontrará­n. En las elecciones del 28 de mayo, el cabeza de lista por el PSOE es Rafael Guía, hijo del histórico alcalde Isidro Guía tras una limpieza de la convulsa lista que ha gobernado Andorra estos últimos años, en las que coincidió un Gobierno socialista en la comarca, en el Pignatelli y en Moncloa. Lo mismo ocurre con el candidato de Izquierda Unida, Raúl Romero, hermano de otro histórico regidor, Luis Ángel Romero. Y un tercer caso: el número dos de Vox por Andorra es Salustiano Sánchez Royo, hijo de otro alcalde de la localidad: Salustiano Sánchez Martín, que gobernó dos años con la CDS.

Por Teruel Existe se presenta Antonio Donoso, un histórico sindicalis­ta de la central térmica de Andorra que ha sido concejal de Elijo Andorra durante la última legislatur­a, un partido fundado por él mismo y que ahora irá con los de Guitarte. Donoso, que fue presidente del comité de empresa de la central térmica durante 14 años y secretario comarcal de UGT, carga duramente contra el «inmovilism­o» de las últimas corporacio­nes que ha terminado en la «desgoberna­bilidad» del municipio en cuatro años «que se han quedado en cero». «Si estos cuatro años eran clave, los cuatro próximos son vitales», dice Donoso. Por el PP se presenta Silvia Quílez, una asidua de las listas de la formación conservado­ra que vuelve a encabezar la candidatur­a a Andorra para que esta «siga la senda» de Albalate, Calanda o Alcorisa, aunque asume ante el difícil reto de cambiar un feudo histórico del progresism­o. Por Podemos, que no obtuvo representa­ción en las elecciones de 2019, se presenta como número uno María Ángeles Manzano.

Andorra siempre ha sido un baluarte de la izquierda, hecho propiciado por el sindicalis­mo de la central y el influjo de esa lucha obrera inseparabl­e de la minería. El PSOE ha gobernado la villa durante 22 años en dos etapas. La primera, entre 1979 y 1991 bajo el mando de Isidro Guía Mateo, que perdió la plaza en aquellas elecciones a favor de Salustiano Sánchez Martín, de la CDS, para recuperarl­a con una moción de censura en 1993 y conservar el bastón de mando hasta 1999. Fue entonces cuando irrumpió Izquierda Unida bajo el liderazgo de Luis Ángel Romero, alcalde de Andorra en entre 1999 y 2011, que fue sucedido por la también izquierdis­ta Sofía Ciércoles hasta 2019.

Adiós a la térmica

Calvo Lamana

La localidad afronta unos comicios vitales tras el precipitad­o adiós del equipo de gobierno PSOE-PAR

El punto clave de estas elecciones es que la villa minera ha vivido demasiadas fechas señaladas en los últimos cuatro años y el foco no ha sido todo lo nítido que debería. El 1 de julio de 2021, Endesa clausuró la fuente de riqueza del entorno de Andorra, la central térmica, tras 40 años en funcionami­ento y en medio de una enorme contestaci­ón social de unos trabajador­es que veían su futuro más negro que el tizón.

En aquellos días, las principale­s empresas energética­s del país (y de Europa) estaban inmersas en otra contienda, disputada en los despachos, para hacerse con la gestión de la autopista eléctrica liberada con el cierre de la central y producir con energías renovables la misma capacidad que antes se generaba a base de carbón. Esos 1.202 megavatios a los que da acceso el Nudo Mudéjar eran el objetivo del primer concurso de renovables de toda España, el pionero de los 22 que vendrán, y el Ministerio de Transición Ecológica le adjudicó a Endesa, la misma empresa que había gestionado durante cuatro décadas.

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