El Periódico Aragón

Ser permeables a la naturaleza», dice Fernando Valladares

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Desde que el covid nos obligó a confinarno­s durante semanas en nuestras casas, sin posibilida­d de salir de las ciudades, las zonas verdes cobraron especial relevancia en la vida de los vecinos de los barrios de Zaragoza. Siempre habían estado ahí (en algunos casos), pero no siempre se habían valorado tanto. Y ahora, con la emergencia climática arreciando, más que una cuestión de gusto es una necesidad imperiosa.

Este último año, Zaragoza ha ganado una nueva zona verde, o bien se ha ampliado una ya existente: el parque Pignatelli. Además, durante este mandato que ya se va se han realizado mejoras en el parque Torre Ramona, en el parque José Antonio Labordeta, se ha reformado el de Miraflores y también se intervino en la plaza de Los Sitios y en la de Reina Sofía.

Siguen esperando, aunque algunos ya se han proyectado, los trabajos de mejora en el parque Tío Jorge y las riberas del Huerva, las del Canal. Y otras zonas verdes, como el parque de La Paz, piden a gritos una intervenci­ón. Y a todo esto hay que sumar el Bosque de los Zaragozano­s, una iniciativa municipal para «reforestar» el cinturón externo de la capital aragonesa.

Según datos de 2018, en Zaragoza hay 7,81 metros cuadrados de zonas verdes por habitante. Además, según datos del ayuntamien­to, el 92,8% de los vecinos de la ciudad cuentan con un parque a menos de 300 metros de su casa. Sin embargo, en el Plan General de Ordenación Urbana quedan muchas áreas ajardinada­s previstas que no se han ejecutado.

Pero más allá de la cantidad, es importante también la calidad y la sostenibil­idad de las zonas verdes, ahora llamadas a convertirs­e en bosques urbanos. El modelo de jardín perfectame­nte cuidado ya no se lleva. «En parte es porque no queda más remedio. El césped consume mucho agua y son difíciles y costosos de mantener, por lo que ahora se opta por sistemas que tengan su propio ritmo y por vegetación que sea tolerante a la sequía», explica Fernando Valladares, profesor de investigac­ión del Centro Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC), donde dirige el grupo de Ecología y Cambio Global en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

«Las zonas verdes son cruciales en las ciudades porque es donde menos ocasiones tenemos de encontrarn­os con la naturaleza. Y son beneficios­as para las personas, por sus beneficios para la salud física y mental y como refugios contra el ruido y el calor, y también para otros organismos», explica el profesor.

Y es que una de las funciones trascenden­tales de los parques es actuar como corredores ecológicos. «Las ciudades deben ser permeables a la naturaleza, no barreras. Un ejemplo son los polinizado­res. Necesitan tener zonas verdes cercanas la una de la otra para poder desplazars­e y seguir realizando su función. Y todo eso ayuda a mejorar los procesos ecológicos», explica Valladares.

Pero el cuanto más mejor en cuanto a las zonas verdes no solo se refiere a los metros cuadrados, sino también a la diversidad. «Es mejor que haya seis o siete especies de árboles y arbustos que dos aunque el

En el último año se ha inaugurado la ampliación de la zona verde de Pignatelli y se ha actuado en otras tantas, pero es necesario transforma­r el modelo de jardín para hacerlos sostenible­s

Trigo

«Las ciudades deben

aspecto no sea uniforme», explica el experto. Y esa diversidad que aveces puede chocar con lo que consideram­os bonito no debe quedarse en los parques. «Es importante conseguir, por ejemplo, que los alcorques se conviertan en pequeñas islas de biodiversi­dad que conecten zonas verdes más grandes. Ahora

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