La amable dependienta
Luis Solanas Cebolla
No recuerdo su nombre, tiene un acento especial, latino diría yo, es una dependienta nueva y joven que está en el Martín Martin de la calle Bruselas de Puerta de Sancho, despacha con una amabilidad y diligencia, que ya me gustaría a mí que fuese imitada por otras compañeras del gremio comercial.
Yo compro la típica barra de pan y enseguida se queda con lo que suele pedir cada cliente o clienta, y tanto es así que a veces no tienes ni que pedir.
Como no se su nombre, diré la frase con la que nos despide siempre «que tengas un buen día», seguro que así ella se reconoce o la reconocen, en este sentido mensaje de agradecimiento que deseo enviarle.
A mí me gustan los detalles pequeños, las palabras amables sin venir a cuento, el aprecio de alguien que te sirve de una forma sencilla pero fantástica a la vez, son esas pequeñas cosas que se valoran en estos tiempos de prisas y estrés, porque hemos perdido esa buena educación y naturalidad.
Yo la observo prácticamente todos los días, y siempre con una sonrisa en su rostro, finaliza con: «Que tengas un buen día» a lo que yo le respondo: «Y tú también». Y me voy feliz.
De nada sirve innovar científicamente, o proliferar industrialmente, empeñarse en tener, pero no en ser, si el ser humano no cuenta, o cuenta poco.
El bienestar social se cifra en la capacidad administrativa vertida en los logros y las posibilidades de accesibilidad en libertad y con garantías de las familias en los diferentes ámbitos de desarrollo en los que estas se desenvuelven.
En aras del triunfo electoral colectivo, pediría a las variopintas facciones políticas que piensen más en el ser humano socialmente vinculado a la familia y al progreso efectivo, y menos en sus ombligos partidistas.
Con toda seguridad, el éxito electoral estará bien empleado.