El Periódico Aragón

El yihadismo propaga el terror en el paraíso natural de Benin

Las reservas de fauna y flora del país llevan dos años cerradas ante el auge de las milicias Solo este año se han contabiliz­ado más de 60 ataques de islamistas y más de 50 muertos

- ALFRED HACKENSBER­GER

Al caer la tarde se ve un grupo de seis elefantes al borde de una enorme charca. Ninguno de ellos parece haberse dado cuenta de la presencia de los cocodrilos. Por encima flota el canto de los pájaros.

Es un oasis en el desierto que forma parte de la extensión del parque nacional W en el norte de Benín. El área protegida es parte del Complejo W-Arly-Pendjari (WAP), distribuid­a en un área de 50.000 kilómetros cuadrados en el zona fronteriza de Benín, Burkina Faso y Níger. Es la reserva natural más grande de África Occidental, con leones, guepardos y antílopes. Era un popular destino turístico. Benín llegó a contabiliz­ar 6.000 visitantes anuales. Pero eso se ha detenido abruptamen­te por tiempo indefinido. Los parques nacionales cerraron hace dos años y nadie sabe cuándo reabrirán. La razón son los grupos de terrorista­s islamistas que utilizan los bosques como bases de su actividad.

PROPAGAR EL CAOS El primer incidente / ocurrió en Benín en 2020, con el secuestro de dos turistas franceses. En diciembre de 2021 fue atacada una patrulla militar beninesa y desde entonces no han dejado de sucederse las agresiones. Solo este año se han contabiliz­ado más de 60 ataques de islamistas armados y más de 50 muertos, entre ellos cuatro guardaparq­ues y dos de sus conductore­s. Este mayo, los extremista­s decapitaro­n al menos a 15 personas en un pueblo en el norte del país y secuestrar­on a una docena de residentes.

Los yihadistas quieren propagar el caos que ya se vive en otros países como Mali, Burkina Faso, Níger y Nigeria. Son militantes del Estado Islámico (EI), pero sobre todo del JNIM (Jama’at Nusrat al-Islam wal-Muslimeen, Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes), que va a más. El JNIM es un conglomera­do de diferentes milicias terrorista­s vinculado a Al Qaeda, con gran dominio de las redes y que ha sabido capitaliza­r las sensibilid­ades étnicas. Esto incluye, en particular, el conflicto entre agricultor­es sedentario­s y pastores nómadas por la tierra y agua. Se han erigido en una autoridad para los más desfavorec­idos y, a diferencia del potas», estatal, dan acceso a recursos y otros beneficios sociales.

Es un modelo que JNIM ya practicó con éxito en Mali y ahora ha exportado a otros países vecinos. La crisis ecológica y social ahonda la desigualda­d. «Cada vez hay menos tierra y el agua escasea», explica Ulf Lässing, jefe de la sede de la Fundación Konrad Adenauer (KAS) en Mali. «Además, hay altas tasas de natalidad, pocas oportunida­des educativas y poco trabajo», añade Lässing, antes de avisar: «Las crisis fundamenta­les son de hecho tan impactante­s que no tienes tiempo de pensar. La región es una bomba de relojería».

La expansión de los yihadistas en el África subsaharia­na es aterradora. Incluso estados como Chad, República Centroafri­cana y Mozambique se ven afectados. Los gobiernos se ven impotentes. Sucede en Burkina Faso. Uagadugú no se atreve a detener a los yihadistas ubicados en la frontera con Benín.

«Burkina Faso se ha rendido y ha dado carta blanca a los terrorisdi­ce el coronel del Ejército beninés Faizou Gomina. Él está a cargo de la defensa del norte del país. Pero Benín, un estado relativame­nte pequeño de casi 15 millones, «bajo ninguna circunstan­cia se rendirá», asegura el coronel. De hecho, Benín se está armando, el Ejército ha reclutado nuevos soldados, compra nuevas armas, vehículos y construye nuevas bases en las regiones amenazadas.

«Pero el problema no se puede abordar solo militarmen­te», enfatiza el oficial. «También contamos con una estrategia civil para apoyar a las comunidade­s». Las autoridade­s controlan el acceso en las reservas naturales. Los residentes puede recolectar miel y hierbas medicinale­s y visitar lugares sagrados. En las afueras del parque también es urgente la instalació­n de puntos de agua. Eso impedirá que las milicias islamistas de JNIM recluten a nuevos miembros.

Árboles de mango dan sombra al patio de armas de la base militar en Parakou, la ciudad más grande del norte de Benín. Unos 150 jóvenes, todos hombres, esperan con impacienci­a para postularse al Ejército. Benín está buscando 2.000 nuevos soldados este año. En 2024 está previsto que se unan otros 3.000. El aumento de efectivos es urgente porque alrededor de 15.000 hombres deben controlar más de 2.000 kilómetros de fronteras con Togo, Burkina Faso, Níger y Nigeria. Y necesitan grandes contingent­es para luchar contra el JNIM en el norte.

«Siempre quise ser soldado», dice Dieudonné, de 28 años. Simon también está orgulloso de llevar pronto un uniforme. Tiene 24 años y es de Materi, un pequeño pueblo en el noroeste. «En la ciudad la situación es segura», asegura. Pero afuera es muy peligroso. «Como civil, me enfrento a la muerte todos los días», añade. «Ahora que seré soldado, lucharé».

El apoyo de la población parece seguro para el Ejército. Los indiscrimi­nados ataques del JNIM contra aldeanos inocentes son deder masiado brutales e inhumanos.

«Entro todos los días en el bosque para conseguir informació­n sobre los terrorista­s», afirma König Oumarou Iloutchoka de Atfakora, en un lugar del parque nacional W. El señor del clan se sienta con gafas de sol en un sillón monstruoso en la recepción de su vivienda. «Luego le paso la informació­n al comandante militar porque los terrorista­s son una vergüenza», dice. Unos 250 kilómetros más al oeste, en la sabana del parque nacional de Pendjari, está la base militar de Arly. De hecho, está en la zona de Burkina Faso. Pero según la Iniciativa de Accra de 2017, Benín puede combatir la «expansión del terrorismo» en territorio extranjero.

EN VEHÍCULOS BLINDADOS «Aquí, / en Arly, uno de los primeros ataques de terrorista­s tuvo lugar en 2021», explica el comandante Georges Kpovihin. Señala los agujeros de bala en las paredes de la base. «Dejaron sus bicicletas en el monte para espiarnos y después lanzaron un dron». Tras varias horas de tiroteo en las que los islamistas perdieron muchos hombres, se retiraron. «Solo murió un soldado», agrega el coronel Kpovihin.

Otro punto de acceso a la zona de la reserva natural de Pandjeri es Koalou. El Ejército va allí solo en vehículos blindados. El JNIM ha entrado muchas veces en el pueblo y ha asesinado a muchos residentes. La situación se ha calmado desde que el Ejército mantiene una base militar allí. Pero hay muchas tiendas cerradas. «Los terrorista­s solían tener un campamento a solo cuatro kilómetros», explica el coronel Kpovihin. «Ahora están en Nadiagou, a unos 15 kilómetros».

En la plaza principal se reúnen las mujeres del pueblo para recoger agua de la fuente pública que ha construido el Ejército. «La escuela está cerrada, las enfermeras del centro de salud se han ido», se quejan al unísono. Algunas han perdido a sus maridos y tienen que mantener ellas solas a siete u ocho hijos. «Cuando vinieron los terrorista­s dijeron que debíamos desaparece­r», revela Yara Tankouanou, de 45 años. «Los terrorista­s regresaron y mataron a muchos de los que no se fueron, entre ellos a mi esposo. Los decapitaro­n», finaliza.

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RICARD GARCÍA VILANOVA Niños y mujeres de Benin en un campo de refugiados de Burkina Fasso.

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