El yihadismo propaga el terror en el paraíso natural de Benin
Las reservas de fauna y flora del país llevan dos años cerradas ante el auge de las milicias Solo este año se han contabilizado más de 60 ataques de islamistas y más de 50 muertos
Al caer la tarde se ve un grupo de seis elefantes al borde de una enorme charca. Ninguno de ellos parece haberse dado cuenta de la presencia de los cocodrilos. Por encima flota el canto de los pájaros.
Es un oasis en el desierto que forma parte de la extensión del parque nacional W en el norte de Benín. El área protegida es parte del Complejo W-Arly-Pendjari (WAP), distribuida en un área de 50.000 kilómetros cuadrados en el zona fronteriza de Benín, Burkina Faso y Níger. Es la reserva natural más grande de África Occidental, con leones, guepardos y antílopes. Era un popular destino turístico. Benín llegó a contabilizar 6.000 visitantes anuales. Pero eso se ha detenido abruptamente por tiempo indefinido. Los parques nacionales cerraron hace dos años y nadie sabe cuándo reabrirán. La razón son los grupos de terroristas islamistas que utilizan los bosques como bases de su actividad.
PROPAGAR EL CAOS El primer incidente / ocurrió en Benín en 2020, con el secuestro de dos turistas franceses. En diciembre de 2021 fue atacada una patrulla militar beninesa y desde entonces no han dejado de sucederse las agresiones. Solo este año se han contabilizado más de 60 ataques de islamistas armados y más de 50 muertos, entre ellos cuatro guardaparques y dos de sus conductores. Este mayo, los extremistas decapitaron al menos a 15 personas en un pueblo en el norte del país y secuestraron a una docena de residentes.
Los yihadistas quieren propagar el caos que ya se vive en otros países como Mali, Burkina Faso, Níger y Nigeria. Son militantes del Estado Islámico (EI), pero sobre todo del JNIM (Jama’at Nusrat al-Islam wal-Muslimeen, Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes), que va a más. El JNIM es un conglomerado de diferentes milicias terroristas vinculado a Al Qaeda, con gran dominio de las redes y que ha sabido capitalizar las sensibilidades étnicas. Esto incluye, en particular, el conflicto entre agricultores sedentarios y pastores nómadas por la tierra y agua. Se han erigido en una autoridad para los más desfavorecidos y, a diferencia del potas», estatal, dan acceso a recursos y otros beneficios sociales.
Es un modelo que JNIM ya practicó con éxito en Mali y ahora ha exportado a otros países vecinos. La crisis ecológica y social ahonda la desigualdad. «Cada vez hay menos tierra y el agua escasea», explica Ulf Lässing, jefe de la sede de la Fundación Konrad Adenauer (KAS) en Mali. «Además, hay altas tasas de natalidad, pocas oportunidades educativas y poco trabajo», añade Lässing, antes de avisar: «Las crisis fundamentales son de hecho tan impactantes que no tienes tiempo de pensar. La región es una bomba de relojería».
La expansión de los yihadistas en el África subsahariana es aterradora. Incluso estados como Chad, República Centroafricana y Mozambique se ven afectados. Los gobiernos se ven impotentes. Sucede en Burkina Faso. Uagadugú no se atreve a detener a los yihadistas ubicados en la frontera con Benín.
«Burkina Faso se ha rendido y ha dado carta blanca a los terrorisdice el coronel del Ejército beninés Faizou Gomina. Él está a cargo de la defensa del norte del país. Pero Benín, un estado relativamente pequeño de casi 15 millones, «bajo ninguna circunstancia se rendirá», asegura el coronel. De hecho, Benín se está armando, el Ejército ha reclutado nuevos soldados, compra nuevas armas, vehículos y construye nuevas bases en las regiones amenazadas.
«Pero el problema no se puede abordar solo militarmente», enfatiza el oficial. «También contamos con una estrategia civil para apoyar a las comunidades». Las autoridades controlan el acceso en las reservas naturales. Los residentes puede recolectar miel y hierbas medicinales y visitar lugares sagrados. En las afueras del parque también es urgente la instalación de puntos de agua. Eso impedirá que las milicias islamistas de JNIM recluten a nuevos miembros.
Árboles de mango dan sombra al patio de armas de la base militar en Parakou, la ciudad más grande del norte de Benín. Unos 150 jóvenes, todos hombres, esperan con impaciencia para postularse al Ejército. Benín está buscando 2.000 nuevos soldados este año. En 2024 está previsto que se unan otros 3.000. El aumento de efectivos es urgente porque alrededor de 15.000 hombres deben controlar más de 2.000 kilómetros de fronteras con Togo, Burkina Faso, Níger y Nigeria. Y necesitan grandes contingentes para luchar contra el JNIM en el norte.
«Siempre quise ser soldado», dice Dieudonné, de 28 años. Simon también está orgulloso de llevar pronto un uniforme. Tiene 24 años y es de Materi, un pequeño pueblo en el noroeste. «En la ciudad la situación es segura», asegura. Pero afuera es muy peligroso. «Como civil, me enfrento a la muerte todos los días», añade. «Ahora que seré soldado, lucharé».
El apoyo de la población parece seguro para el Ejército. Los indiscriminados ataques del JNIM contra aldeanos inocentes son deder masiado brutales e inhumanos.
«Entro todos los días en el bosque para conseguir información sobre los terroristas», afirma König Oumarou Iloutchoka de Atfakora, en un lugar del parque nacional W. El señor del clan se sienta con gafas de sol en un sillón monstruoso en la recepción de su vivienda. «Luego le paso la información al comandante militar porque los terroristas son una vergüenza», dice. Unos 250 kilómetros más al oeste, en la sabana del parque nacional de Pendjari, está la base militar de Arly. De hecho, está en la zona de Burkina Faso. Pero según la Iniciativa de Accra de 2017, Benín puede combatir la «expansión del terrorismo» en territorio extranjero.
EN VEHÍCULOS BLINDADOS «Aquí, / en Arly, uno de los primeros ataques de terroristas tuvo lugar en 2021», explica el comandante Georges Kpovihin. Señala los agujeros de bala en las paredes de la base. «Dejaron sus bicicletas en el monte para espiarnos y después lanzaron un dron». Tras varias horas de tiroteo en las que los islamistas perdieron muchos hombres, se retiraron. «Solo murió un soldado», agrega el coronel Kpovihin.
Otro punto de acceso a la zona de la reserva natural de Pandjeri es Koalou. El Ejército va allí solo en vehículos blindados. El JNIM ha entrado muchas veces en el pueblo y ha asesinado a muchos residentes. La situación se ha calmado desde que el Ejército mantiene una base militar allí. Pero hay muchas tiendas cerradas. «Los terroristas solían tener un campamento a solo cuatro kilómetros», explica el coronel Kpovihin. «Ahora están en Nadiagou, a unos 15 kilómetros».
En la plaza principal se reúnen las mujeres del pueblo para recoger agua de la fuente pública que ha construido el Ejército. «La escuela está cerrada, las enfermeras del centro de salud se han ido», se quejan al unísono. Algunas han perdido a sus maridos y tienen que mantener ellas solas a siete u ocho hijos. «Cuando vinieron los terroristas dijeron que debíamos desaparecer», revela Yara Tankouanou, de 45 años. «Los terroristas regresaron y mataron a muchos de los que no se fueron, entre ellos a mi esposo. Los decapitaron», finaliza.
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