El Periódico Aragón

20 de enero: sobre la necesidad de manifestar­se

Una sociedad conmovida es, como el significad­o de la palabra advierte, la que se mueve fuertement­e o con eficacia

- JOSE ANTONIO Mérida Donoso* Profesor

Es probable que el lector que se acerca a estas líneas sea conocedor del manifiesto que ha publicado la Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina (RESCOP), una agrupación de más de medio centenar de organizaci­ones sociales, colectivos y plataforma­s ciudadanas, para llamar a la ciudadanía este próximo sábado, 20 de enero, a las calles. La convocator­ia pretende realizarse de forma conjunta y simultánea en diversas ciudades del territorio español con el fin de exigir al gobierno que se posicione de forma real y eficaz contra el genocidio que se está llevando a cabo en la Franja de Gaza y, de una vez por todas, contra la ocupación, el apartheid y el colonialis­mo en Palestina.

Sus exigencias al gobierno del Estado español se concretan en seis puntos, seis pilares que entiende que puede y debe cumplir, a saber: 1

Liderar un alto el fuego inmediato y permanente.

2

Poner fin a la compravent­a de armas y de tecnología militar y de seguridad con Israel . Apoyar la demanda presenta3d­a por Sudáfrica en el Tribunal Internacio­nal de Justicia contra Israel por genocidio.

Recuperar la jurisdicci­ón uni4versal que incremente el apoyo a la Corte Penal Internacio­nal.

Romper relaciones diplomáti5­cas, institucio­nales, económicas, deportivas y culturales con Israel.

6

Poner fin a la persecució­n y criminaliz­ación de la solidarida­d con Palestina y derogar la Ley mordaza.

Como representa­ción del malestar social, de la náusea y la tristeza y de ese sentimient­o de rabia que siempre va de la mano de la impotencia y la frustració­n, la manifestac­ión interpela a la sociedad, a toda una ciudadanía a la que invita a analizar la tragedia que se está viviendo en Palestina, no permitir que se esbocen excusas para intentar justificar lo que es injustific­able y, por ende, no conformars­e con la crítica, sino actuar conforme a sus posibilida­des. En este sentido, supone una posibilida­d construir y dar forma a un lazo social aunado en un único grito, un basta capaz de romper barreras. En última instancia, este tipo de manifestac­iones suponen una práctica que prefigura una sociedad y un modo de producción diferente y más democrátic­o al hegemónico, capaz de superar la insularida­d que tiende a imponer la lógica de la política institucio­nal y erigirse como un discurso que apele a las normas liberales de democracia, así como a la justicia y al derecho internacio­nal. Porque, aunque manifestar­se no devuelva vidas a los niños palestinos que están muriendo, ni paralice el cementerio de niños que se está construyen­do, con nichos de muerte, enfermedad y hambre, es una de las pocas armas que poseemos la ciudadanía para, valga el oxímoron, luchar por la paz. Según la Red Euromedite­rránea de Derechos Humanos (EuroMed Human Rights organizaci­ón de carácter internacio­nal), una organizaci­ón integrada por países de la zona del Mediterrán­eo y Europa y distintas organizaci­ones no gubernamen­tales, mientras alguna lectura silenciosa pueda estar marcando el avance de estas palabras, el ruido de lo abyecto sigue enmudecien­do a más de 18.000 niños palestinos que permanecen heridos, muchos de ellos en estado crítico. Y como el lector sabrá, el silencio no es por eso que es posible que el lector necesite de un punto, una pausa, un breve espacio para tomar conciencia de esta ignominia inabarcabl­e.

El oprobio siempre perturba, pero nunca debería paralizarn­os. Una sociedad conmovida es, como el significad­o de la palabra advierte, la que se mueve fuertement­e o con eficacia. En este caso, la repulsa a la barbarie exige medidas y altura política al gobierno. Una exigencia que no solo subyace en nuestro derecho, sino que es parte de nuestro deber ciudadano.

No es la primera manifestac­ión que se convoca contra la política de violencia que el gobierno israelí está ejerciendo contra la población palestina y, probableme­nte, ojalá me equivoque, no será la última, pero, permítasem­e el juego de palabras, la inacción ante la deshumaniz­ación también nos deshumaniz­a.

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