El Periódico Aragón

Visitas y llamadas

- Antonio N. Pería Zaragoza

En los años 60 y 70 venían a casa el lechero, el colchonero y, en verano, el repartidor del hielo. Éste acarreaba un pedazo de hielo según el tamaño de tu fresquera, que se colocaba sobre una bata de goma y sujetaba con un gancho. La leche te la servía el lechero con un cazo desde la gran lechera que portaba a tu pequeña lechera casera. La leche dejaron de servirla a domicilio cuando abrieron vaquerías en los barrios, en donde servían la leche de la vaca a la lechera directamen­te, sin control alguno de sanidad. Durante el invierno los alimentos se conservaba­n muy bien en la galería. El colchonero venía una vez cada no recuerdo cuántos meses, bajaba el colchón al patio, lo descosía y vareaba durante horas la lana, después lo cosía. Eran visitas que no molestaban porque eran a requerimie­nto.

Cuando apenas había teléfonos fijos en casa, si querías ver a un familiar o te querían ver a ti, lo visitabas o te visitaban en la casa. Había unas relaciones sociales que hoy día no se dan. Muchos años después, y hasta hace poco, sí molestaban las visitas de comerciale­s de empresas de gas, de electricid­ad y de seguros, porque no se les esperaba ni hacían falta alguna. Algunas visitas no esperadas incluso son de gente que intenta estafarte, en especial en hogares en donde viven ancianos solos, una población muy fácil de engañar. Las visitas y las llamadas comerciale­s se han prohibido, pero las llamadas no han dejado de sonar casi cada día. Muchas de esas llamadas son «fantasmas» porque nadie contesta al otro lado si te molestas en responder. El otro día, encontránd­ose mi hijo en casa, recibí un mensaje que decía que mi supuesto hijo se le había caído el móvil a la lavadora y no encendía, que hiciera el favor de mandarle un mensaje al wassap tal. Otras veces es un banco que te anuncia que se ha detectado un movimiento extraño en tu cuenta corriente.

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