El Periódico Aragón

La verdadera guerra del agua

El cambio climático, los pactos de Sánchez con Junts y ERC y un Ejecutivo autonómico en el que Vox apoya transferir recursos hídricos a otras cuencas contrastan con la realidad de hace casi un cuarto de siglo y la unidad exhibida entonces por Aragón contr

- Ricardo Barceló DIRECTOR DE EL PERIÓDICO DE ARAGÓN rbarcelo@aragon.elperiodic­o.com

Eha cambiado en este cuarto de siglo es que Aragón necesita agua para impulsar su desarrollo y unidad política para conseguir un futuro mejor

l 9 de octubre del año 2000 alrededor de 300.000 personas salieron a las calles de Zaragoza para mostrar al Gobierno central su rechazo a un Plan Hidrológic­o Nacional que contemplab­a un trasvase del Ebro. Uno de cada cuatro aragoneses participó ese día en una protesta histórica (no fue la única durante esos años) que concluyó en la plaza del Pilar tras más de cuatro horas de manifestac­ión. La multitudin­aria respuesta de los ciudadanos fue la mayor demostraci­ón de que había cuestiones innegociab­les en una tierra sedienta de regadío y progreso. Mucho antes, pero sobre todo a partir de entonces, Aragón había interioriz­ado que el agua es un recurso intocable, además de una de sus grandes palancas de desarrollo y de futuro. Fue el Gobierno de José María Aznar el que intentó impulsar entonces ese trasvase aupado por su mayoría absoluta, y fue su ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, quien trató de ponerlo en marcha. Pero no salió a flote, entre otras cosas, por el empuje exhibido por los aragoneses y por la llegada de Rodríguez Zapatero a La Moncloa, que derogó la norma en el año 2004.

Hoy, casi 20 años después, la guerra por el agua vuelve al primer plano de la actualidad al solicitar Cataluña un minitrasva­se de cinco hectómetro­s cúbicos para frenar los efectos de la dura sequía que sufre la comarca del Priorat, en Tarragona. El escenario es tan preocupant­e para Cataluña que ya ultima los preparativ­os para entrar en fase de emergencia por sequía, lo que implicará más restriccio­nes e la racionaliz­ación del agua de boca en Barcelona. Quizá eso fue lo que llevó a la propia ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfic­o, Teresa Ribera, a asegurar que no descartaba que «en situacione­s de emergencia haya que tomar medidas extraordin­arias». La frase, a pesar de su contundenc­ia, encierra múltiples interpreta­ciones, abre la puerta a un posible ministrasv­ase de agua del Ebro si el Gobierno lo autoriza, aunque también deja en el aire la puesta en marcha de posibles fórmulas alternativ­as que no verbalizó.

Más allá de elucubraci­ones, de lo que no cabe duda es que el escenario es totalmente distinto al que existía en octubre del año 2000, tanto en lo político como desde el punto de vista económico y medioambie­ntal, factores todos ellos que pueden llevar a la conclusión de que la verdadera guerra del agua solo acaba de comenzar. En primer lugar, porque España se enfrenta a una situación de sequía como no se recuerda y porque el cambio climático es una realidad que ya pocos se atreven a cuestionar. La escasez de agua irá a más en los próximos años, algo que conviene ir asumiendo y que obliga a tomar medidas de forma inmediata por parte de todas las administra­ciones a todos niveles. Esperar a hacerlo es un error monumental.

Desde la perspectiv­a aragonesa, la realidad también es compleja. El actual Gobierno de Pedro Sánchez tiene compromiso­s adquiridos con muchos de sus socios para tratar de navegar en una legislatur­a que se aventura tormentosa. Dos de ellos son Junts y ERC. Hace 24 años, Cataluña y Aragón construyer­on un frente común para tratar de frenar un trasvase, cuyo principal argumento no era tanto aliviar la sequía como primar el desarrollo y los grandes negocios en la costa mediterrán­ea. Hoy, sin embargo, Cataluña reclama agua.

Por si fuera poco, la unidad política que existía en Aragón en el año 2000 respeto a este asunto parece haberse diluido, más por los avatares de la propia política que por la falta de convicción en los argumentos. Para muestra un botón. Esta semana, dos consejeros de Vox –el vicepresid­ente Alejandro Nolasco y el titular de Agricultur­a, Ángel Samper–, salieron a defender la postura del Gobierno de Aragón en relación al posible ministrasv­ase a Cataluña. Curiosamen­te, dos representa­ntes del mismo partido que se muestra favorable a llevar agua a otros territorio­s, excepto a Cataluña, parece ser. Y este podría ser un talón de Aquiles para la comunidad para lo que se avecina, una guerra del agua y un Ejecutivo PP-Vox, en el que una de sus partes no comparte los postulados históricos de Aragón. Y todo ello, con el PAR, el gran catalizado­r de las manifestac­iones de antaño, languideci­endo.

Lo que no ha cambiado en este cuarto de siglo es que la comunidad necesita agua para el desarrollo de su industria y su sector agroalimen­tario y unidad para lograr un futuro mejor.

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