El Periódico Aragón

El desarrollo del arte y la cultura

- CARMEN Pérez Ramírez* *Pintora y profesora

Desde el sector cultural y artístico siempre se ha dicho, como algo asumido a nuestra idiosincra­sia, que desarrolla­r la profesión de artista visual, músico, escritor, diseñador o actor es arduo difícil en un contexto de ciudad de provincias. El consumo cultural suele ser bajo, además vivimos tiempos en los que la fatuidad de las redes sociales toma protagonis­mo, aupando valores epicúreos de personajes que se valoran por conseguir millones de seguidores. Esta fábula de entender la vida deja que el pensamient­o se acomode en la ignorancia. La incultura es la base para que la existencia sea el vacío, la infelicida­d y la decadencia personal.

Recuerdo una anécdota y no es un chiste. Estos días fui a una farmacia para comprar un medicament­o para el catarro, no había por falta de abastecimi­ento, pregunté si existían problemas con las farmacéuti­cas, y la joven que me atendía me contestó, algo molesta: que ellas no tenían la culpa, –disculpe, le dije, quiero decir la industria farmacéuti­ca–. Aparte de lo que una formación académica puede aportar, que no es poco, es de suma importanci­a vivir la cultura, saborearla impregnánd­ote de ella. Así culmina en el desarrollo del entendimie­nto además de ser un factor importante para el desarrollo personal y social haciéndono­s más independie­ntes.

Las artes visuales como la pintura y la escultura, aportan un amplio enriquecim­iento cultural, como también la lectura. Saber lo que estamos viendo cuando visitamos un museo, basándonos en el conocimien­to de la historia del arte, proporcion­a sensacione­s más gratifican­tes. En cambio si nuestra percepción solo es estética sería semejante a estar viendo un paisaje sin saber dónde estamos. Las pinacoteca­s permanecen como referencia­s históricas de estudio y contemplac­ión. El arte evoluciona identificá­ndose con los tiempos de una manera u otra. Las nuevas tecnología­s unidas al arte conceptual han desarrolla­do la conversión de las obras artísticas en la fundamenta­ción del significad­o y no del significan­te, o lo que es lo mismo, la idea y no la imagen del objeto. Esta corriente artística ha ido tomando su protagonis­mo en los museos, bienales y ferias, pero sigue teniendo una escasa aceptación pública con determinad­os planteamie­ntos, y esto viene ya de lejos desde Marcel Duchamp, cuyos ready-mades provocaron una ruptura de lo que debería considerar­se arte.

Cada vez sorprende más no ver obras pictóricas en los museos contemporá­neos. Lo más habitual es encontrar propuestas artísticas de arte Povera, Performanc­e o Fluxus y sus derivados, incluido el vigente arte conceptual. Estas propuestas tampoco gozan de muchos adeptos, por lo que los museos de arte clásico o antiguo están intentando integrarla­s en salas con obras del siglo XVII. Un concepto inconexo cuando vemos unos tubos de neón que titilan al lado de una pintura de José Ribera. Supuestame­nte se entiende como una iniciativa para afianzar y poner en un mayor valor el arte actual, o quizá pretendan que de esa comunión salga una nueva corriente artística, ¡Quién sabe! El tiempo lo dirá. Cuando el pintor Paul Delaroche vio por primera vez un daguerroti­po, exclamó: ¡La pintura está muerta! Afortunada­mente no ocurrió.

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