El Periódico Aragón

El precio de la cultura

- DANIEL Monserrat

Acabado 2023 han empezado a salir a la luz diferentes estudios, encuestas y demás clasificac­iones en torno a la cultura y, en todas ellas, la realidad es que Aragón no queda bien parada... iré más lejos, no queda muy bien para la iniciativa cultural de las institucio­nes. Y no hablo solo de que recienteme­nte se ha sabido que la comunidad es la tercera que menos invierte en cultura o de que en el Observator­io de la Cultura ni Aragón ni Zaragoza quedan muy bien paradas. Que la capital aragonesa ocupe el décimo lugar en cuanto a oferta y calidad cultural no es una buena noticia. Es la cuarta ciudad en cuanto a población y, a los datos me remito, no está a la altura culturalme­nte.

Pero en lo que me quiero detener es que, se intente vender como se intente vender en un mundo en el que todo el mundo quiere sacar pecho, la mayoría de la oferta cultural y, sobre todo, de la más valorada, es gracias a la iniciativa privada. Es una realidad que quizá debería abrir un periodo de gran reflexión para todos. No digo que la cultura deba ser sustentada únicamente por la iniciativa pública, pero sí debemos ser consciente­s (y dudo bastante de si estamos en ese punto como sociedad) de que determinad­as propuestas (necesarias para confrontar­nos y entender el mundo en el que vivimos, entre otras muchas cosas) nunca van a tener el oxígeno necesario si no cuentan con el respaldo institucio­nal detrás (no, no me refiero a que lo sufraguen en su totalidad). Echo de menos, más allá de las ayudas monetarias y de infraestru­cturas que se puedan aportar desde lo público, que haya iniciativa desde las institucio­nes.

Eso... y creérselo, ser capaces de articular un discurso real en el que quede claro que otorgar ayudas económicas a la cultura no es otra cosa que lo que se hace con la mayoría de sectores que hay en la sociedad. Sucede que no sé muy bien el motivo, pero parece que está bien que existan ayudas para comprar electrodom­ésticos, para la industria automovilí­stica, se

construya una alfombra roja para las energías renovables, se ayude a empresas de todo tipo, pero está fatal ayudar a que proyectos culturales vean la luz por no sé muy bien qué argumento peregrino. Y ese discurso que ha calado y hace tanto daño tiene que ser y combatido no desde el propio sector (que ya se está haciendo) sino desde las propias institucio­nes públicas que deben ser capaces de educar y de mostrar que crear un caldo de cultivo para el surgimient­o de creaciones culturales no es más que otorgar un gran beneficio a la sociedad. Algo que en otros países (miren sin ir más lejos a Francia) está claro y aquí casi nadie ha hecho nada porque así sea.

Y eso repercute directamen­te en la manera que se tiene también de valorar a la cultura. Es cada vez más habitual que la gente se queje del precio de la cultura, de las entradas sin ir más lejos, sin pararse a pensar los motivos que hay detrás del coste de una entrada o ver algo tan sencillo como que todo se ha encarecido... y la cultura, pues también. La queja de cualquiera por supuesto es lícita, pero tengo la sensación de que levantar la voz contra ciertas cosas y determinad­os precios es más fácil que contra lo que realmente es abusivo.

Y contra todo eso, solo queda la conciencia­ción de la sociedad y entender que desde la cultura podemos crear personas mejores y un mundo más habitable desde la lógica que aporta la intelectua­lidad bien entendida. Mientras tanto, las institucio­nes me temo que seguirán igual de perdidas poniendo parches en forma de ayudas sin más labor didáctica que sacar pecho no sé muy bien de qué en algunos casos.

Se echa en falta que las institucio­nes públicas tengan iniciativa en la creación cultural

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EL PERIÓDICO Realidad La gente responde a la llamada de la cultura. -
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