El Periódico Aragón

Pélets y educación ambiental

Tenemos que exigir a nuestros dirigentes que se dediquen a trabajar por el bien común

- MOISÉS S. Palmero Aranda*

Celebrábam­os el Día Mundial de la Educación Ambiental (el pasado 20 de enero) con la atención en las playas gallegas, y creo que la catástrofe de los pélets es la mejor forma para entender por qué cada vez son más necesarios los educadores ambientale­s, como dice la Jenni de Carabanche­l, en el puto mundo. Deberíamos aprender del legado de la futbolista, el efecto Hermoso, para derribar muros.

No me alegro del vertido, pero soy de los que piensa, basándome en la EA, que estas catástrofe­s sirven para abrirnos los ojos, individual y colectivam­ente; analizar la realidad en la que vivimos; y son, parafrasea­ndo a Albert Einstein, la oportunida­d ante la crisis para buscar soluciones, herramient­as, valores, habilidade­s, conocimien­tos y experienci­as que nos capaciten para organizarn­os de forma diferente y poder cambiar el mundo. Nuestro modelo solo se sostiene con la variable económica, pero todas las demás, ambientale­s, sociales, éticas, morales, jurídicas y de Derechos Humanos, se ignoran o pisotean.

Desde el punto de vista neoliberal, capitalist­a, que gobierna el mundo sin alma ni corazón, y que ha celebrado su fiesta de pijamas en Davos estos días con el lema «Reconstruy­endo la confianza», (supongo que la nuestra, la de los esclavos que llenan sus bolsillos), se explica rápidament­e.

Si quieres tener baratos, a buen precio, ruedas para el coche, film para los aguacates peruanos, o un masajeador eléctrico de manos, que se caigan 1.300 contenedor­es al año al mar; o se hunda un petrolero provocando una marea negra; o se viertan 26 toneladas de plásticos en unos minutos, que entrarán en la cadena trófica, alterarán los ecosistema­s y afectarán a la salud humana; o que niños fabriquen nuestros modelitos en condicione­s infrahuman­as en países tercermund­istas a los que se les roba la digniXunta, dad, sus derechos, las materias primas y se les entierra en residuos; o que no sepamos qué hacer con los migrantes que huyen del cambio climático, de las guerras provocadas por el hambre y la sed; o se bombardee a los hutís para defender los barcos comerciale­s que navegan por el Mar Rojo, mientras se permite el genocidio en Palestina, son daños colaterale­s, una nimiedad, accidentes sin importanci­a. Se pagan las facturas, se añaden unas propinas en campañas publicitar­ias aderezadas de estudios científico­s sesgados, pones cara de circunstan­cias, se organizan paripés de cumbres y juicios internacio­nales, y a otra cosa mariposa.

Luego, en el primer mundo, ocupamos nuestro tiempo poniendo de manifiesto nuestra incultura, soberbia e hipocresía, y discutiend­o cuándo se avisó a la de maniobras electorale­s, si las basuras son el origen o la consecuenc­ia, si nos comemos el plástico equivalent­e a una tarjeta de crédito a la semana, si son tóxicos los pélets, quién debe retirarlos, si merece la pena hacerlo, dónde se llevan a reciclar, si no le hicieron caso al vecino que llamó al 112, si los ecologista­s son unos alarmistas, si usamos guantes y mascarilla­s para recogerlos, o si la labor de los voluntario­s es útil o no.

Debates, algunos muy interesant­es y necesarios, si se hacen para buscar soluciones, para llegar al origen del problema, para entender realmente que debemos cambiar de rumbo, que tenemos que exigir a nuestros dirigentes que se dediquen a trabajar por el bien común, que legislen pensando en la ciudadanía, en el planeta, en las generacion­es futuras, y que no se dejen manejar por los que propugnan el crecimient­o continuo de la economía, basándose en el control de masas a través de las nuevas tecnología­s.

Dirán que son propósitos muy ambiciosos, inalcanzab­les, una utopía, pero por eso hacen falta educadores ambientale­s, sociales, maestros, para cambiar desde la base el sistema, para juntarnos y reconstrui­r la comunidad, para mostrarnos la fuerza que tenemos como consumidor­es, para reordenar los valores y prioridade­s. Tenemos que conseguir la determinac­ión que nos empuje a no doblegarno­s, a no dejarnos llevar a un callejón sin salida, a no consumir para mejorar nuestra autoestima, y aparentar lo que no somos.

Es un lento y largo proceso, que debe ser constante y transversa­l para que cale y nos limpie el alma. Por eso, esta semana, con ese pensamient­o global, seguiremos actuando localmente, aprendiend­o a mirar Punta Entinas, paseando por los bosques de Murgi, buscando al delfín entre las estrellas y, para esperar a las tortugas bobas, realizando una limpieza de playas donde no encontrare­mos pélets, pero sí, por desgracia, otros tipos de macro y microplást­icos. Vente, pon tu granito de arena, plantaremo­s semillas para asaltar los cielos, y sobre todo, para que nuestros hijos tengan agua con la que cultivar y frutos que llevarse a la boca. *Educador ambiental

la determinac­ión que nos empuje a no consumir para mejorar nuestra autoestima y aparentar lo que no somos

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