El Periódico Aragón

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Por mucho que el país sienta un notable apego por su monarquía, protegida de los escándalos por buena parte de la prensa, la crisis española de fin de año, con el príncipe de picos pardos mientras su mujer se encontraba de viaje de trabajo en Nueva York, pudo influir en el golpe de timón con el que la longeva soberana cedió el testigo a los herederos. No siempre contó la actual reina con el favor de su madre política.

Donaldson y el príncipe se conocieron durante los Juegos Olímpicos de Sídney, al coincidir en un bar al que él había acudido con su hermano Joaquín y sus primos Felipe de Borbón y Nicolás de Grecia. Comenzaron su relación a distancia y se vieron en secreto hasta que una revista publicó una foto de ambos. Ella dejó entonces su trabajo de ejecutiva en una pequeña empresa de publicidad y se trasladó a Dinamarca, donde comenzó a aprender un idioma que hoy domina y a formarse en historia local y protocolo.

No fue hasta meses después de que Federico la presentase oficiosame­nte como su novia, que Margarita de Dinamarca aceptó en palacio a la plebeya, tras investigar­la a fondo. Para su boda en mayo de 2004 renunció a la nacionalid­ad británica y australian­a, quedándose la danesa. Inolvidabl­e el momento en que llegó al altar y fue recibida por el novio hecho un mar de lágrimas. También lloró el ahora rey tras coronarse y prometer ser un «elemento de unión» para su país.

Si le sobra pegamento, tiene un matrimonio por recomponer el hombre aficionado a los coches veloces, a las modelos, a pinchar música y a que se le perdonen los deslices, que tuvo el acierto de encontrar en otro continente una esposa a la altura de cualquier exigencia, volcada en labores como la lucha contra el bullying, la obesidad y la violencia contra las mujeres, y a favor de causas como la atención a los refugiados, la protección de la salud mental y la vacunación infantil.

El primogénit­o de sus cuatro hijos en común, Christian, acaba de cumplir los 18 años y es el primero en el banquillo. El joven se llevó el aplauso más cerrado del público en la coronación de Federico X, hace unos días; todas las miradas de amor y complicida­d de Mary de Dinamarca, y ninguna cobra.

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