El Gran Lavado
El ecowashing es su versión más conocida, pero el lavado afecta a todas las esferas. Llama la atención que en lo único que se han puesto de acuerdo PP y PSOE es para centrifugar un término inadecuado de la Constitución. El washing es la gran coartada de la estrategia políticamente correcta dominante. Hay un genocidio en Gaza, pero Alemania, Francia y la UE lo llaman legítima defensa: no sea cosa que les recuerden su vergonzante papel en el Holocausto... En Reino Unido se confina a los inmigrantes «ilegales» en alta mar, pero como lo ordena un primer ministro racializado… ¡Si hasta Vox ha puesto a manejar el cotarro orgánico a un mulato hiperespañol que clama contra la inmigración! La ultraderecha avanza por el mundo en nombre de la libertad y para rescatar el orgullo de la clase obrera blanca mientras su correligionario fascista Putin invade Ucrania para desnazificarla (aquí Occidente sí reconoce genocidio). Cuando la ciencia ha avanzado más que nunca, cuando podemos acceder de inmediato a la información y compartirla, los bulos enmascarados proliferan por doquier. La impostura y el simulacro denunciados por Baudrillard conforman un neolenguaje que impone una realidad paralela o alternativa, como quiere la troupe de Steve Banon. No importa lo que es, sino cómo se nombra. Los jóvenes precarios son potenciales emprendedores, los esclavos que pedalean las ciudades con sus jorobas de colores son «trabajadores por cuenta propia», etc. Entre tanto, los explotadores de la jungla financiero-digital –bancos, operadoras, eléctricas, megavampiros de fondos o de Silicon Valley– se presentan con una careta con toda la policromía de la agenda 2030: los más solidarios, ecologistas, feministas, los más… O envía Dios un viento purificador que arranque las máscaras o la confusión seguirá avanzando.