El Periódico Aragón

La sociedad de la nieve

Los operarios que limpiaron el césped de La Romareda relatan una experienci­a «inolvidabl­e»

- J. OTO

Faltaban más de cinco horas para el comienzo del partido ante el Andorra, pero hacía rato que José Luis Calvo, trabajador del Real Zaragoza desde hace más de dos décadas, fruncía el ceño. Su experienci­a le decía que aquello no pintaba bien y que la nieve que llevaba un par de horas cayendo sobre la capital aragonesa exigía entrar en acción. Así que llamó a David Calvera, encargado de Siaver (empresa que asume el mantenimie­nto del césped de La Romareda) para ponerle en alerta. «Me dijo que comprara pintura roja para marcar las líneas», recuerda Calvera, que antes de las 16.00 ya estaba en el estadio. «El director del partido me preguntó dónde estaba la gente, pero el problema es que la previsión era de lluvia, no de nieve, así que las personas que teníamos preparadas eran las necesarias bajo esa previsión. Tocó hacer llamadas y todos respondier­on a pesar de cómo estaban las carreteras. En una hora estaba todo el mundo aquí», valora.

Comenzaba entonces una ardua tarea que congregó a 15 personas entre empleados de Siaver y trabajador­es del club, a los que se sumaron los empleados de limpieza del estadio que, voluntaria­mente, se unieron a las ingentes labores de retirada de una nieve que, sin embargo, no dejaba de caer. «Todos sabíamos lo que teníamos que hacer. La coordinaci­ón fue total en todo momento», afirma Paco Corrales, que, como José Luis, fue testigo de un episodio similar, en 2005, ante el Fenerbahce. «Pero entonces nevó el día de antes, no a unas horas del partido. Teníamos aquella experienci­a pero no estamos acostumbra­dos a que suceda algo así en Zaragoza. Además, las cosas han cambiado mucho desde entonces», rememora José Luis. En esta ocasión, las tareas de limpieza debían acometerse, además, mientras seguía nevando. «Desde las 5 de la tarde no paramos de quitar nieve y marcar líneas del perímetro. Sin parar

hasta las 5 de la mañana», expone Paco, que coincide con José Luis en que, a pesar de la tensión y el cansancio, no fue la tarea más dura que les ha tocado asumir desde que trabajan en el club. «Fue peor el diluvio en 2004 ante el Dnipro. Aquel día cayó mucha agua y había que achicar y pinchar el campo continuame­nte pero apenas sentíamos las manos, congeladas por el frío», indican.

Conforme pasaban las horas aumentaba la inquietud. La borrasca Juan cerraba carreteras, suprimía líneas de autobuses y mantenía en vilo a toda la comunidad. Sin embargo, el partido seguía sin suspenders­e. «Había mucha tensión, nervios e incertidum­bre. No sabíamos qué iba a pasar, había que trabajar duro», subraya Calvera, que dio orden de recurrir a tractores que la empresa guarda en Pinseque y en la Ciudad Deportiva, a los que se añadió otra máquina más poderosa procedente de Huesca por si había que trabajar y marcar líneas al descanso. «Llamé a nuestro conductor para decirle que cargara el tractor de Pinseque, me decía que la carretera estaba muy mal y le respondí que lo hiciera como pudiera, pero había que hacerlo», dice David, que, hace tres años, con la llegada de la borrasca Filomena, ya tuvo que preparar un campo de la Ciudad Deportiva para que el primer equipo entrenara al día siguiente. «Pero nada que ver con la tensión del viernes, nada», afirma.

«Se trataba de quitar la nieve lo antes posible y cada uno asumíamos nuestra parte con una gran coordinaci­ón entre todos», reitera José Luis, que horas antes había dejado a su padre ingresado en el hospital Miguel Servet aquejado de un grave problema de salud. «Antes de aquella gran nevada ante el Fenerbahce fui yo el que tuve que llevar a mi padre al hospital. Casualidad­es de la vida», resalta Paco. «Tocó afrontar un día duro de mucho trabajo después de no haber dormido apenas el día anterior, pero ya está. Lo importante es que todo salió bien y, sobre todo, que el Zaragoza ganó. Fue una experienci­a inolvidabl­e», relata José Luis, orgulloso de sus colores.

Se acercaba la hora del partido y la presión se incrementa­ba. «Nos decían que había que hacer lo que se pudiera y lo hicimos. Incluso los recogepelo­tas se pusieron a ello los pobres. Tres veces retiramos la nieve de las líneas del campo», indica David. «El Andorra quería jugar sí o sí, el director del partido estaba encima...la gente trabajó como nunca, pero no paraba de nevar y la situación era complicada. Si hubiera parado metes gente de donde sea a quitar nieve, pero de poco servía trabajar tan duro si seguía cayendo porque cuando limpiabas una zona ya estaba otra vez cubierta de nieve nada más darte la vuelta».

El anuncio de la suspensión fue un pequeño alivio, pero la carrera contra el reloj continuaba. «Nos decían que se quería fijar el partido para el sábado entre las 14 y las 16.00 horas, así que había que trabajar duro porque apenas disponíamo­s de margen de maniobra», explica David. Así que, tras un breve paso por casa para quitarse una ropa empapada, tocaba pasar la noche en La Romareda. «Nos reunimos entre nosotros y hablamos. El club, apelando a nuestra experienci­a y a los años que llevamos aquí, nos preguntó cómo se podía hacer y se puso a nuestra disposició­n para darnos los recursos necesarios. Dormimos entre poco y nada porque había que preparar el campo para el partido. Un café y a sacarlo adelante lo antes posible».

David Calvera ENCARGADO DE SIAVER «La previsión era de lluvia, así que tocó hacer llamadas En una hora todos estaban aquí»

Paco Corrales OPERARIO DEL REAL ZARAGOZA «Lo del vestuario fue increíble, nos abrazaron y nos daban las gracias. Mollejo fue genial»

José Luis Calvo OPERARIO DEL REAL ZARAGOZA «Horas antes, había ingresado mi padre en el hospital. Tocó afrontar un día duro tras no dormir»

/

A PICO Y PALA Ni una mala cara ni quejas ni lamentos. De madrugada, un grupo de trabajador­es marcaban el primer gol de una victoria rotunda. Ellos fueron los principale­s protagonis­tas y artífices del espléndido aspecto que presentaba el césped para la disputa del partido. Los futbolista­s no podían fallar. Y no lo hicieron. Fue un triunfo a pico y pala. «Me emocionó mucho que el entrenador agradecier­a nuestro trabajo. Es la primera vez que me pasa algo así y lo valoramos muchísimo. Fue precioso», asegura Paco, curtido en mil batallas. Pero lo mejor aún estaba por venir cuando las puertas del vestuario se abrieron para él, José Luis y Jorge y Guillermo, en representa­ción de Siaver, para celebrar un triunfo colectivo. «Nos dijeron que nos quedáramos por ahí cerca, nos hicieron subir las escaleras y nos metieron para dentro para abrazarnos, saltar y darnos las gracias. Fue increíble», relata Paco, que agradece «todos los esfuerzos y recursos que el club puso a nuestra disposició­n, sobre todo Sanllehí y las empleadas del club Lola y Marta. Nos prepararon, por cierto, un picnic que parecía de un restaurant­e de lujo, se portaron de maravilla».

Ahí dentro, en la caseta, todo era algarabía y jolgorio, aunque una imagen se impone sobre las demás. «Ese Mollejo con el gesto de la pala es genial. Le guardamos una sorpresa», advierte José Luis entre risas. «Nos hemos sentido muy valorados y reconocido­s, sobre todo, por todo el organigram­a del club. No han tirado de pala, pero moralmente han estado con nosotros en todo momento. Un trabajo de equipo, una familia», asevera. «Estas cosas hacen piña», dice Calvera.

 ?? ANDREEA VORNICU ?? José Luis Calvo, David Calvera y Paco Corrales, pala en mano, sobre el césped de La Romareda, aún con hielo acumulado en una banda.
ANDREEA VORNICU José Luis Calvo, David Calvera y Paco Corrales, pala en mano, sobre el césped de La Romareda, aún con hielo acumulado en una banda.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain