A la búsqueda de una poética de la perversión
Primera embestida (óbviese cualquier asociación con la cosa taurina) de la nueva temporada del Grupo Enigma en el Auditorio de Zaragoza, espacio rebautizado ahora (en un arranque de chueca ocurrencia) Princesa de Asturias, aspirante al trono de las españas y juerguista mayor de la Inmortal Ciudad, en la mejor línea borbónica. El ciclo de espectáculos llega con el título Surrealismo. Arte, utopía y revolución, y el lunes el estreno se presentó bajo el sugestivo epígrafe Perversión. A saber: perturbar el orden o el estado de las cosas, como explica la RAE en la segunda acepción del término. La idea del ciclo es transitar, además de por la música, por disciplinas como la poesía y el audiovisual.
El programa de lunes se abrió con la grabación Noise Study (1961), la primera pieza que el compositor y teórico musical norteamericano James Tenney armó con un ordenador generador de sonidos, inspirado por el ruido del tráfico que soportaba en sus viajes desde su laboratorio a Nueva York y viceversa. Sin duda, aunque son composiciones de naturaleza muy diversa, Noise Study influyó en la creación, en 1988, de Different Trains, escrita por Steve Reich a raíz de sus trayectos en tren desde Nueva York a Los Ángeles, que más tarde le hizo reflexionar sobre los trenes del holocausto nazi. Pero a lo que vamos: Tenney confeccionó su obra alterando las bandas de ruido creadas sintéticamente: sus valores, sus rangos, sus parámetros; haciendo regrabaciones y remezclas y variando la velocidad. Todo un trabajazo para una composición inspiradora, en la que en ocasiones un sonido funciona casi como nota pedal sobre la que cabalga el resto de las músicas.
Luego, Enigma, como siempre bajo batuta y la creatividad de Asier Puga, entró en el Barroco a través de Batttalia à 10 (1673), de Heinrich Ignaz Franz Von Biber. Antes de ver a los músicos armados solo con instrumentos de cuerda uno pensaba que Puga habría decidido entrar en el universo de Biber con una instrumentación mixta (cuerdas, vientos, percusión…); pero no: Enigma recreó como un combo barroco esa pieza extraordinaria con la que el compositor de BohemiaAustria quiso mostrar la violencia de una batalla. Pero la perversión no estaba solo en la fuerza brutal de la música, en el juego de los armónicos, en el golpear de los arcos, en los pizzicatos, en la alteración sónica colocando papeles en las cuerdas; también la encontramos en pasajes que buscaban la atonalidad y, principalmente, en transformar el concepto de batalla militar en revuelta intelectual y emocional.
La lectura (grabada) del texto En defensa de la perversión (1958), del cineasta experimental y agitador cultural lituano (emigrado a USA) Jonas
Mekas, por parte de José Miguel Baena, resultó plana y algo tediosa. No se puede lanzar un texto tan poderoso con tan poca rasmia. Probablemente esa falta de intención en la lectura era premeditada, pero nos hizo echar de menos a Niño de Elche y sus lecturas cúbicas el día de la presentación del programa. En la misma línea de ausencia de agitación estuvo el audiovisual confeccionado con fragmentos del programa televisivo para MTV 15 Andy Warhol’s Fifteen Minutes, que visionamos casi al final de la velada. Tratándose de surrealismo y perversión hay mucho donde elegir, más allá de algunos buenos chistes de Andy.
Menos mal que antes y después de la cosa warholiana, Enigma arrasó, literalmente (vocablo muy de moda entre la generación Z, X, Y o como se llame) con Psycho Suite (1960), de Bernard Herrmann, y Shaker Loops (1982), de John Adams. Herrman compuso su obra para Psicosis, pero no fue completa en la banda sonora de la película. Además de su atmósfera de suspense, la obra remite en sus primeros movimientos al cine surrealista. Su desarrollo es apabullante, aspecto que Enigma remarcó, tanto en la ferocidad y resonancia de las cuerdas (¡esos pasajes como perros aulladores!) como en la cinética del sonido, creando un arco casi visual que iba de los violines a los chelos, y al contrario.
John Adams representó en Shaker Loops tanto el temblor de las cuerdas, como el movimiento de los bailes de los creyentes de la sociedad cuáquera Shakers. Su nombre lo indica: bucles creados con arrebatadores crescendos, diversidad de planos sonoros, dinámicas agitadoras, onomatopeyas… Estamos acostumbrados a que Asier Puga y el Grupo Enigma ofrezca conciertos excelentes, pero el del lunes fue realmente especial. Así lo entendieron los espectadores (abundantes) que aplaudieron con fervor y sin escatimar tiempo el trabajo del director y de los músicos.