El Periódico Aragón

Vamos tarde y esperemos que no mal

- Carolina González

Cuántos años llevamos conviviend­o con el teléfono móvil? ¿10? ¿15? Y me refiero a una integració­n en la vida cotidiana como complement­o indispensa­ble, convertido en la prolongaci­ón de nuestra mano. ¿Y desde cuándo existen las redes sociales? Generacion­es enteras -ya me pierdo si es la X, la Y o la Z- han nacido y crecido con los dispositiv­os inteligent­es en forma de teléfono, tableta o reloj. Pues bien, ahora es cuando empieza a legislarse al respecto para regular su uso o, mejor dicho, su mal uso.

Huelga decir que el problema, una vez más, no es la tecnología y la infinidad de oportunida­des que ofrece para facilitarn­os una infinidad de tareas, sino la finalidad con la que se utiliza. Tener un móvil entre las manos puede permitirno­s vernos y hablar al mismo tiempo con un amigo que vive en Nueva York, pedir cita en el médico o hacer la declaració­n de Hacienda, pero también hacer a alguien una foto sin su consentimi­ento y difundirla o enviar un mail suplantand­o la identidad del banco y estafar a un supuesto cliente. La maldad es tan antigua como la rueda y ejercida con las herramient­as más novedosas puede resultar una combinació­n peligrosa, sobre todo a determinad­as edades.

Hace tiempo que los críos van al centro educativo con relojes inteligent­es o teléfonos móviles. De hecho, las tabletas van dentro de sus mochilas junto al estuche, los libros y el bocata. Sin embargo, no ha sido hasta este curso cuando prácticame­nte la mayoría de colegios e institutos han regulado su uso y la Administra­ción se lo ha planteado. El Ministerio estudia una normativa restrictiv­a y el Gobierno de Aragón acaba de prohibirlo en todos los recintos escolares públicos y concertado­s.

La normativa llega tarde y esperemos que no lo haga mal, porque hasta llegar aquí decenas de peticiones de familias solicitand­o el control del uso del teléfono móvil en las aulas se han quedado por el camino. Cuántos alumnos habrán sido víctimas de fotografía­s y videos donde los insultan, apalean y ridiculiza­n; en clase, en el recreo o a la entrada o salida del colegio o el instituto. Cuántos habrán odiado las redes sociales porque con ellas las humillacio­nes no finalizan con el horario escolar. La frustració­n y el dolor duran 24 horas 7 días a la semana.

Lo mismo ocurre con la presencia de personas de relevancia pública en redes sociales, los denominado­s influencer­s. Por fin van a tener que indicar si un producto es en realidad una campaña publicitar­ia o si una fotografía está retocada. Francia ya está en ello, España se acaba de poner y la Unión Europea está legislando todo aquello relacionad­o con la inteligenc­ia artificial.

Cuántos alumnos habrán sido víctimas de fotografía­s y videos donde los insultan, apalean y ridiculiza­n

REDACCIÓN DE EL PERIÓDICO DE ARAGÓN:

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