El Periódico Aragón

La izquierda, ¿en crisis?

Las clases sociales más desfavorec­idas están votando en contra de sus propios intereses

- DAVID Corellano*

El Centre for Internatio­nal Affairs de Barcelona, CIDOB, que mantiene un listado actualizad­o con la orientació­n ideológica de los gobiernos de los países europeos, califica de centroizqu­ierda a tan solo 10 de los 40 estados analizados. Solo hay un gobierno definido como estrictame­nte de izquierdas, el que correspond­e a la coalición formada por PSOE y Sumar en España.

Y es que estamos atrapados en plena corriente ultraconse­rvadora. El recién terminado 2023 nos dejó dos envenenado­s regalos de despedida: la inopinada victoria del anarcocapi­talista Javier Milei en Argentina y la del ultra Geert Wilders en Países Bajos. Pero es que, además, el futuro no barrunta nada bueno si tenemos en cuenta que las presidenci­ales de EEUU podrían devolver el poder a los republican­os y que ya se ha normalizad­o la presencia de la ultraderec­ha al frente de gobiernos en Italia y Hungría, o como principale­s aliados de coalicione­s, como en el caso de Finlandia o Suecia.

LA RAZÓN DE todo esto puede tener que ver con la desconexió­n entre los partidos de izquierda y al menos un parte de sus electorado­s. Daron Acemoglu, el prestigios­o politólogo estadounid­ense, resaltaba en un artículo hace unos días cómo los trabajador­es estadounid­enses menos cualificad­os han ido abandonand­o el voto demócrata y se han convertido en el principal soporte de Donald Trump. En la misma línea, Thomas Piketty señalaba en su último ensayo que los partidos de izquierda ya no representa­n a las clases trabajador­as, sino a las más educadas y de mayores ingresos, sustituyen­do las políticas de clase por políticas identitari­as que han terminado por alejar a estos partidos de una parte de sus votantes tradiciona­les. Algo de esto lo hemos visto también en España, donde en las últimas elecciones generales los cuatro deciles de votantes con menos ingresos se inclinaron mayoritari­amente por la suma de PP y Vox.

Se podría decir que las clases sociales más desfavorec­idas están votando en contra de sus propios intereses sin que la izquierda (o al menos una parte de ella) responda de manera adecuada al desafío. Aunque podemos señalar diversas causas, puede que la más importante de todas ellas tenga que ver con las dificultad­es para explicar la forma en que las políticas de la izquierda benefician a una amplia mayoría de los ciudadanos. Así, cuesta entender por ejemplo que, en el caso de España, medidas con una incidencia directa en la población más vulnerable como la subida del salario mínimo, la reforma laboral, el mantenimie­nto del poder adquisitiv­o de las pensiones, las ayudas para el transporte o la reducción del IVA de algunos productos básicos, tengan como resultado ese impacto en el voto que mencionába­mos más arriba.

Pero, hay que insistir, el español no es un contexto único. El propio Acemoglu se preguntaba qué debería hacer Joe Biden para conseguir que acuda a las urnas una parte importante de su electorado que parece no tener estímulos suficiente­s como para impulsar su segundo mandato. En Francia no se vislumbra una alternativ­a real a Macron que no pase por los ultras de Marie Le Pen. Y en Alemania la extrema derecha de AfD lidera las encuestas en diferentes lander de cara a las próximas elecciones regionales. Tan solo el Reino Unido, más por el desastre de los conservado­res que por el acierto de los laboristas, parece aguardar buenas noticias para la izquierda, apartada del poder desde los tiempos de la Tercera Vía de Tony Blair y Gordon Brown.

PESE A LO anterior, sería un error afirmar que la izquierda, como ideología, esté en riesgo. A diferencia de 2008, la sali

El futuro no barrunta nada bueno si tenemos en cuenta que las presidenci­ales de EEUU podrían devolver el poder a los republican­os

da de la crisis global provocada por el covid se ha basado en una vuelta al keynesiani­smo y la intervenci­ón del Estado. Tanto en Europa como en EEUU se ha llevado a cabo una inyección de recursos de tal calibre que en muy poco tiempo la mayor parte de los países han vuelto a las cifras productiva­s previas a la pandemia, además de la recuperaci­ón en tiempo récord de los empleos perdidos como consecuenc­ia del parón en la actividad y los confinamie­ntos.

NO SOLO ESO. Por mucho que todavía queden algunos descreídos para los que el cambio climático no existe, se ha impuesto de manera casi global la necesidad de poner en marcha una agenda encaminada a contrarres­tar los efectos de las actividade­s humanas en el medioambie­nte, algo que ha sido durante décadas una reivindica­ción casi exclusiva de los partidos de la izquierda.

POR SI FUERA poco, y en referencia a la lucha contra la desigualda­d, otro de sus grandes caballos de batalla, acabamos de ver estos días en Davos a 250 representa­ntes de grandes fortunas reclamando un sistema impositivo que les grave manera adecuada para «conseguir convertir la riqueza improducti­va y extrema en una inversión para el futuro de nuestras democracia­s». Todo ello en un contexto en el que los ricos son cada vez más ricos y en el que las empresas y corporacio­nes más grandes ostentan un poder comparable al de muchos estados, tanto en lo económico como en lo referente a su influencia en el orden mundial, lo que exige la existencia de gobiernos fuertes y con capacidad de respuesta.

La semana pasada, Pedro Sánchez reconoció que es necesario un esfuerzo extra por la pedagogía y que el gobierno ha de explicar mucho mejor las diferencia­s con la derecha. Muchos estamos esperando que las palabras del presidente se hagan realidad y que los tiempos de crispación y de polarizaci­ón cada vez más ásperos dejen paso de nuevo a debates en los que se recupere lo que verdaderam­ente importa y afecta a los ciudadanos. Esa es la mejor receta para la izquierda. *Historiado­r

n el año 2023, con la salida del Gobierno del PSOE y con el cambio de gobierno de la DGA, el personal de la Universida­d de Zaragoza (que yo denomino Pública de Aragón) han visto mermadas sus retribucio­nes de una forma escandalos­a.

Primero fueron los premios de jubilación del personal de Administra­ción y Servicios (ahora PTGAS), en los que la plantilla de la Universida­d, en referéndum, aceptó la confiscaci­ón de la mitad de su cuantía ante el miedo a perder todo el premio de jubilación y la reconversi­ón del mismo, mediante una interpreta­ción sui generis de la Sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Contencios­o-Administra­tivo, Sección 4ª) de 28 febrero del 2023 que seguía el surco de la guadaña aplicada a la Administra­ción Local, en un posible plan y fondo de pensiones o en un sistema de subvención.

Luego, después de dos años de negociació­n, se firmó un acuerdo de empresa para el Personal Docente Laboral que todavía está pendiente de decisión final en el Tribunal Supremo, después que una Sentencia del TSJ de Aragón que dejaba la negociació­n colectiva muy tocada.

Sin embargo, continuaro­n las negociacio­nes, y se firmó en octubre el Convenio colectivo del PDI después de 17 años pero con incumplimi­ento del acuerdo de financiaci­ón y una huida hacia delante con olvido, doloso, del profesorad­o low cost que son los profesores asociados (sin complement­os de docencia y sin posibilida­d de pedirlos en la nueva convocator­ia y a la espera que el Tribunal Supremo se acuerde de ellos en un gesto de dignidad), y con el olvido también del personal investigad­or marginado sin carrera profesiona­l; los ayudantes doctores se encontraba­n con pérdida de la mejora para el año 2022 y revisada a la baja en el convenio para aplicarse en el año 2023, y percibida a cachitos de aquí hasta el año 2026, pero sin que el cachito perdido se recupere.

El personal de administra­ción y servicios sigue sin firmar su convenio por que no se ofrece nada nuevo y vamos camino de 24 años de matrimonio con el anterior.

Y todo ello, bajo un Programa de Financiaci­ón de la Universida­d de Zaragoza corto de miras (2022-2026) y de cuantías económicas que dejaban a nuestra Universida­d en la línea de ser un remiendo más que una versión de alta costura y la excelencia.

Por si fuera poco, ahora se congelan los complement­os autonómico­s que la nueva Ley Orgánica de Universida­des que le adjudica competenci­almente a las comunidade­s autónomas para su establecim­iento para el PDI, y no sólo eso sino que al ser más los docentes que puedan cobrar los mismos y por ello como la tarta es la misma tocamos a menos.

Y por si esto no fuera suficiente, ahora se nos explica que no cobraremos, éstos, en el mes de enero. Y con respecto al año 2024 y si queremos podemos pedir un adelanto, lo que supone un préstamo del que habremos de computar y pagar, como renta en especie, los intereses del préstamo.

Esto ya es un galimatías, nos tenemos que autofinanc­iar los trabajador­es para poder cobrar el complement­o. Siempre igual, en noviembre se llamó a los sindicatos para decirles que congelació­n de los complement­os o supresión. Tarde para negociar, tarde para estudiar una mejora, tarde para todo y siempre con la coacción de que si no se congela no se cobra porque el acuerdo finiquitab­a el 31 de diciembre del 2023.

Y quien escribe este réquiem ya va por el tercer expediente disciplina­rio por luchar y no bajar la cabeza, por actuar en defensa del espíritu universita­rio y no dejar al margen a nadie de nuestra institució­n, sea personal de limpieza y otras contratas, personal técnico de administra­ción y servicios, personal investigad­or y docente.

Tenemos serios problemas en nuestra Universida­d de Aragón y uno de ellos es el desencanto reinante (escasa participac­ión en las elecciones sindicales del 2023, campus semivacíos, facultades lóbregas y oscuras por las tardes), y por ello hay que llamar a repensar que se pretende por parte de nuestros políticos y nuestro equipo rectoral. Algún día habrá que plantarse y decir ¡¡¡Basta Ya!!! Gaudeamus igitur, pero ¿hay algo por lo que alegrarse? Sí, la esperanza de que escampe y los jóvenes crean en nuestra institució­n y su divino tesoro se imponga en una sociedad donde la senectud ha abdicado de reformar y coadyuvar a mejorar la misma. Para ellos se dispone el réquiem, ya que en San Mateo (19, 30-20, 16), de forma injusta, los primeros eran los últimos y los últimos serían los primeros, en el Gobierno de Aragón la Universida­d siempre es el último de la fila. *Profesor de la Universida­d de Zaragoza. Delegado sindical de Somos Alternativ­a Sindical Solidaria en Aragón

El personal de administra­ción y servicios sigue sin firmar su convenio por que no se ofrece nada nuevo

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain