La izquierda, ¿en crisis?
Las clases sociales más desfavorecidas están votando en contra de sus propios intereses
El Centre for International Affairs de Barcelona, CIDOB, que mantiene un listado actualizado con la orientación ideológica de los gobiernos de los países europeos, califica de centroizquierda a tan solo 10 de los 40 estados analizados. Solo hay un gobierno definido como estrictamente de izquierdas, el que corresponde a la coalición formada por PSOE y Sumar en España.
Y es que estamos atrapados en plena corriente ultraconservadora. El recién terminado 2023 nos dejó dos envenenados regalos de despedida: la inopinada victoria del anarcocapitalista Javier Milei en Argentina y la del ultra Geert Wilders en Países Bajos. Pero es que, además, el futuro no barrunta nada bueno si tenemos en cuenta que las presidenciales de EEUU podrían devolver el poder a los republicanos y que ya se ha normalizado la presencia de la ultraderecha al frente de gobiernos en Italia y Hungría, o como principales aliados de coaliciones, como en el caso de Finlandia o Suecia.
LA RAZÓN DE todo esto puede tener que ver con la desconexión entre los partidos de izquierda y al menos un parte de sus electorados. Daron Acemoglu, el prestigioso politólogo estadounidense, resaltaba en un artículo hace unos días cómo los trabajadores estadounidenses menos cualificados han ido abandonando el voto demócrata y se han convertido en el principal soporte de Donald Trump. En la misma línea, Thomas Piketty señalaba en su último ensayo que los partidos de izquierda ya no representan a las clases trabajadoras, sino a las más educadas y de mayores ingresos, sustituyendo las políticas de clase por políticas identitarias que han terminado por alejar a estos partidos de una parte de sus votantes tradicionales. Algo de esto lo hemos visto también en España, donde en las últimas elecciones generales los cuatro deciles de votantes con menos ingresos se inclinaron mayoritariamente por la suma de PP y Vox.
Se podría decir que las clases sociales más desfavorecidas están votando en contra de sus propios intereses sin que la izquierda (o al menos una parte de ella) responda de manera adecuada al desafío. Aunque podemos señalar diversas causas, puede que la más importante de todas ellas tenga que ver con las dificultades para explicar la forma en que las políticas de la izquierda benefician a una amplia mayoría de los ciudadanos. Así, cuesta entender por ejemplo que, en el caso de España, medidas con una incidencia directa en la población más vulnerable como la subida del salario mínimo, la reforma laboral, el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones, las ayudas para el transporte o la reducción del IVA de algunos productos básicos, tengan como resultado ese impacto en el voto que mencionábamos más arriba.
Pero, hay que insistir, el español no es un contexto único. El propio Acemoglu se preguntaba qué debería hacer Joe Biden para conseguir que acuda a las urnas una parte importante de su electorado que parece no tener estímulos suficientes como para impulsar su segundo mandato. En Francia no se vislumbra una alternativa real a Macron que no pase por los ultras de Marie Le Pen. Y en Alemania la extrema derecha de AfD lidera las encuestas en diferentes lander de cara a las próximas elecciones regionales. Tan solo el Reino Unido, más por el desastre de los conservadores que por el acierto de los laboristas, parece aguardar buenas noticias para la izquierda, apartada del poder desde los tiempos de la Tercera Vía de Tony Blair y Gordon Brown.
PESE A LO anterior, sería un error afirmar que la izquierda, como ideología, esté en riesgo. A diferencia de 2008, la sali
El futuro no barrunta nada bueno si tenemos en cuenta que las presidenciales de EEUU podrían devolver el poder a los republicanos
da de la crisis global provocada por el covid se ha basado en una vuelta al keynesianismo y la intervención del Estado. Tanto en Europa como en EEUU se ha llevado a cabo una inyección de recursos de tal calibre que en muy poco tiempo la mayor parte de los países han vuelto a las cifras productivas previas a la pandemia, además de la recuperación en tiempo récord de los empleos perdidos como consecuencia del parón en la actividad y los confinamientos.
NO SOLO ESO. Por mucho que todavía queden algunos descreídos para los que el cambio climático no existe, se ha impuesto de manera casi global la necesidad de poner en marcha una agenda encaminada a contrarrestar los efectos de las actividades humanas en el medioambiente, algo que ha sido durante décadas una reivindicación casi exclusiva de los partidos de la izquierda.
POR SI FUERA poco, y en referencia a la lucha contra la desigualdad, otro de sus grandes caballos de batalla, acabamos de ver estos días en Davos a 250 representantes de grandes fortunas reclamando un sistema impositivo que les grave manera adecuada para «conseguir convertir la riqueza improductiva y extrema en una inversión para el futuro de nuestras democracias». Todo ello en un contexto en el que los ricos son cada vez más ricos y en el que las empresas y corporaciones más grandes ostentan un poder comparable al de muchos estados, tanto en lo económico como en lo referente a su influencia en el orden mundial, lo que exige la existencia de gobiernos fuertes y con capacidad de respuesta.
La semana pasada, Pedro Sánchez reconoció que es necesario un esfuerzo extra por la pedagogía y que el gobierno ha de explicar mucho mejor las diferencias con la derecha. Muchos estamos esperando que las palabras del presidente se hagan realidad y que los tiempos de crispación y de polarización cada vez más ásperos dejen paso de nuevo a debates en los que se recupere lo que verdaderamente importa y afecta a los ciudadanos. Esa es la mejor receta para la izquierda. *Historiador
n el año 2023, con la salida del Gobierno del PSOE y con el cambio de gobierno de la DGA, el personal de la Universidad de Zaragoza (que yo denomino Pública de Aragón) han visto mermadas sus retribuciones de una forma escandalosa.
Primero fueron los premios de jubilación del personal de Administración y Servicios (ahora PTGAS), en los que la plantilla de la Universidad, en referéndum, aceptó la confiscación de la mitad de su cuantía ante el miedo a perder todo el premio de jubilación y la reconversión del mismo, mediante una interpretación sui generis de la Sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección 4ª) de 28 febrero del 2023 que seguía el surco de la guadaña aplicada a la Administración Local, en un posible plan y fondo de pensiones o en un sistema de subvención.
Luego, después de dos años de negociación, se firmó un acuerdo de empresa para el Personal Docente Laboral que todavía está pendiente de decisión final en el Tribunal Supremo, después que una Sentencia del TSJ de Aragón que dejaba la negociación colectiva muy tocada.
Sin embargo, continuaron las negociaciones, y se firmó en octubre el Convenio colectivo del PDI después de 17 años pero con incumplimiento del acuerdo de financiación y una huida hacia delante con olvido, doloso, del profesorado low cost que son los profesores asociados (sin complementos de docencia y sin posibilidad de pedirlos en la nueva convocatoria y a la espera que el Tribunal Supremo se acuerde de ellos en un gesto de dignidad), y con el olvido también del personal investigador marginado sin carrera profesional; los ayudantes doctores se encontraban con pérdida de la mejora para el año 2022 y revisada a la baja en el convenio para aplicarse en el año 2023, y percibida a cachitos de aquí hasta el año 2026, pero sin que el cachito perdido se recupere.
El personal de administración y servicios sigue sin firmar su convenio por que no se ofrece nada nuevo y vamos camino de 24 años de matrimonio con el anterior.
Y todo ello, bajo un Programa de Financiación de la Universidad de Zaragoza corto de miras (2022-2026) y de cuantías económicas que dejaban a nuestra Universidad en la línea de ser un remiendo más que una versión de alta costura y la excelencia.
Por si fuera poco, ahora se congelan los complementos autonómicos que la nueva Ley Orgánica de Universidades que le adjudica competencialmente a las comunidades autónomas para su establecimiento para el PDI, y no sólo eso sino que al ser más los docentes que puedan cobrar los mismos y por ello como la tarta es la misma tocamos a menos.
Y por si esto no fuera suficiente, ahora se nos explica que no cobraremos, éstos, en el mes de enero. Y con respecto al año 2024 y si queremos podemos pedir un adelanto, lo que supone un préstamo del que habremos de computar y pagar, como renta en especie, los intereses del préstamo.
Esto ya es un galimatías, nos tenemos que autofinanciar los trabajadores para poder cobrar el complemento. Siempre igual, en noviembre se llamó a los sindicatos para decirles que congelación de los complementos o supresión. Tarde para negociar, tarde para estudiar una mejora, tarde para todo y siempre con la coacción de que si no se congela no se cobra porque el acuerdo finiquitaba el 31 de diciembre del 2023.
Y quien escribe este réquiem ya va por el tercer expediente disciplinario por luchar y no bajar la cabeza, por actuar en defensa del espíritu universitario y no dejar al margen a nadie de nuestra institución, sea personal de limpieza y otras contratas, personal técnico de administración y servicios, personal investigador y docente.
Tenemos serios problemas en nuestra Universidad de Aragón y uno de ellos es el desencanto reinante (escasa participación en las elecciones sindicales del 2023, campus semivacíos, facultades lóbregas y oscuras por las tardes), y por ello hay que llamar a repensar que se pretende por parte de nuestros políticos y nuestro equipo rectoral. Algún día habrá que plantarse y decir ¡¡¡Basta Ya!!! Gaudeamus igitur, pero ¿hay algo por lo que alegrarse? Sí, la esperanza de que escampe y los jóvenes crean en nuestra institución y su divino tesoro se imponga en una sociedad donde la senectud ha abdicado de reformar y coadyuvar a mejorar la misma. Para ellos se dispone el réquiem, ya que en San Mateo (19, 30-20, 16), de forma injusta, los primeros eran los últimos y los últimos serían los primeros, en el Gobierno de Aragón la Universidad siempre es el último de la fila. *Profesor de la Universidad de Zaragoza. Delegado sindical de Somos Alternativa Sindical Solidaria en Aragón
El personal de administración y servicios sigue sin firmar su convenio por que no se ofrece nada nuevo