El Periódico Aragón

Un buen político

- Luis Solanas

Miguel Ángel Revilla Roiz, a la sazón ex presidente de Cantabria, se pasó el viernes 19 de enero pasado por Zaragoza, pues tenía varios compromiso­s apalabrado­s.

De todos ellos quiero resaltar uno muy especial, visitó y tuvo una charla distendida con los alumnos de 5º y 6º de primaria del Colegio D. Bosco de nuestra ciudad, sito en Vadorrey, según me contó mi amigo y anterior director Alfonso Marquina.

Me describía como por la calle era imposible pasear con él cuando se dirigían a un acto, porque todo el mundo quería hacerse una foto a su lado y le saludaban al reconocerl­e.

Eso dice mucho de un político, pero es que el Sr. Revilla no es un político al uso, no tiene escolta, sigue casi siempre la misma rutina, es un personaje popular y creo que él también lo ha buscado a través de sus aparicione­s en varios programas importante­s de televisión.

Todo esto para concluir que, como dice él, antes de dedicarse a la política fue director de banco y profesor de universida­d, luego fundó el partido regional de Cantabria y se hizo político buscando lo mejor para su Comunidad, siendo presidente en dos dilatadas etapas casi seguidas.

Revilla tiene éxito y es querido por su cercanía, su habilidad social, su honestidad y, sobre todo, por su credibilid­ad como persona. que pide y se le dé –esperemos que esto no ocurra–, entonces se pedirá más.

Con tal de no salir del poder, la que se arma sin pensar en ningún momento en que esos que piden tanto y quieren tanto poder les puede dar un infarto en cualquier momento.

Además, que no hacemos caso a nadie. Letrados arriba, letrados abajo.

Quieren tener al pueblo de marionetas. Eso solo pasa en España, no hay ningún orden. Bueno, ahora el resto de países que parecían organizado­s también es un desmadre, pero es por bandas latinas y otros.

Además, tampoco se hace caso a los jueces, ni a nadie de la Justicia. Lo normal es que se hiciera un juicio, y el que la hace, la paga. Más manifestac­iones masivas que se han hecho y siguen haciendo ya no se puede hacer más. Uno tiene que avergonzar­se de que la mayoría del pueblo no lo quiere, pues vete con la cabeza alta. No, y es que somos nosotros nuestros propios jueces y los que coordinamo­s nuestra justicia, y así es imposible.

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