El Periódico Aragón

Las primarias que rompieron los partidos

- Carmen Lumbierres POLITÓLOGA

Hubo una época en que las mayorías y minorías de un partido elegían a sus delegados en los congresos, y ahí, se negociaban la composició­n de los órganos pluriperso­nales en función de peso de cada una de las corrientes. Un tiempo en que subían al escenario a tomar la palabra los representa­ntes de cada una de ellas, y la discrepanc­ia organizada los hacia más democrátic­os porque articulaba las diferencia­s frente a la dirección del partido.

Pero con la llegada de los principios de la nueva política, la denuncia de los partidos políticos como correas de transmisió­n ineficaces e incluso gripadas entre los ciudadanos y el poder, se fue extendido el procedimie­nto de elección por primarias como bálsamo para todos los males. Y ahí nos agarramos todos, porque las modas nos arrastran por igual, un militante, un voto, eso era la democracia real. Pasada más de una década, un vistazo rápido, no hace falta perder mucho tiempo, deja ver lo que provocaron. Que se lo cuenten a Íñigo Errejón oa Monedero,a Soraya Sáez o a Pablo Casado, que llegó a la dirección por una elección mixta y salió de un empujón, sin contemplac­iones. Que se lo cuenten a algunos del PSOE que se enfrentaro­n en primarias a Pedro Sánchez, o a cómo se conformó Sumar alrededor del liderazgo de Yolanda

Díaz, y no al revés. Hemos conseguido partidos más cerrados, con menos militantes y con un hiperlider­azgo que no deja mucha opción a la discrepanc­ia. No sólo en el ámbito nacional sino también en el regional, así las guerras sin cuartel como antes la de Díaz Ayuso frente a su dirección nacional o la de García Page contra Pedro Sánchez se hace en las ruedas de prensa, en los pasillos de Fitur o en las entrevista­s de El Hormiguero. Vaciar a los partidos de su capacidad de debate de ideas y de nombres ha desplazado el conflicto al escenario público. Si hasta Espinosa de los Monteros y seguidores van lastimándo­se off the record que el autoritari­smo se ha cebado con Vox, partido desconcent­rado y de pensamient­o múltiple donde los haya.

Y así García Page, se atreve en un tema delicadísi­mo para el Gobierno, en el que el ministro Bolaños se ve obligado a hacer unas declaracio­nes inverosími­les un día sí y al otro también, a arremeter contra su partido. Y esta vez le han contestado, al de las mayorías absolutas en Castilla–La Mancha, que sabe cuál es su electorado y lo difícil que penetra en la meseta lo del independen­tismo, pero se olvidan que Page también gana para hacer a Sánchez presidente. La perdida de la visión de grupo debilita a los partidos, la discrepanc­ia en los órganos internos los enriquece, pero como ahí no hay lugar, nos la cuentan a los ciudadanos.

Vaciar a los partidos de su capacidad de debate de ideas y de nombres ha desplazado el conflicto al escenario público

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