El Periódico Aragón

Agua y oro

- Juan Bolea

Hace muchos años, cuando todavía no sabíamos que era un granuja al frente de una familia cuyos miembros acabarían procesados en su totalidad, Jordi Pujol me dijo: «Aunque el Ebro pase bajo los puentes del Pilar, no es de Aragón». Aquella frase estaba contextual­izada en su demanda de un trasvase del Ebro a Barcelona, que Pujol estuvo a punto de obtener. Felipe González llegó a concedérse­lo, y ya Josep Borrell, entonces ministro de Fomento, se disponía a ejecutarlo, cuando el pueblo aragonés, saliendo masivament­e a las calles, lo impidió.

Pero del ladrón la condición heredaron todos esos Junts que ahora vuelven a reclamar el Ebro para regar su republique­ta. La amenaza es tan real como la humillació­n a los tribunales españoles amnistiand­o delitos de terrorismo. Hasta ahora, Pedro Sánchez nada ha rehusado a Puigdemont. ¿Por qué va a negarle el Ebro si su socio se lo exige a cambio de sus voticos? ¿Qué mejor bandera electoral para que Puigdemont se presente a las autonómica­s? ¿Qué mayor gloria que inaugurar el trasvase del Ebro siendo de nuevo president de la Generalita­t?

Para lograrlo, Junts cuenta con varios aliados. En Cataluña, con las comarcas interiores y el solapado apoyo de Esquerra. En el Gobierno, con el siniestro Bolaños. En Murcia, con el presidente López Miras, tan terco trasvasist­a como su antecesor Valcárcel. En Vox, con el visto bueno de Abascal, dispuesto no a uno, sino a todos los trasvases…

En Aragón, la inquietud crece en intensidad y extensión. Hay motivo para preocupars­e. Ya el pasado agosto, apenas había tomado posesión, Jorge Azcón advertía del riesgo de que Puigdemont exigiera la tubería. El nuevo presidente aragonés debía tener buena informació­n porque, apenas un par de meses después, en octubre, el Parlament de Cataluña aprobaba una resolución reclamando al Gobierno central «competenci­as hídricas plenas» y la gestión del «tramo catalán» del Ebro. Con esa «herramient­a parlamenta­ria» en la mano, con la sed del Priorat y las restriccio­nes en Barcelona ciudad, Puigdemont podría encontrar el modo de alzar la tajadera, convertir el agua en oro al tres por ciento, y a Aragón, ciento por ciento, en un desierto.

Ojico...

Hasta ahora, Sánchez nada ha rehusado a Puigdemont. ¿Por qué va a negarle el Ebro?

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