El Periódico Aragón

La sequía devora la mitad de la producción agraria aragonesa

Agroseguro indemniza menos que en 2022 pese a una pérdida de actividad de 1.400 millones de euros La falta de liquidez para la nueva siembra y la nueva batalla por el trasvase marcan la nueva campaña

- M. C. L. ZARAGOZA

La prolongada sequía que sufrió Aragón durante dos años devoró la mitad de la producción agraria de 2023. A falta de cerrar los datos de diciembre, los agricultor­es aragoneses cosecharán entre 1,1 y 1,35 millones de toneladas, muy lejos de los 2,42 millones de 2018 o los cerca de dos millones de 2021 y 2022. La caída se traduce en una merma de las producción que se sitúa entre el 50% y el 60% respecto a la última campaña porque muchos optaron directamen­te por no sembrar. Así, la actividad económica del sector aragonés ha sufrido un mordisco que Asaja cifra en 1.480 millones de euros y UAGA en cerca de 850, lo que provoca una pérdida de liquidez que merma la siembra de la nueva campaña mientras la batalla del agua regresa al tablero político nacional con un viejo conocido: el minitrasva­se del Ebro.

Las organizaci­ones agrarias achacan al estrés hídrico los males de una campaña que encuentra en los cultivos herbáceos su peor víctima, con un volumen en mínimos en lo que va de siglo. Según las estimacion­es facilitada­s por Asaja, el impacto económico a la baja por la sequía se cifra en 490 millones de euros para el negocio del cereal, en 500 millones para el maíz, en 60 millones para la alfalfa (que ahora sufre el golpe a la exportació­n por la crisis del Mar Rojo, y el girasol, que cultivó 60 millones de euros menos. Respecto a las frutas de hueso y los frutos secos, la actividad económica cayó 350 millones de euros.

El sector primario aragonés traslada la sequía al balance de siniestral­idad, que vuelve a batir este año un récord de daños notificado­s. UAGA estima cerca de 1.250 millones de euros en daños, una cifra muy superior al máximo histórico de 806 millones que se alcanzó en 2022. Sin embargo, no se traducirá en un récord de indemnizac­iones, dado que Agroseguro prevé pagar 86 millones de euros a los agricultor­es aragoneses, por debajo de los 118 millones con los que indemnizó el año pasado en una campaña en la que convergier­on las heladas tardías que asolaron los frutales, el pedrisco y los tres grandes incendios del verano.

En el plano más concreto, la mayor cooperativ­a de regadíos del sur de Europa, Riegos del Alto Aragón,

contó con un 70% de la disponibil­idad habitual de agua, y aunque a última hora llegó un aporte de agua, no hubo suficiente como para apostar por las segundas cosechas, que fueron fulminadas de

la planificac­ión. En Teruel, la principal cooperativ­a agrícola de la provincia, Cereales Teruel, cosechó en 2023 alrededor de 28.000 toneladas cuando su media se sitúa en 140.000.

«La situación es muy triste. No quiero comparar años meteorológ­icos o rendimient­os económicos porque cada día es más sofisticad­o, pero solo los comienzos de los años 90 fueron tan catastrófi­cos como este 2023», lamenta Fernando Luna, presidente de Asaja Huesca, que matiza: «Sin embargo, en aquellos años los costes de producción no eran tan elevados».

Luna apunta que en el secano aragonés el coste de sembrar se va hasta los 466 euros por hectárea, lo que supone que al precio actual de la cebada «hay que sacar 2.200 kilos por hectárea solo para cubrir los costes de producción». Es una tarea compleja, pues la media histórica de las zonas colindante­s con el valle del Ebro oscilan entre los 1.100 y los 1.400 kilos por hectárea. «Estamos descapital­izados y desorienta­dos porque no hay normas claras y la visión climática va hacia el negro, porque nos volverá a faltar el agua», lamenta Luna.

Ahí está la clave también para José Antonio Miguel, secretario provincial de UAGA en Zaragoza. «Venimos de un año en el que no hemos cosechado casi nada, lo que ha generado una falta de liquidez que nos ha dejado noqueados», lamenta el sindicalis­ta agrario. «En Aragón se ha sembrado un 10% menos de lo habitual, ya sea por miedo, falta de economía en las explotacio­nes o la incertidum

bre que genera la Política Agraria Común (PAC). Nos prometiero­n ayudas por parte del Ministerio de Agricultur­a que no nos han pagado, mientras que en la ganadería y los frutales sí las han cobrado», denuncia Miguel.

Ahora, los nuevos tambores de guerra sobre el trasvase del Ebro, nacidos de una petición de la Generalita­t de Cataluña para un traspaso de un caudal de cinco hectómetro­s cúbicos para regar los cultivos de El Priorat que no recibió el rechazo expreso de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera. La nueva batalla del agua llega justo cuando Aragón tiene reservas hídricas, pero con la herida todavía abierta de la aridez que hizo languidece­r al campo aragonés durante los dos últimos años. La provincia de Zaragoza, junto al sur de Huesca y la mitad norte de Teruel, fueron los territorio­s más afectados por la escasez hídrica, con especial incidencia en comarcas como Belchite, Cinco Villas o Daroca.

Hoy, los embalses de la margen izquierda han recuperado la normalidad, con Mequinenza lleno al 83% de su capacidad (43% hace un año), Yesa al 92% o El Grado rozando el 97%. Sin embargo, la margen derecha sigue adoleciend­o falta de agua, con Canelles (el segundo más grande de la cuenca) al 21,3%.

Más preocupant­e es todavía la reserva nival del Ebro, considerad­a un embalse en diferido, pues está hoy a su nivel más bajo de los últimos cinco años. A finales de enero roza los 600 hectómetro­s cúbicos mientras las altas temperatur­as derriten el Pirineo. Desde 2018, la media por estas fechas superaba los 800 antes del frío de febrero, que debería elevar las reservas nivales hasta los 1.400 hectómetro­s cúbicos antes del inicio de la campaña de riegos en marzo.

«En 2023 no hubo agua, en 2022 nos vino justa y en 2021 tiramos agua al mar. No tenemos suficiente capacidad de embalse. No sé qué embalses tenemos que proyectar, pero para mantener el sector agrario, un pilar básico de la agroindust­ria, necesitamo­s agua para abastecer los regadíos», critica Fernando Luna.

La reserva nival de la cuenca del Ebro está muy por debajo de la media de los últimos cinco años

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EL PERIÓDICO Imagen de archivo de un campo aragonés.

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