La cultura nunca es deficitaria
Hace tiempo que parece una batalla perdida y, de hecho, no sé si muchos ya han tirado la toalla. En el mundo en el que vivimos se ha instalado la idea de que lo que no se puede monetizar no merece la pena mantenerlo o, lo que es peor, solo se valora la rentabilidad económica. Y quizá ahí es donde surgen todos los problemas con respecto a la cultura. De imponerle una visión economicista. Una forma de estar en el mundo a la que pienso que tampoco ayuda cuando a veces el sector se revuelve y habla de su importancia en el PIB o de los puestos de trabajo que generan o del dinero que mueve. Obviamente, y más en un sistema como el que vivimos eso es importante y puede ser un punto a vender, pero, en mi opinión, es una manera de entrar en un juego perverso y, sobre todo, de desviar la cuestión.
La cultura (y me refiero a todas sus manifestaciones sin distinción, gusten más o menos) es importante por lo que es, por lo que supone su creación o su contemplación, y por lo que provoca en el ser humano, entre otras muchas cosas. Su visión monetaria debería ser posterior. ¿Qué sucede? Tampoco voy a pecar de ingenuidad y es de perogrullo la respuesta a esta pregunta. Que para crear cultura y poder exhibirla con un mínimo de garantías hay que partir de un presupuesto determinado (exiguo o no, eso ya es otro debate). Y es dentro de esa necesidad cuando se empieza a pervertir un debate en el que tengo la sensación de que las instituciones se sienten muy cómodas. Ellas miden la rentabilidad económica de la cultura y si es aceptable, hacia adelante, y si no, ya tienen el argumento generado para cancelarla o para apoyarla en menor cuantía.
Cuando alguien habla de que una propuesta es deficitaria, a mí el cuerpo me pide dos reacciones. La primera, mucho más visceral, es echarse a temblar. La segunda, exprimida desde el lado racional, es rebelarme y plantear a qué se refieren. No hay que escarbar
mucho para saber que lo que viene a decir esa afirmación es que no genera dinero. Pero, de ahí a decir que algo es deficitario, hay un trecho. Puede ser deficitario económicamente, pero una propuesta cultural, tanto de creación como de manifestación o exhibición, nunca será deficitaria. La cultura es necesaria para el ser humano, para el espíritu y el alma, pero también para creer en que la sociedad puede mejorar y alejarse de determinados comportamientos que no ayudan a hacer de este mundo algo más habitable e igualitario.
Cuando alguien habla de cancelar apuestas por su mala rentabilidad económica quizá lo que está diciendo abiertamente es que no cree en el poder de la cultura como sanadora del ser humano o como manifestación que permite la transformación de la humanidad. Por eso, es absolutamente perversa la medición del éxito de una u otra propuesta únicamente por el rédito económico. Hay que sustentar las propuestas culturales de calidad en paralelo a las apuestas, llamémoslas, más comerciales.
Llegado a este punto tampoco hay que obviar que ese sustento también debe partir de nosotros, de la sociedad, no podemos ser meros pasmarotes que vemos cómo se impone una visión del mundo en el que parece que se quiere arrinconar la cultura. La sociedad debe ser activa y ser capaz también de reclamar que quiere ser sujeto también de la cultura participando tanto en crearla como en contemplarla y disfrutarla. El mantenimiento de la Cultura (con mayúsculas) es cosa de todos.
Cuando se califica alguna propuesta de deficitaria solo se piensa en lo económico