El Periódico Aragón

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La mayoría de los emancipado­s lo hace junto a otras personas y muchos dependen de la ayuda familiar y pública «Al mes puedo ahorrar unos 100 euros», asegura una joven =

- J. M. R ZARAGOZA

Llegar a los 30 años y tener la suerte de vivir en una casa propia es un deseo que cada vez se aleja más de la realidad que viven los jóvenes en Aragón. Ahorrar es cada día más difícil a pesar de que el paro juvenil vive ahora sus mejores días, porque la mayoría de los jóvenes que deciden independiz­arse gastan en torno a un 90% de su salario en los gastos que conlleva emancipars­e. La mayoría ni siquiera se plantea vivir solo y, mucho menos, lanzarse a comprar un piso por el nivel de entrada que requieren las viviendas hoy en día.

Carmen tiene 24 años y lleva siete viviendo en un piso de alquiler, «desde que empecé la universida­d», confirma. Es una de las tantas jóvenes que viven fuera desde hace años, pero que no se plantea «alquilar un piso sola», asegura.

Cuando llegó a Zaragoza decidió instalarse en una vivienda compartida, donde la habitación le cuesta 250 euros al mes, «más lo que haya de gastos de luz, agua, calefacció­n y comida, claro». A pesar de que hace un par de años entró en el mundo laboral, la joven asegura que irse a vivir sola «es inviable». «Aunque ganara más dinero, porque ahora rondo los mil euros y más de la mitad se me va en gastos», explica, y añade que «en total, al mes, puedo ahorrar unos cien euros». Y, de esas reservas que consigue acumular, «todo es gracias a que cuento con el bono del alquiler», admite.

Su plan es independiz­arse con su pareja. «Espero que de este año no pase», desea, pero insiste en que «nos iremos de alquiler, porque ahora mismo, aunque tenemos ahorros, no podemos pagar la entrada de una casa». Llevan meses buscando y, «la verdad es que de todo lo que hemos visto, ningún piso baja de los 500 euros». Eso sí, tiene claro que «ahora mismo es mucho más barato alquilar la vivienda entera que lo que hago yo, que es pagar por una habitación», añade.

Al igual que Carmen, Marcos lleva viviendo en Zaragoza desde que empezó sus estudios en 2017. «Cuando terminé la carrera estuve en varias empresas trabajando y, con lo que ganaba y la ayuda de mis padres si lo necesitaba, me las iba apañado», explica.

Asegura que en ningún momento se ha planteado «comprar un piso ahora mismo, porque ya

Las personas que son independie­ntes creen que «los sueldos no se igualan al coste de vida real»

solo emancipars­e, hoy en día, es complicado», señala. «Cuando empecé con un contrato completo, dejé de depender de mis padres», aunque añade que puede hacerlo porque «no tengo coche ni ningún gasto grande al que hacerle frente», incide.

En el otro lado de la balanza de la emancipaci­ón están los que, después de conseguir marcharse de casa de sus padres, no pueden hacer frente a los gastos y tienen que plantearse la vuelta a casa. Muchos son los que, tras unos meses de libertad, acaban volviendo al hogar donde crecieron. Es el caso de Cristian Palacios, joven de 23 años que comenzó a trabajar hace unos años en Zaragoza, «por lo que decidí alquilarme un piso cerca de la oficina», explica. Pero fueron pasando los meses y Cristian descubrió que «un 80% de mi sueldo se iba en vivir, era inviable seguir así».

En su caso, pidió la ayuda del alquiler joven, «pero no me lo dieron», señala. A raíz de la presión por los pagos y la cada vez mayor falta de dinero en su cuenta de ahorros, «volví al pueblo, me busqué un trabajo y he vuelto a ahorrar para en un futuro poder volver a emanciparm­e», expone.

Algo parecido vivió Héctor Gómez, que empezó a trabajar el 1 de septiembre en un colegio de Zaragoza y, al igual que Cristian, decidió buscar un piso en Zaragoza. «Soy de Novillas y aunque los primeros meses estuve yendo y viniendo todos los días, pensando en mi comodidad decidí instalarme en la ciudad», explica el joven.

Sin embargo, los meses fueron pasando y «tuve una serie de problemas con los pagos». «Mi contrato era de media jornada y se supone que tenía que cobrar unos 800 euros al mes, más o menos, pero estaba cobrando 500 euros aproximada­mente», denuncia Héctor. Algo que «si ya con el sueldo que se supone que tenía que recibir se me iba a hacer duro, con lo que recibía aún más», incide.

Por lo que su decisión, al igual que la de Cristian, fue buscarse un colegio cerca de su pueblo y «así ahorro más para un futuro poder independiz­arme», señala.

Una batalla perdida de la libertad para muchos que, según Marcos, cambiaría si «se regulara mejor la ley de la vivienda y el salario mínimo». «No cobramos un sueldo que sea igualitari­o al nivel de vida», señala el joven, que considera que lo más importante no es lanzar «políticas concretas de emancipaci­ón» sino un cambio «estructura­l».

«Cuando estuve de alquiler todos los meses perdía un 80% de mi salario en los gastos», dice Cristian

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ÁNGEL DE CASTRO Vivienda Un anuncio de un piso en alquiler para cinco personas en el paseo Gran Vía de Zaragoza. -

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