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Cientos de personas acompañan a la comunidad china de la capital aragonesa en su pasacalles de celebración La marioneta, los leones y el olor a pólvora, las atracciones =
China celebra su particular entrada de año el 10 de febrero pero la comunidad asiática de Zaragoza adelantó a ayer la fiesta para hacerla coincidir con San Valero, patrón de Zaragoza. Y porque son muchos los vecinos de la ciudad de origen asiático (viven alrededor de 7.000 chinos) que viajan a su país de origen para celebrar la fiesta con su familia. La de ayer fue una jornada de hermanamiento entre China y Aragón, un día para dar la bienvenida al año del dragón (de madera), símbolo de poder y la buena fortuna. La niebla y el frío quisieron sumarse al encuentro.
Cientos de personas se arremolinaban antes de las doce del mediodía para ver el colorido desfile. «Llevamos aquí casi una hora porque nos interesa todo lo que tiene que ver con la cultura china», decía Juan, quien contaba que en sus años mozos se había aventurado a conocer su lengua «aunque sin mucho éxito».
Representantes del Ayuntamiento de Zaragoza (Sara Fernández, concejala de Cultura del consistorio) y del Instituto Confucio de la Universidad de Zaragoza (el rector del campus público, José Antonio Mayoral), iniciaron el desfile por la calle Alfonso, en el que también estuvo presente el embajador de China en España, Yao Jing.
El pasacalles tuvo en la marioneta del dragón su mayor atractivo. Nueve jóvenes chinos
lo portaban y lo movían al ritmo que marcaba un décimo. Arriba y abajo con movimientos cortos primero y a derecha e izquierda con giros amplios después.
Seguían a estos una muestra de trajes típicos, de la representación de las escuelas de artes marciales y deportivas y unos jóvenes con un instrumento de percusión.
También atrajeron muchas miradas los pequeños leones rojos que encerraban a dos jóvenes cada uno para hacer con sus bailes las delicias de los más pequeños. Para terminar, las ruidosas bengaChina
las y los humos amarillos y rojos símbolos de ese hermanamiento entre las dos comunidades. Y el olor a pólvora que dejaban a su paso, un elemento típico de la celebración en China, que sirve para ahuyentar a los malos espíritus.
«Lo que más me ha gustado es el dragón grande», aseguraba una pequeña en los hombros de su padre. A su hermana, sin embargo, los pequeños leones con su melena roja. A otros el fuego y las bengalas para despertar al dragón.
«Feliz año nuevo» desde China a la plaza del Pilar, iba saludando una joven participante en el desfile, que culminó en el escenario situado junto a la plaza del Pilar. Allí, música y actuaciones tradicionales y, para aquel que todavía no lo hubiera visto, un nuevo baile del dragón.
«Aunque parezca que son iguales, cada danza es especial», aseguraba una joven, que precisaba a continuación: «Todavía nos queda mucho por aprender de su cultura». A su lado, su padre asentía. «Yo he venido para acompañarla, pero la verdad que es interesante. Volveré».