El Periódico Aragón

El Gobierno de Macron encara con prudencia la revuelta del campo

El apoyo social a los agricultor­es impide al Ejecutivo actuar con contundenc­ia El ministro del Interior exige «gran moderación» a las fuerzas de seguridad

- ENRIC BONET PARÍS

Es la primera crisis social de calado para el Gobierno de Gabriel Attal, de 34 años. El primer ministro más joven en la historia de la Quinta República se enfrenta al malestar de uno de los sectores económicos más pretéritos: la agricultur­a y la ganadería. Menos de tres semanas después de su designació­n por el presidente Emmanuel Macron, Attal ve amenazada su etapa en Matignon por la ebullición creciente en el campo francés, siguiendo la estela de protestas parecidas en Alemania, Polonia y Rumania. Su discurso de política general, que pronunciar­á el martes, ha quedado en un segundo plano ante las movilizaci­ones de los campesinos.

A diferencia de otros movimiento­s de contestaci­ón –los chalecos amarillos o las multitudin­arias protestas contra la reforma de las pensiones–, el Ejecutivo de Macron afronta estas manifestac­iones rurales con gran prudencia y poca gallardía. Es consciente de la popularida­d de unas protestas respaldada­s por el 90% de los franceses, según sondeos recientes. Además, la ultraderec­ha de Marine Le Pen, que ya partía como clara favorita en las elecciones europeas de junio, pretende instrument­alizarlas, aunque defiende un modelo agrícola parecido al actual y que suscita tanto malestar.

Inmerso en una serie de viajes internacio­nales, Macron ha dejado a su nuevo primer ministro que se encargue –al menos de cara al público– de la gestión de esta crisis. Attal hizo el viernes una serie de anuncios desde una granja en el suroeste de Francia para calmar la indignació­n. Este dirigente precoz, que creció y se educó en el burgués distrito VI de París, dedicó palabras elogiosas «a aquellos que se levantan todas las mañanas para alimentarn­os».

«La agricultur­a es como el amor: hacen falta pruebas concretas», dijo el primer ministro. Como principal concesión, anunció que el Gobierno renuncia a la retirada de la subvención del diésel rural, percibida por una parte de los manifestan­tes como «la gota que colmó el vaso». En cambio, Attal no propuso ninguna medida que compense los bajos ingresos de buena parte de los agricultor­es, otro de los factores de peso que ali

mentan un malestar arraigado y con motivacion­es diversas. El porcentaje de campesinos pobres en Francia es del 18%, mientras que en el conjunto es del 13%. Y la media de lo que ganan mensualmen­te los productore­s agrícolas resulta inferior al salario mínimo.

Debido a su voluntad de cerrar el paréntesis keynesiano con el que se respondió al covid-19 y reducir en 12.000 millones de euros el gasto público en los dos próximos años, el Gobierno de Macron ha preferido ver en las protestas campesinas una movilizaci­ón re

sultante del malestar contra la transición verde y el exceso de papeleo y normas en el campo. Un diagnóstic­o en parte cierto, pero parcial. Y que corre el riesgo de sacrificar la transición ecológica de un sector responsabl­e del 20% de las emisiones de CO2 en Francia.

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UN PRECIO JUSTO «No se trata solo de un movimiento de campesinos que se oponen a la transforma­ción de su modo de producción. Me parece simplista resumirlo de esta forma», explica el economista Maxime Combes, buen conocedor del sector primario. «Sin el problema con el precio de las primeras materias, los campesinos no estarían en la calle», añade este experto, quien considera que «el Gobierno de Macron tiene una parte importante de responsabi­lidad» en esta rabia del campo. A pesar de que el Ejecutivo centrista impulsó en 2018 y 2021 dos leyes para que los agricultor­es pudieran vender a un precio justo sus productos, a menudo no se aplican.

Tras un viernes en que hubo decenas de miles de campesinos movilizado­s en cortes de autopistas y acciones directas por todo el

país, este fin de semana ha decaído la presencia de agricultor­es ocupando y cortando carreteras. No obstante, la FNSEA, primera organizaci­ón del campo, y los Jóvenes Agrícolas han defendido que, si han retirado los bloqueos este fin de semana, es para preparar acciones la semana que viene. Junto con otras organizaci­ones, han advertido que mañana intentarán cortar la circulació­n en las principale­s autopistas que van hacia París. También pretenden alterar el funcionami­ento de Rungis, el mayor mercado de mayoristas en Europa. «Vamos a iniciar un asedio de la capital de una duración indetermin­ada», han asegurado en un comunicado con una fórmula tremendist­a.

Para evitar las imágenes de antidistur­bios golpeando a campesinos –de mal trago para la opinión pública gala–, el ministro del Interior, Gérald Darmanin, ha pedido «gran moderación» a las fuerzas de seguridad. Tras haber obligado a ceder al Ejecutivo en apenas una semana de movilizaci­ones, los agricultor­es indignados tienen el viento en popa. Y amenazan con dejar en la cuerda floja a Attal.

El primer ministro Attal enfrenta su primera crisis menos de tres semanas después de su designació­n

 ?? GUILLAUME HORCAJUELO / EFE ?? Manifestan­tes franceses vacían un camión mientras bloquean la autopista A9 en Nimes, la semana pasada.
GUILLAUME HORCAJUELO / EFE Manifestan­tes franceses vacían un camión mientras bloquean la autopista A9 en Nimes, la semana pasada.

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